“¡Qué pequeñas son mis manos…! En relación con todo lo que la vida ha querido darme”. —Ramón J. Sénder
Azumy ya hacia sentada leyendo, como habitualmente hacia, era amante de las novelas de fantasía, le gustaban las historias de elfos, hadas, duendes y demás seres mitológicos, era muy afecta a la mitología, de todo, griega, nórdica, egipcia… Egipto, oh, Egipto era su gran pasión, antes, cuando era niña habría pensado en ser egiptóloga.
No podía evitar soñarse caminando por los pasillos del palacio de nefertari, o visitando la tumba de Tutankamón. Una de las fantasías que mas reprimendas le trajo de pequeña era la de afirmas que ella era la reencarnación de Isis, que locura, en cualquiera de nuestros países de Latinoamérica eso hubiera sido solo un juego de niños, pero en la cultura japonesa se lo tomaban muy enserio, a menudo terminaba castigada por hacer ese tipo de aseveraciones.
Siempre había sido muy inteligente, pero al mismo tiempo traía cargando un saco de emociones reprimidas, desde luego le habría gustado sin saberlo ser una chica americana, bailar, salir de compras, tener amigos, tener un novio.
¡¿un novio?!, si, un novio, lo más cercano a ella, había sido un amiguito de la escuela, aproximadamente a los ocho años, fueron descubiertos agarrados de la mano, y eso era inconcebible. cuarenta varazos y tenían prohibido verse o compartir el mismo espacio si no era estrictamente necesario.
Quizá también le habría gustado casarse, en la adolescencia a menudo se veía al espejo luciendo un hermoso vestido de novia, y los hijos, si, unos hermosos niños jugando alrededor de ella, pero con la adultes todas esas tonterías se desvanecieron de su mente y se enfoco en trabajar. No sabia lo que era el amor, no conocía una caricia y mucho menos sabia lo que era el sexo.
Y no me refiero a que no sabía específicamente lo que eran esas cosas, sino a que nunca las había experimentado en carne propia, solo a través de las novelas que leía una y otra vez, eran su gusto culposo. Cuando mas joven recuerda que las escondía debajo de la cama cual si fuera p*********a, porque si las encontraban, no se la acababa, ¿la razón?, decían que aquello le llenaba la cabeza de fantasías y la distraían de sus deberes.
Por eso este lugar le gustaba, aquí podía leer sin que apenas la distrajeran, no tenia grandes deberes por el momento, asi que disfrutaría el viaje cual, si se tratara de unas largas vacaciones, era como experimentar por primera vez la libertad, una libertad que usted y yo no entenderíamos pero que para ella significaba mucho.
Poco le importaba que los demás no le hablaran, porque le resolvían en gran medida el problema, en alguna ocasión la chica rubia la Rusa se acercó a ella y le pregunto algunas cosas muy personales como si la conociera de años, le había preguntado por su mama, su papa, incluso si tenia hijos o mascotas, y ella se sintió apenada, pero al mismo tiempo se sentía como si estuviera en la cárcel y la estuvieran interrogando, entonces para no parecer descortés se limitó a responderle lo que le preguntaba hasta que se fue, en ese momento respiro aliviada.
La verdad es que Azumy, Azu, como le decían ahora, no sabía interactuar con los demás, no comprendía como era posible que tuvieran tanta cercanía entre sí, o que pudieran estar juntos con tanta confianza si apenas hace poco mas de un año no se conocían en absoluto.
Si eran compañeros de trabajo, pero estaba acostumbrada a que los compañeros de trabajo casi nunca interactuaban entre sí, rara vez se veían el uno al otro, y muy difícilmente tendrían alguna reunión.
Miro por encima del libro como se acercaba Urmakof y la pasaba de largo para dirigirse donde Elena, escucho la conversación, pero hablaban en ruso, ella entendía el inglés y el francés, un poco el español, pero no el ruso, –Tendré que aprender ruso cuando regrese–, pensó.
Miro con cierta curiosidad como aquellos dos reían y se veían el uno al otro, y se dijo para si misma –claro, como yo no soy rubia, ni alta, ni tengo los ojos bonitos, ni soy bonita en lo absoluto–. Trato de no pensar en lo que aquellos dos platicaban e intento concentrarse en su lectura, pero pensamientos nefastos le rodeaban la mente.
Era un rencor acumulado de muchos años, un rencor reprimido, un rencor hacia si misma por haberse dejado someter y moldear por su sistema educativo y su circulo familiar, pero en el fondo sabia que aquello era lo correcto y que aquellas personas eran las que estaban equivocadas, tan sueltos, tan frescos, sentía de cierto modo envidia y al mismo tiempo pena por aquellos, ella misma se contradecía a si misma una y otra vez.
Los vio pasara uno detrás de otro a la sala común y eso le puso más tensión a su mente, la estaban ignorando, la estaban haciendo a un lado, como si fuera un fantasma, como si no existiera trato de convencerse a si misma que eso no importaba, quien necesitaba de ese tipo de compañía.
Miraba con recelo como conversaban, no podía escucharlos a pesar de que no estaba tan lejos, el ruido en su cabeza no le permitía oír o entender lo que decían, sentía una frustración penetrante dentro de ella y al mismo tiempo era como si intentar estar relajada apacible, ciertamente por fuera no mostraba ninguna emoción.
Luego la invadió la tristeza, ¿será que realmente no me consideran alguien importante?, ¿será que en esta misión estoy de relleno?, ¿será que puedo desaparecer y ni siquiera lo notarían?, ¿será que no importo?
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la mirada de Helena, en un primer instante se sintió avergonzada, se dio cuenta que había bajado el libro sin querer y había sido descubierta mirándolos, sus ojos se abrieron poco más de lo normal cuando vio a Helena levantar una taza de té.
¿De verdad la estaba invitando a ella?, ¿no se había equivocado de persona?
Sus mejillas se ruborizaron pero no pudo negarse, asintió con la cabeza y avanzó flotando cual fantasma por el estrecho pasillo, cuando llego al área común Helena ya tenía una taza para ella en la mano, agradeció con una pequeña reverencia o lo que más se asemejaba, era la primera vez que alguien fuera de su familia era gentil con ella, no pudo evitar que una sonrisa de alegría se dibujara en su rostro, y por primera vez experimento un sentimiento que no conocía.