Capítulo 22. En familia

1085 Words
“Lo que doy, me lo doy. Lo que no doy, me lo quito. Nada para mí que no sea para los otros”. —Alejandro Jodorowsky Helena, veía por la ventana de la nave, llevaba algunas horas sentada en la misma posición, viendo ante sus ojos pasar a Rusia una y otra y otra vez, evocando los recuerdos de su infancia, cuando por primera vez al abrir un libro de geografía se encontrará con la majestuosa imagen de la tierra vista desde el espacio, imagen misma que en este momento tenía frente a ella a todo color, tan real, tan vivido, tan intenso. Si, seguía extrañando a su familia, también a sus amigos, extrañaba los paseos por el parque, las tardes de senderismo, incluso extrañaba los fríos inviernos, extrañaba pues los juegos, las aventuras, las risas, el olor de la comida de su madre, extrañaba los canticos en la iglesia, las cenas familiares, el mal carácter de sus hermanos, extrañaba incluso los regaños por sus malas decisiones, extrañaba la escuela, los extrañaba a todos, pero por ninguna razón y bajo ninguna circunstancia cambiaria la imagen que este momento estaba ante sus ojos. Esa misma emotividad hacían que sus ojos grisáceos en momentos se llenaran de lágrimas, al pensarse tan cerca de casa y al mismo tiempo tan lejos de abrazar a su madre otra vez. –es la vida que elegiste–, se decía asi misma entre pensamientos con la voz de su madre, como si se tratara de un recuerdo, la realidad es que esta jamás se lo había dicho, por el contrario, siempre trato de alentarla, sacrificando incluso sus propios sueños por lograr los de ella. –¿Qué haría yo sin mi madre? –, se preguntó. Hacia dias, podría decirse meses que había abandonado la bitácora, la verdad es que no había mucho que hacer, el viaje se tornaba aburrido y pesado, al menos para ella, Urmakof y Jenk se habían vuelto grandes amigos, pasaban horas jugando póker con George, por su parte Nataly era la única que siempre estaba ocupada con el control de la nave, no podía despegarse de su puesto y mientras dormía la relevaba el capitán, asi que se turnaban el control, en cuanto a Azumy era bastante rara, había intentado conversara con ella y siempre contestaba con monosílabos, parecía robot, o peor por que los robots suelen ser entretenidos, ella más bien estaba siempre ejercitando y leyendo, paraba un poco para comer, dormía unas tres o cuatro horas y regresaba a lo mismo, –bueno al menos no se aburre como yo–, pensó. –Te quedaras ahí por siempre–, una voz la sacaba de su trance, era Urmakof. Ella sonrió –No sé, podría morir en este instante y quedarme aquí, nunca se sabe–, respondió. –lo veo poco probable–, dijo Urmakof con sarcasmo, –si murieras ahorita, te sacaríamos por la escotilla–. –serias tan ojete–, dijo ella sin sonrojo alguno. Urmakof soltó una breve risa y dijo, –tenlo por seguro, después de todo tú tienes la culpa por no avisarnos que te ibas a morir. Ella soltó una amplia carcajada, se giró hacia Urmakof y dijo con voz amistosa. –Y tú, ¿Qué me cuentas?, acaso, ¿ya te aburriste de jugar con los niños y vienes a jugar con las niñas?–. Sin dejar de sonreír el respondió: –no lo sé, esperaba que hubieras traído una muñeca o un juego de té–. –¿te parezco el tipo de niña que juega con muñecas? –, pregunto ella. Urmakof se sonrojo. –Me pareces el tipo de chica que tomaría un té conmigo–, dijo. –ja ja ja–, ella rio, –está bien, pero yo elijo el sabor–. Se levanto de su lugar y se dirigió hacia el área común en donde estaba la tetera, también ahí estaba Jenk y George quienes no se sorprendieron al verla entrar. La verdadera intención de Urmakof era llevarla hacia ese lado, para que se integrara con el equipo, pues después de haber estado enferma, todos la habían percibido distante, quizá con Azumi no había ese problema porque todos comprendían la naturaleza de su carácter y procuraban dejarla en paz, pero con Helena era diferente, pues ella tenía la apariencia de chica jovial y su carácter ciertamente era más dulce y tenía mejor disposición. –Cuéntanos Helena, ¿Por qué tanta melancolía? – pregunto George a quema ropa, el tacto no era lo suyo. –Pensaba–, dijo helena, –que todos de alguna manera estamos dejando una parte de nosotros ahí abajo, quiero decir, estamos sacrificando sueños, planes, hemos dejado a nuestras familias y la verdad es que no se si todo esto de verdad valga la pena–. Todos hicieron un breve silencio, Helena había dado en el clavo sin querer, pues todos sin excepción compartían de alguna manera su incertidumbre, a todos se les había enviado a una misión y se les había dicho que era muy importante, pero ninguno sabia realmente en qué consistía, cuales serían los resultado y que repercusiones, beneficios o avances traerían a la humanidad. –perdón, no quería incomodarlos–, dijo Helena con la timidez propia de alguien que ha metido la pata. –No, está bien, dijo Urmakof, entendemos perfectamente lo que sientes, y es normal, todos en el fondo nos sentimos igual que tú por eso tratamos de no pensar en ello–. Ella bajo la mirada hacia la pequeña taza de té, sonrió ligeramente, miro a todos con sus bellos ojos grises, llenos de lágrimas contenidas, aunque no pudo evitar que una escapara de su prisión, no sabía cuánto tiempo iba a estar ahí, pero sabía que ahora está seria su nueva familia, y le parecieran buenos o malos tendría que acostumbrarse a ellos. –Gracias–, dijo, –me hace sentir mejor–. Sacudió su dorada cabellera y no pudo evitar notar algo con el rabillo del ojo, giro la cabeza hacia donde estaba Azumy, quien observaba la conversación con interés, levanto la taza en señal de invitación. Azumy asintió coloco el separador en el libro y se acercó flotando, cual fantasma por el estrecho pasillo, para cuando llego Helena ya le había servido, asintió en señal de agradecimiento y sonrió, era la primera vez que la veían sonreír en mucho tiempo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD