Capítulo 20. La dignidad de un hombre

1848 Words
“Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida”. —Arthur Schnitzler Esos mil pesos, para algunas personas puede ser nada, pero para Marco representaban una oportunidad, quizá la única, armado de valor y disposición se dirigió hacia Nezahualcóyotl, un municipio en el Estado de México cercano a la Ciudad de México. Meses atrás había estado ahí, había visto asi pues un pequeño taller de reparaciones que tenia su propio deshuesadero, un deshuesadero es un lugar en donde se hayan vehículos inservibles en espera de ser desarmados poco a poco conforme se van vendiendo sus piezas como refacciones para otros vehículos de modelo similar. Este pequeño taller era propiedad del señor Erasmo Rojas, el cual era un hombre de mucho carácter pero que tras haber enviudado y sus hijos haber formado cada uno su propia familia se había quedado solo. El trabajo ciertamente era demasiado pesado para una sola persona y si bien tenía bastante no era el suficiente para pagar un gran sueldo, mucho menos prestaciones o aguinaldos o cosas asi. Es por ello y sumado a su carácter temperamental y altamente explosivo, que los empleados que llegaban no permanecían mucho tiempo, algunos incluso lo habían robado, otros simplemente buscaban la forma de trabajar lo menos posible y básicamente aquello no era tan conveniente. Pero resulta que la vida da muchas vueltas, y el trabajo que una persona no quiere hacer, habrá otra que lo pedirá. Asi es que, con el negocio a la baja Don Erasmo, hombre de setenta y cinco años, se había planteado ya bastantes veces la posibilidad de traspasar el taller y retirarse, lo cierto es que no había muchos interesados en el mismo. Es entonces cuando aquella mañana del 8 de septiembre de 2018 vio llegar al muchacho aquel, que traía ropa nueva y se notaba porque no le había quitado las etiquetas. –si dígame–, dijo don Erasmo con voz severa. Marco trato de hablar despacio para que se le entendiera lo mejor posible –quiero trabajar con usted–. Don Erasmo sonrió divertido, –¿quieres trabajar aquí? ¿Qué sabes hacer? –. –Nada, en realidad nada, pero tengo las ganas de aprender de usted–. –Pos mira no te puedo pagar mucho que digamos–. Dijo don Erasmo –no quiero que me pagué–, a don Erasmo esa respuesta lo tomo por sorpresa, Marco siguió –con un plato de comida y dejarme dormir en alguno de los carros que tiene es suficiente–. –pero ¿Cómo?, ¿acaso no tienes casa? –, pregunto don Erasmo consternado. –no señor–, me vine de mi país buscando una mejor vida y hasta ahorita no la he encontrado. –bueno pos si tú quieres, pásale–. ponte ese overol que está en la esquina y ahorita te digo que hagas. Esta breve interacción representaría el giro de tuerca necesario en la vida de Marco, durante los meses siguientes aprendería muchísimo de don Erasmo, cosas que nunca antes se había planteado aprender, como desarmar y armar un motor, como hacer una afinación, un cambio de aceite, la calibración de los frenos, el cambio de bugías y un largo etcétera, pero aprendería también algo más, algo que no se enseña en las escuelas y que muy pocos de los que nacen con todo y tienen los recursos a su disposición saben siquiera. Marco aprendería a fuerza de trabajo, que la dignidad de un hombre radica en su disposición para servir a los demás y que al hacerlo también uno mismo se esta dando la oportunidad de crecer y prosperar. Los primeros dias Don Erasmo le pagaba tal como Marco había pedido, con comida, lo alimentaba como si fuera uno de sus hijos, pan para desayunar, en la comida a veces frijoles, a veces huevo, a veces arroz o lo que hubiera, y por la noche nuevamente pan, eso si no podía faltar un generoso tarro de café todas las mañanas y claro a dormir en los carros desbalijados. Pero después don Erasmo se encariñaría con el muchacho, permitiéndole dormir en su casa y además comprándole ropa y zapatos, además como el negocio iba prosperando comenzó a pagarle primero los 100 pesos, luego los 200 y después Marco ganaba de acuerdo al trabajo que realizaba. Si bien no podía tener formalmente una cuenta de banco, don Erasmo le conseguiría una tarjeta de debito bancaria, para que fuera haciendo su ahorro. Con Marco al frente del taller y otros dos ayudantes trabajando, don Erasmo ya casi no trabajaba, tenia en mente la idea de dejarle el taller a Marco por herencia para que siguiera atendiéndolo, pues ninguno de sus hijos estaba interesado. Sin embargo, en abril de 2020 enfermaría gravemente de aquella rara enfermedad proveniente de china y mas o menos al mismo tiempo que el Prometeo III se elevaba camino a Júpiter, el alma de Don Erasmo también emprendía un viaje hacia las estrellas. Marco sabia perfectamente que no podía confiarse, si bien don Erasmo no tuvo funeral, si se le dedicaron algunos rezos como es costumbre, los nueve dias siguientes, dias que Marco aprovecho para vaciar la cuenta bancaria que don Erasmo le había otorgado y rentar un pequeño cuarto, cosa que no fue fácil pues no conocía a nadie que pudiera avalarlo, pero después de buscar bastante encontró uno, la renta era económica, seiscientos pesos al mes, un cuarto con baño compartido. Como suele suceder en estos casos, los hijos acapararon todo, incluso la cuenta de debito de Marco fue cerrada, lo quisieron demandar pero no encontraron documentación de el por mas que buscaron, el dinero las casa todo, ahora propiedad de esos hijos que durante dos años no habían ido ni una sola vez, ni siquiera cuando estuvo enfermo, porque tenían miedo de contagiarse, aparte para eso estaba el muchachito aquel que recogió de la calle, que lo cuide, que desquite lo que está comiendo, asi pensaban. El taller fue cerrado por los hijos de don Erasmo, los carros, herramienta y todo lo demás vendidos como chatarra, muchas de las pertenencias del señor fueron tiradas ala basura, y el inmueble fue arreglado para arrendarlo como nuevas accesorias, ahora y en menos de un mes una boutique, una estética y una farmacia se alzaban en lo que anteriormente fuera un taller y del recuerdo de don Erasmo no quedaba nada. Pero la vida continuaba y con todo cerrado sería muy difícil para Marco conseguir algo más, paso mayo paso junio, y si bien los ahorros que había conseguido y que guardaba en una caja de madera dentro de su departamento le permitiría vivir unos meses más, sabia perfectamente que no eran eternos, A mediados de agosto aprovecharía las reaperturas para emplearse en la mítica plaza de la tecnología, en el centro histórico, como vendedor. Había pues entonces regresado al camino de la informática, la paga era buena, no tan buena como en el taller, pero el trabajo era más relajado, había que abordar a las personas al pasar y conseguirles los artilugios que necesitaban, a cambio prescribía una comisión, suficiente para pagar su renta. Para quien no conozca la plaza de la tecnología de la ciudad de México, es todo un laberinto interminable de puestos, la disposición de los mismos hace que la orientación ahí dentro sea difícil, se pueden pasar horas enteras buscando un lugar concreto y además tiene cuatro niveles, asi que recorrerla no es una tarea fácil, es por ello por lo que muchos clientes aceptan que se les consigan los productos, en vez de tener que buscarlos. La operación de fondo es simple, si alguien pregunta por un articulo que no se cuenta en esa tienda el vendedor lo busca en las listas de otros locales, que se las comparten entre sí, una ves ubicado va directamente al local que la tiene y recibe un precio preferencial, el cual denominan precio plaza, el vendedor entonces lleva el articulo al cliente se lo entrega, se lo cobra al precio de lista y regresa a pagar al local que se lo proporciono. Es una práctica muy útil si se quiere ahorrar tiempo. Ya para este entonces su acento chileno era casi imperceptible y había desarrollado grandes habilidades para comunicarse y negociar con las demás personas. Su jefe Abram Sarzana era el hermano menor del dueño, del local, este ultimo se llamaba David Sarzana y había heredado otros dos locales por parte de su padre. Abram Sarzana habría sido desheredado por casarse con una mujer no judía y dado la situación familiar era básicamente empleado de su hermano. Los dos hermanos parecían provenir de diferentes familias, pues mientras Abram era gentil, amable, cordial y muy carismático su hermano David era todo lo contrario y opuesto, básicamente era un tirano. Había un tercer Hermano, Moisés Sarzana, este si había heredado una tienda y era básicamente poyo de las otras tres, lo que no tenia uno tenia el otro y risiblemente Moisés era la versión intermedia entre Abram y David. En realidad, no se sabía de que lado estaba pues en ocasiones se ponía de parte de uno y de repente ya estaba de parte del otro asi que no era muy buen mediador que digamos. Marco sin embargo tomaba poca importancia a todo aquello, limitándose a hacer lo que le tocaba, vender, vender y seguir vendiendo. Claro, eso hasta que conoció a Ruby. Resulta que Moisés tenia una hija preciosa con un cabello ondulado que a la luz del sol brillaba como el oro y marco quedaría profundamente enamorado de aquella muchacha asi que comenzó sutilmente a coquetear con ella y ella correspondía, pero tenia que ser cuidadoso, una chica judía era, por decirlo de alguna manera un reto muy difícil, pues los judíos no son tolerantes y obviamente ni al padre ni al tío David aquello le haría ni pisca de gracia. Asi que comenzarían a verse a escondidas. Aunque, a fuerza de querer mantener el suspenso, dejare esta historia para retomarla un poco mas tarde, el punto es que no era casualidad que Marco estuviera ahí, en plaza de la tecnología, Marco bien pudo haber conseguido trabajo en otro taller o poner el propio, pero, la verdad, es que sus ambiciones en la vida eran otras. Durante los meses siguientes comenzaría a ahorrar, pero no a ahorrar por ahorrar, no, marco tenía un fin específicamente concreto, sabia muy bien cual sería el cause de su vida, al menos en el futuro inmediato, lo tenía bien clavado en la mente, conseguiría comprar una nueva computadora, es una laptop hermosa con acabados plateados marca Lenovo, pero además marco a conseguido un celular y también ha logrado contratar el internet en el cuarto que renta. Y ¿adivine qué? Ha recuperado la nube, ¿se acuerda? Si, aquella nube con los datos filtrados de la NASA, Marco lo recuerda muy bien, “el proyecto Viling.” Llego la hora de obtener respuestas.
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