“Son tres «muchos» y tres «pocos» los que destruyen a las personas: Mucho gastar y poco tener, Mucho hablar y poco saber, Mucho presumir y poco valer” —Proverbio español
El Dr. Johanes Vermish recordaba con cierto rencor lo que había acontecido con su mentor Nikolái Chernyj, apenas con 38 años de edad había sido nombrado nuevo director del Observatorio Astrofísico de Crimea.
Vermish no era ajeno a las teorías de Nikolái acerca de aquel asteroide, desde luego él no había presenciado el fenómeno, pero creía fielmente en las teorías que había escuchado de Nikolái, y con el descubrimiento de un nuevo satélite en Júpiter él le daba vuelta nuevamente a la teoría.
Para él era muy plausible que en ese planeta existiera una ra-za de seres inteligentes, tenía que ser una inteligencia mil veces más avanzada que la nuestra y millones de años más antigua. ¿De dónde saldrían tales conjeturas? Pues bien, vermish postulaba la idea de que era una especie lo suficientemente inteligente y con los alcances tecnológicos suficientes como para camuflajear su planeta, es decir, hacerlo invisible al resto de habitantes del universo.
Esto querría al mismo tiempo decir que allá afuera había varias civilizaciones hostiles de las cuales había que protegerse.
Vermish era todo un Ufólogo reconocido, había dedicado gran parte de su carrera al estudio del fenómeno Ovni y sabía de antemano que si el gobierno ruso había atacado a su maestro era por que algo había de cierto en sus historias.
Vermish era un veterano en el área, era autor de varios libros entre ellos la guia de supervivencia espacial, en donde había descrito varias razas alienígenas, posibilidades de vida en el espacio, distintos entornos para el desarrollo de la vida y desde luego planetas.
Es por ello que, para él, el proyecto Viling y en particular la misión Prometeo III habría una posibilidad, la posibilidad de estudiar un entorno diferente y comprobar su teoría de que la vida puede no estar ligada totalmente al carbono.
En otras palabras, que pueden existir formas de vida en ambientes que para el ser humano y en general para todos los habitantes de la tierra incluyendo los extremófilos, son hostiles.
Aunque claro si su teoría resultaba cierta la misión sería un riesgo total y es probable que los participantes no regresaran nunca por ello necesitaba personas prepara das pero que al mismo tiempo fueran descartables. Por aquello de que fueran apresados por seres de otro planeta. Por eso había elegido a Helena y a Urmakof.
Con Helena había trabajado muy de cerca y ciertamente era valiosa, pero no cedió a sus sutiles intentos por seducirla, cada vez que se intentaba acercar era o insinuar algo s****l, Helena se limitaba a hacerse la desentendida, pero al mismo tiempo dejando en claro que la relación era de trabajo.
Habían pasado por lo menos un par de años asi, asi es que de cierta manera enviarla a ella a la misión no era más que su propia versión de la frase “si no es para mí, no será para nadie”.
Claro esta no fue fácil convencerla, la chica era muy indecisa y aunque él se lo planteaba como si fuera la gran oportunidad de su vida, ella tenía planes, si planes de viajar, planes de vacaciones en familia y planes de casarse, si, de casarse, algo que lo molestaba sobremanera, pues si bien nunca había tenido intenciones de casarse con ella, si la quería de forma s****l, asi que no iba a permitirlo.
Gastaría miles de dólares en una prostituta, una chica de veintidós años con una cara preciosa y angelical, un cuerpo voluptuoso, pero no vulgar ni exagerado, aquella joven parecía un ángel, pero con ciertos toques infernales.
La conocía muy bien, la había contratado varias veces, aquella chica no era barata, no de esas prostitutas que se paran en una esquina a esperar quien las levante, era una chica exclusiva, de esas que brindan servicios a políticos, empresarios y en general a los más adinerados.
En esa ocasión el contrato no sería el común, tenía que seducir al novio de helena, salir con el varios dias y finalmente llevarlo a un restaurante, restaurante en el que, por obra de la casualidad, se reuniría también con helena y otros colegas para discutir cuestiones de trabajo.
Aquello fue demasiado fácil y salió perfecto, demasiado perfecto, aquel día Elena estaba muy descompuesta, Vermish insistió en quedarse con ella, la llevo a un bar y estuvieron tomando varios tragos, posteriormente Vermish intentaría llevarla algún hotel, pero sin éxito alguno, Helena quiso que la llevara a casa.
Vermish había perdido la paciencia con Helena, tendría que ir a la misión Prometeo III si o si, asi que para coaccionarla utilizo como último recurso decirle que si no aceptaba estaba fuera del equipo.
En cuanto a Joseph Urmakof, lo había conocido en uno de sus viajes a ucrania, sabía que estaba a cargo de la reparación de las aeronaves del programa espacial ruso, asi que tenía un amplio conocimiento, pero la primera impresión no fue la adecuada.
Para Vermish, Urmakof era el típico graciosito que de todo quiere hacer chiste y que se siente el gran galán por que los demás le festejan las cosas, Vermish no lo toleraba, a ciencia cierta el propio Vermish no sabía explicar que era lo que le desagradaba, pero la verdad es que veía en Urmakof reflejadas todas y cada una de las características de los diferentes Bully de sus años colegiales, oh si, Vermish había sufrido bastante durante su etapa estudiantil, era el típico niño regordete muy estudioso que no tenía amigos porque todo el tiempo hablaba de la escuela, aparte caía mal porque si alguien hacia algo él era el que señalaba, si todos quedaban de acuerdo en no decir nada, él decía nombres y detalles, asi que era muy reconocido por los maestros sí, pero odiado por sus compañeros de clase.
Sin embargo, Vermish era muy táctico, había aprendido a serlo, haría creer a Urmakof que era alguien valioso y en cuanto tuviera oportunidad se desharía de él y la oportunidad llego.
Caso contrario a Helena, no fue tan difícil convencer a Urmakof, el tipo tenía la capacidad intelectual de una Vaca, básicamente le vendió la idea del Prometeo III como unas vacaciones espaciales, y le dijo que no había otra persona más capaz que él, y el tipo se lo había creído.
Vermish había mandado a Helena y a Urmakof a lo que él consideraba una muerte segura en el espacio. Pero con la consigna de reportar y enviar evidencia de todo lo que encontraran, vieran o supieran, sin que tuvieran necesariamente que pasar el reporte a la NASA, no, Vermish quería la gloria y no pensaba compartirla con nadie más.