“Esperamos que pueda suceder cualquier cosa, y nunca estamos prevenidos para nada”. —Sophie Soynonov
Marco Guillén no era ningún tonto, sabía que había encontrado algo, no sabía qué, pero algo, afortunadamente había hecho un respaldo y lo había enterrado en su jardín, así que dejó pasar un par de días y habiendo buscado en cada rincón de la casa, cámaras ocultas o micrófonos, fue a buscar y si ahí estaba, enterrado en una bolsa de plástico, de esas que son para la cocina, que tienen ese cierre hermético, ahí en el jardín, junto al árbol, un terabyte de preciada información; lo volvió a cubrir y lo dejó ahí de momento, no tenía caso sacarlo por ahora.
Siguió asistiendo con normalidad a la universidad, sus padres estaban muy molestos con él, no iban a comprarle otra computadora así que regularmente tenía que ir a casa de un amigo. fue en una de estas visitas cuando un par de agentes, iguales a los que lo habían detenido lo abordaron.
–¿Es usted Marco Guillen? –, Dijo uno de ellos.
Marco no sabía si correr o no, estaba pálido uno se acercaba por atrás el otro, el que le hablo por delante, hizo un movimiento de cabeza diagonal y errático como queriendo decir que si y que no al mismo tiempo.
El agente sonrió, pero no con una sonrisa cálida, fraternal o amigable, si no más bien, con ese tipo de sonrisa, burlona y áspera, como si ver el terror en el rostro de aquel joven le causara placer y satisfacción al mismo tiempo.
Se preguntaba si nuevamente lo llevarían a prisión y ahora con que excusa. De pronto, lo asaltó una idea terrible seguramente habían cateado nuevamente su casa y habían encontrado el disco duro en el patio, no podría recordar en ese momento si lo había cubierto adecuadamente para que no se viera la tierra removida, o algún rincón que olvidara haber revisado, pero sabía muy bien que no podía delatarse así mismo, así que hizo gran esfuerzo por recuperar la compostura; en un aire entre falsa valentía y estupidez, tal como si fuera un animal herido y acorralado por su depredador dijo:
–ya sabe quién soy ¿Qué sentido tiene su pregunta? –
–tranquilo– dijo el agente –no te pongas rudo o ¿acaso nos escondes algo?
Sus palabras mostraban severidad y sarcasmo al mismo tiempo
–no–, contesto Marco tembloroso, sintió sudar las palmas de sus manos y un escalofrío recorrió todo su cuerpo se descubrió a si mismo temblando ante la sonrisa cada vez más aterradora de aquel agente y esa mirada que penetraba, que llegaba hasta el alma misma, propia de un avezado cazador que acaba de encontrar una presa fácil.
–Droga ¿quizá? –, dijo nuevamente el agente.
Marco respiro un poco, esa pregunta lo había liberado, –que estúpido soy-, pensó, –he estado a punto de delatarme, no saben nada del disco– se recompuso y dijo con firmeza y seguridad, aunque sin dejar de temblar; –No señor, yo no me drogo–.
La sonrisa de aquel agente se desvaneció en segundos, se percató de que la presa se había soltado, fue rápidamente invadido por la ira, no una ira descomunal, pero si lo suficiente para causar una ligera molestia, después de todo él era la ley, la autoridad, tenía en sus manos la vida de aquel muchacho altanero y tenía que enseñarle a respetar, así que cerró fuertemente el puño y en menos de lo que pudo pensar esta yacía hundido en el abdomen del joven, entonces la sonrisa regreso de golpe a su rostro.
Marco no lo vio venir, no tuvo tiempo de reaccionar en apenas milésimas de segundo yacía de rodillas en el suelo, tosiendo, jadeando, babeando, no recuerda haber sentido un golpe así en ninguna de las peleas escolares que antes había tenido, y mira si habían sido varias, pero por primera vez sentía un golpe cargado con pura maldad, con ganas de lastimar.
El agente se dio cuenta que la gente comenzaba a mirar, así que abrió el saco y del interior sacó un sobre, Marco no pudo mirar eso, solo vio caer el sobre al lado suyo.
–Solo venía a entregarte eso–, Dijo con vos déspota y sin dejar de sonreír, –Cuídate y no te metas en problemas, te estaré vigilando–, dijo mientras ambos agentes se alejaban y se subían al auto.
Marco tardo en reincorporarse, varias personas se acercaron para ver que le pasaba, él les decía –estoy bien, no se preocupe–.
Cuando por fin pudo reincorporarse, tomó el sobre, sacudió su pantalón y caminó a casa.
El temblor tardo en desvanecerse unas cuantas horas, estaba lleno de impotencia, de rabia, pero sabía que había hecho lo correcto al no responder y quedarse en el piso, no podía quitar de su cabeza la sonrisa de aquel agente, todavía sentía un poco de dolor en su abdomen, esta sensación duraría varios días.
Cuando llegó a casa la primera persona a la que encontró fue a su madre, ésta volvió el rostro para encontrar a su hijo pálido, hinchado, con los ojos rojos.
–¿Qué te paso? –, pregunto preocupada.
–Me asaltaron–, fue lo primero que se le ocurrió responder
–¿Cómo?, ¿Estás bien? –, dijo la madre.
–sí, solo, déjame en paz–, Sin darse cuenta la voz de Marco se había vuelto iracunda.
–Pero, esto no puede quedar así, habrá que ir a poner la denuncia, deja me pongo algo–.
–¡Que No! –, alzó la voz, –¡solo déjame en paz! – Grito.
Apretó el paso hacia su cuarto, cerró la puerta de golpe, colocó el seguro y se recargó en es ésta, la ira se convirtió en llanto, no un llanto de tristeza o melancolía, era un llanto de impotencia y desesperación.
No supo cuántas horas paso mirando aquel sobre ni lo que contenía aquella carta, lo que si notó es que tenía el sello de la CIA y el FBI, y en la parte en donde está la pestaña de cierre de sobre, de forma intermedia entre la línea de cierre se leía en letras holográficas la palabra “CONFIDENTIAL”.
Al día siguiente Rulo, el amigo con el que había estado haciendo las tareas lo abordó con cierta pena y le dijo:
–Oye puedo hablar contigo–.
A Marco esto lo sorprendió, habían sido amigos de toda la vida ¿por qué le pediría permiso?
–Claro–, Contesto.
–Es que, no sé porque, no me dio una explicación al respecto, pero mi mamá ya no quiere que vayas–
Se hizo un silencio prolongado y muy incómodo. Wow, eso sí era nuevo, el día anterior Marco, Rulo y su madre habían estado comiendo juntos riendo y platicando anécdotas y ahora esto, bueno seguramente la madre había observado lo que sucedió con el agente, pero, tratándose de cierta amistad, lo menos que esperarías es que te pregunten ¿Qué paso? Mas no que de buenas a primeras te digan que ya no puedes entrar.
Lo cierto es que, desde su detención, se había regado el rumor tanto en la colonia como en la universidad de que Marco Guillén era un ávido vendedor de droga, había pues como suele suceder, versiones encontradas entre la gente que lo conocía y la gente que lo había tratado alguna vez o aquella que en su vida nunca lo había visto.
En algunas historias era el típico vago que se la pasaba invitando a los demás a consumir gratis primero para después comenzar a venderles dosis cada vez más fuertes, mientras en otras era el poderoso capo que controlaba todo un modus operandi y que cobraba plazas.
No nada más eso, sino que a lo largo de tres semanas había pasado por vendedor de droga, traficante de armas, había estado involucrado en al menos tres asesinatos, hay quien dijo que había sido acusado de violación e incluso de distribuir p*********a infantil, claro, todo aquello sin prueba alguna.
Las historias habían venido cobrando fuerza sin que el propio Marco lo supiera, sin embargo, si había habido cambios sutiles, personas que antes le hablaban bien ahora preferían guardar las distancias, maestros para los que él había sido un alumno destacado ahora lo hacían a un lado de las participaciones y si bien nadie le decía abiertamente lo que sucedía, Marco si notaba como todo iba cambiando poco a poco.
Esa tarde llego de la escuela, estaba de mejor humor, su madre había preparado su platillo favorito; Pichangas, es una especie de platillo que consiste en carne de res cortada en cubos, aceitunas, queso, tomate y palta. Es un platillo típico de la región.
Se sientan a la mesa, y después de comer su madre lo mira con severidad y le dice –¿hay algo que no me estas contando? –.
A lo que el responde –No, nada, solo ha sido un mal día.
Sonia no haría más comentarios al respecto, ella estaba preocupada, sabía que su hijo estaba metido en grandes problemas, pero no creía que fuera por drogas, también sabía que no podría ayudarlo mientras él no le dijera la verdad de todo aquello, de aquel cateo, de lo que había pasado ayer, había subido a su cuarto, lo había inspeccionado, también había visto el sobre, el cual le llamo mucho la atención, pero decidió no hacer nada y esperar.
Sin decir más, Marco subió a su cuarto, dejó la mochila en un rincón y fue al cajón en el que había dejado la carta, estaba ahí, el sobre seguía cerrado, suspiro, abrió el sello del sobre, dentro había una carta muy breve, no fue difícil leerla, Marco era muy bueno con el inglés, la carta decía lo siguiente:
–“Estimado señor Marco Guillen Arpa
Por medio de la presente reciba usted un cordial saludo, al mismo tiempo le informo que después de enterarnos que usted logro vulnerar el sistema de seguridad de la NASA, hemos decidido que su talento no debe desperdiciarse, ni permitir que caiga en manos del crimen organizado.
Es por ello que le ofrecemos integrarse al sistema de formación de agentes especializados en informática de la Agencia Central de Investigación, para ello deberá acudir a la brevedad al consulado de los Estados Unidos de América a solicitar su VISA, misma que le será facilitada con el folio AC-2501456 B, posteriormente deberá acudir al aeropuerto y solicitará su boleto prepagado con el siguiente folio CIA-D3-845-Chile-Mex-EUA 34879 cuando llegue a su destino nuestros agentes lo estarán esperando con una comitiva que lo trasladara a nuestro centro de formación.
Cabe señalar que una vez acreditado el curso, el cual tiene duración de un año, usted recibirá una VISA de residencia permanente con la cual podrá entrar y salir del país, así como recibir y hacer visita a amigos y familiares.”–
La carta estaba firmada por John Brennan, director de la CIA.
Lo cierto es que el plan como usted debe de intuirlo era esperar a Marco en el aeropuerto y ahí hacer la detención, pues si bien la CIA no tiene jurisdicción en Latinoamérica, donde las leyes son de cierta manera más flexibles en cuanto a la navegación en internet, llegando a Estados Unidos es muy diferente.
A lo largo de la historia lo han hecho así, gente que hoy busca cosas como “¿Cómo se arma una bomba?” por pura vaguedad y ocio, dentro de algunos años viaja de vacaciones a Estados Unidos solo para ser detenida e interrogada.
Sin embargo, Marco sabía que estaba perdido y que tenía poco tiempo, de no aceptar la invitación que le hacia la CIA de cualquier manera no lo dejarían tranquilo, lo buscarían y seguramente lo matarían, sabía que tenía que huir.
Así que decidió actuar, bajó corriendo la escalera y si bien no le mostró la carta a su madre, le dijo que había recibido una invitación de la CIA para un programa de intercambio, con una cara de felicidad bastante convincente.
La misma historia en la escuela pues bien sabía que estaba siendo vigilado, había visto varias veces agentes dialogar con sus maestros y con otros de sus compañeros así que tenía que hacer notar que el plan iba viento en popa.
Acudió a sacar su VISA, pasaporte, el trámite le fue facilitado, no le pidieron grandes documentos, no lo hicieron dar vueltas como a muchos ciudadanos y aparte fue muy rápido, el documento se expidió al instante, había una orden expresa de hacerlo así, llego al aeropuerto y solicito su boleto, sabía que tendría compañeros de viaje, de eso no había duda, que lo vigilarían durante el trayecto, por ende tendría que ser muy astuto.
A su madre aquello no le gustaba mucho, presentía que no era bueno, lo sabía, pero tuvo que fingir estar orgullosa de su hijo y apoyarlo en su decisión. Claro eso no evitó que lo cuestionara varias veces, incluso lo acompañó durante el proceso para cerciorarse de que no había nada extraño, para Marco la cuestión era simple no quería ponerlos en peligro, debía irse, tenía que hacerlo.
No podía confiar en nadie, entonces desde las computadoras de una biblioteca, tomó su disco duro y subió la información en un archivo comprimido y con contraseña a una nube, tardó casi todo el día, así que tuvo que sobornar al encargado. Después formateo el disco, lo desarmó, rompió el disco interno, pues sabía que la información podría recuperarse y volvió a enterrarlo en el jardín, tirarlo en la basura era muy arriesgado.
Llegó el día de marcharse, se despidió con mucho entusiasmo de su familia y abordó el avión que lo llevaría a su destino.