Capítulo 28.

1034 Words
CENIZAS QUEDAN ALAN Mamá acaba de informarme sobre mi hermana y ella ya está aquí, supongo que soy su único apoyo en este momento, no puedo defraudarla. — Sé que debí llamar antes de venir, pero no podía esperar a que mamá te pusiera en mi contra — dice mi hermana — De hecho, hermanita, acabo de colgarle el teléfono, creo que no le gustó mi negativa a sus planes. — ¿De verdad? Qué bueno que vine… Que vinimos, mejor dicho — ¿Vinimos? Eso quiere decir que… — ¡Hola, tío Alan! — expresa mi pequeña sobrina de 6 años — Hoy es el me día de mi vida, me alegra tanto que estés aquí, Renata, ven, dame un abrazo — Te extrañé mucho, tío — ¡Hey, hey, hey! ¿Y para mí no hay abrazo? — cuestiona Manuel — Tío, Manuel, ahora ya podrás enseñarme el truco de magia que me prometiste — Pero claro que sí, princesa, vamos a la cocina por unas galletas — ¡Síiiii! Manuel se lleva a la niña, muy oportuno, y Sandy y yo nos quedamos a platicar. — Entra, por favor, ¿O quieres quedarte allí? — Gracias, la verdad no quiero causar molestias, estaba pensando quedarme en un hotel — De ninguna manera, eres mi hermana y siempre serás bien recibida en mi casa — No sé qué haría sin tí — Ir a un hotel. — Respondo en tono de broma — Pero cuéntame, ¿Qué fue lo que pasó? — Pues es que Esteban y yo tenemos muchos problemas, ya sabes — No sé, por eso te pregunto, pero quítate los lentes, aquí adentro no los necesitas — No, es que tengo una alergia y prefiero dejármelos. Ella suele usar lentes para protegerse del sol, pero es extraño que no se los quite, eso de la alergia es puro cuento que ni ella se cree. — Sabes que no te creo, anda, quitatelos, quiero verte — No, es que, yo… — ¿Qué es lo que tratas de ocultar, Sandy? ¿Por qué no confías en mí? Sabes que jamás te jugaría — No es falta de confianza, Alan, es sólo que… estoy tan avergonzada Ella se quita los lentes y al fin puedo ver su bello rostro con moretones. — ¡Ese infeliz se atrevió a tocarte! ¡Lo sabía! ¡Sabía que ese imbécil no era el adecuado para ti! — Cálmate, Alan, por favor, no quiero que Renata lo sepa Ella comienza a llorar y yo la abrazo tan fuerte como puedo, quisiera ir tras Esteban y agarrarlo a golpes para que sufra lo mismo que mi hermana, ¡maldito bastardo! — Perdón, me alteré, es que no puedo creer que… — respiro y me controlo, luego cambio mi actitud. — ¿Te ofrezco algo de comer? — Por favor, fue un largo viaje — Traeré algo para los golpes y… — No te preocupes, de venida llegue a una farmacia, había un doctor allí que me revisó y dijo que en poco tiempo sanaré — Vamos a la cocina, entonces. Alan también ve a Sandy y me hace señas para saber si iremos tras el infeliz que se atrevió a ponerle una mano encima, pero le indico que no y disimulamos delante de la niña. — Mi mamá tiene una enfermedad en los ojos, tíos, el doctor dya le dió medicamento, estará bien, no se preocupen, ¿Cómo dijo que se llama tu enfermedad, mama? Conju, canj… no sé pronunciarlo porque es muy raro — Conjuntivitis, mi amor — responde Sandy — Ah, sí, esa enfermedad es muy conocida, a nosotros nos dió hace tiempo — menciona Manuel Avisamos a nuestras novias que hoy no podremos ir a verlas, pues debemos preparar las habitaciones donde se quedarán mis visitas, ellas deben estar cansadas luego de viajar durante la noche. — Manuel y yo pensamos que ustedes pueden descansar en nuestras habitaciones mientras nosotros nos encargamos de acondicionar las otras recámaras — No, ¿cómo creen? No queremos causar molestias — De ninguna esa es una respuesta aceptada — dice Manuel llevándola hacia las habitaciones — Ustedes duerman y nosotros nod encargamos de todo — Tío, ¿Yo puedo dormir en tu habitación? — me pregunta Renata — Por supuesto, lo mío es todo tuyo Las dejamos descansar y Manuel y yo nos vamos de compras. — La recámara de Renata debe ser color rosa, porque ese es su color favorito — sugiere Manuel — Yo no sé mucho de esas cosas, pero este colchón es muy cómodo — Creo que debimos invitar a Fabi y a Valeria para que nos ayudaran — Lo pensé, pero a lo Valeria se hubiera sentido incómoda por tener que salir — Eso es muy cierto, aunque ha tenido avances — Sí, pero no debemos presionarla — Entonces, pidámosle ayuda a las vendedoras — De acuerdo… EDUARDO Al parecer hoy no vendrán Alan y Manuel, quizá pueda intentar acercarme a Fabi para averiguar si aún siente algo por mí, pues aunque trato de mantenerme al margen, no puedo, la pienso a cada instante, quiero besarla y abrazarla, tengo tantas ganas de escucharla decirme que le ama y si me pongo a analizar su noviazgo, no la he escuchado decir que ama a Manuel, eso me da esperanza. — Fabi, quisiera hablar contigo — Sí, Eduardo, ya te traje mi cuaderno de notas donde tengo todo lo del caso de la Vale — Muchas gracias, aunque lo que quiero hablar no es sobre eso — ¿Entonces? — Bueno, tú sabes, cuando me fuí ocurrieron cosas que quiero aclararte — Ay, Alan, la verdad es que eso ya no importa, yo ya tengo un novio al que adoro y él a mí — ¿Lo adoras? ¿No lo amas? — Bueno, es un decir — No trates de engañarte a ti misma, Fabi, algo me dice que aún podemos ser felices tú y yo — No, Alan, tú y yo no piede ser, lo siento Fabi se retira mientras yo intento detenerla. — Fabi, no te vayas… Se fue, pero su actitud sólo me demuestra que donde fuergo hubo, cenizas quedan.
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