Capítulo 26.

1085 Words
EL RIVAL EN AMOR EDUARDO La sesión de hipnosis continúa. “...Mi celular suena, debe ser Karina, mi novia, a quien no he visto desde el funeral por estar buscando a mi hermana. — Eddy, mi amor, ¿dónde has estado? — Recién llegué de la fiscalía — ¿Otra vez allá? Ellos te llamarán cuando tengan noticias — Lo sé, pero no puedo quedarme de brazos cruzados — Te entiendo, mi cielo, pero no deberías pensar tanto en eso, ¿por qué no vienes a verme? — Será en otra ocasión, estoy muy cansado — Pensé que querrías ver las invitaciones para nuestra boda — Karina, ¿si entiendes la gravedad de mi situación familiar, verdad? — Sí, Eddy, pero no creí que quisieras posponer nuestra boda — ¿Sabes qué? Hablamos luego, voy a dormir — Sueña conmigo, bebé — Fabi me ha acompañado para dejarme mi ropa limpia en mi recámara — Fabi, por favor, no estoy para nadie — Sí, joven, y con todo respeto, pero su novia no es muy comprensiva que digamos — Ahora me doy cuenta — Bueno, nunca es tarde para cambiar de opinión — Entiendo lo que dices. Voy a cambiarme, en un momento estaré con ustedes para beber ese té — Sí, joven, yo le prepararé un panecito tostado con mermelada, me queda delicioso — Fabi, ¿cuándo comenzarás a tutearme? — No podría, joven, usted es el patrón — Y mi hermana también y ella hasta secretos le cuentas — Es diferente, joven, ella es mi amiga — ¿Así que no me consideras tu amigo? ¡Qué raro! Si tú sabes todo de mí — Joven, se le va a enfriar el té, mejor dese prisa — Bien, pero me has ofendido y mucho…” — Ahora, Eduardo, vas a regresar cuando termine de contar hasta tres, uno, dos, tres… Despierto y estoy ansioso por ver el video de mi sesión de hipnosis, aunque no se si sea correcto que yo lo vea, ya que soy el paciente. Me quedo con el doctor un rato más mientras analizamos todo lo que viví en ese entonces, la charla me deja con una sensación de paz y regreso a casa para buscar a Alan y la felicidad de mi hermana. Primero trato de hablar con Valeria sobre todo lo que pasó con Alan y la supuesta esposa, poco a poco le voy haciendo ver que las personas malintencionadas sí existen, así que, aunque no logré que aceptara la idea de una reconciliación entre ambos, la dejé pensando en las posibilidades. VALERIA Eduardo también está tratando de hacerme volver con Alan, no sé qué le pasa a todo el mundo que creen que pueden meterse en mi vida y cuestionar mis decisiones. Aunque tengo que admitir que quizá tenga razón, nadie hace tanto por alguien sin interés alguno y mira que tenerme paciencia, regalarme libros y haberme conseguido al mejor psiquiatra del país han sido acciones nunca esperadas hacia mí, pues, creía que jamás alguien me volvería a ver ni mucho menos que se quedaría luego de saber de mi locura. Entonces, ¿Qué debo hacer? EDUARDO Pese a la negativa de Valeria por hablar con Alan, yo estoy afuera de su casa esperando que me reciba para al fin conocerlo, hago sonar el timbre y me percato que alguien se aproxima. — Buenas tardes, ¿Puedo servirle en algo? — cuestiona el hombre que abrió, ¿Será el tal Alan? Es slgo diferente a como lo imaginé, pero es amable. — Buenas tardes, ¿Es usted Alan? — pregunto — ¿Yo? Ni loco, — responde — ¡Alan, te buscan! — grita — Pase por favor, yo soy Manuel, el mejor amigo de Alan, ¿Acaso, tiene algún problema con él? — este debe ser el novio de Fabi, mi rival en amores, pero no vine para pelear con él, así que respiro y respondo — Oh, no, de ninguna manera, todo lo contrario — ¿Todo lo contrario? No comprendo — Manuel, deja de molestar a mi visita — llega un sujeto, él debe ser Alan — soy Alan, ¿Me buscaba? — Sí, mucho gusto, me presento, Eduardo de los Ángeles — ¡Cuñado! Digo, mucho gusto — Tenía muchas ganas de conocerlos, Tina me ha hablado mucho de ustedes, y personalmente, quería agradecerte, Alan, por haber conseguido al mejor psiquiatra parte mi hermana — Ha sido todo un placer, además, no hay nada que no hiciera por ella, aunque por ahora… — No te preocupes por ello, estuve hablando de tí con Valeria y sé que mis palabras la harán entrar en razón — Te agradezco, ¿Deseas tomar algo? — Me encantaría, pero no quiero que mi hermana me vea por aquí, podría tomarlo a mal, será en otra ocasión — Como prefieras — ¿En serio? Porque ya nos serví a todos — dice Manuel — Bueno, entonces, ¿Cómo desairarte? Pero sólo será una copa — respondo — ¡Salud! — Brindamos por el gusto de conocernos al fin — Valeria habla muy bien de tí, te admira tanto — expresa Manuel y la conversación sigue por un par de horas más sin querer. Me siento un poco mareado, apenas llegué y ya me puse mi primer borrachera, ¡qué vergüenza! Marco a la casa para avisar que estoy bien y en excelente compañía… a veces, Valeria me recuerda a mi madre, que en paz descanse. — Eduardo, ¿Dónde te metiste? — cuestiona ella enojada y con justa razón — Perdón, es que vine a visitar a unos amigos y… — ¿Amigos? ¿Cuáles amigos? — Unos muy buenos que acabo de conocer — ¡Y luego dicen que la loca soy yo! ¡Ven acá de inmediato! — Quisiera, pero no puedo — ¿Por qué? ¿Te pasó algo? — Sí, sólo que todo me da vueltas — ¿Estás hebrio? Ay, Eduardo, dime dónde estás para ir por tí — Aquí — ¿Aquí dónde? — Sé que Valeria está en su habitación y le hago señas para que me vea desde la casa de Alan y Manuel. — No te muevas de allí. VALERIA ¡No puedo creer Eduardo me hiciera ésto! Me siento tan presionada para acceder a escuchar al cretino, mentiroso ese de Alan, no entiendo por qué se empeñan tanto en eso, él me engañó y mi familia debería estar de mi lado, no de el de un extraño.
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