CAPÍTULO TRES Reece estaba parado en el borde de la fosa de lava, mirando hacia abajo con total incredulidad, mientras la tierra se sacudía violentamente debajo de él. Apenas podía procesar lo que había hecho, aún le dolían los músculos por haber liberado la roca, por haber lanzado la Espada del Destino en el hoyo. Acababa de destruir el arma más poderosa del Anillo, el arma de la leyenda, la espada de sus antepasados durante generaciones, el arma del Elegido, la única arma que sostenía al Escudo. Él la había lanzado hacia un pozo de fuego derretido y con sus propios ojos la había visto derretirse, estallar en una gran bola de color rojo y luego, desaparecer en el vacío. Se había ido para siempre. La tierra había empezado a temblar desde entonces y no había dejado de hacerlo. Reece luc