CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO UNO
Thor miraba a Gwendolyn, sostenía su espada a un lado y le temblaba todo el cuerpo. Echó un vistazo y vio que todos los rostros lo miraban asombrados, en silencio —Alistair, Erec, Kendrick, Steffen y una hueste de sus compatriotas— gente que había conocido y amado. Su gente. Sin embargo, aquí estaba, enfrentándose a ellos, con la espada a un lado. Estaba en el lado equivocado de la batalla.
Finalmente, se dio cuenta.
A Thor se le cayó la venda de los ojos cuando las palabras de Alistair resonaron en su interior, llenándolo de claridad. Él era Thorgrin. Un m*****o de la Legión. Un m*****o del Reino Occidental del Anillo. No era un soldado del Imperio. Él no amaba a su padre. Él amaba a todas estas personas.
Sobre todo, amaba a Gwendolyn.
Thor miró hacia abajo y vio su cara, mirándolo fijamente con mucho amor, con los ojos llenos de lágrimas. Se llenó de vergüenza y terror al darse cuenta de que estaba frente a ella, sosteniendo su espada. Las palmas de las manos le ardían por la humillación y el arrepentimiento.
Thor tiró la espada y la dejó caer de las manos. Dio un paso adelante y la abrazó.
Gwendolyn también lo abrazó con fuerza, él la oyó llorar y sintió que sus lágrimas calientes caían por su cuello. Thor se sentía superado por el remordimiento, y no podía concebir cómo había sucedido todo esto. Todo era confuso. Lo único que sabía era que estaba feliz de volver a ser él, de tener claridad y estar de nuevo con su gente.
—Te amo —le susurró ella en el oído—. Y siempre lo haré.
—Te amo con todas mis fuerzas —contestó Thor.
Krohn lloriqueaba a sus pies y, cojeando, fue a lamer las manos de Thor; Thor se agachó y le dio un beso en la cara.
—Lo siento —le dijo Thor, al recordar que lo había golpeado cuando Krohn había defendido a Gwendolyn—. Perdóname, por favor.
La tierra, que tan solo unos momentos antes había temblado violentamente, finalmente volvía a la quietud.
—¡THORGRIN! —un chillido cortó el aire.
Thor se giró y vio a Andrónico. Dio un paso al frente, hacia el claro, con el ceño fruncido y la cara roja de rabia. Ambos ejércitos miraban estupefactos y en silencio, mientras padre e hijo estaban uno frente al otro.
—¡Te lo ordeno! —dijo Andrónico—. ¡Mátalos! ¡Mátalos a todos! Soy tu padre. ¡Hazme caso a mí y solamente a mí!
Pero esta vez, mientras Thor miraba fijamente a Andrónico, algo era diferente. Algo cambió por dentro. Thor ya no veía a Andrónico como su padre, como un m*****o de la familia, como alguien ante quien debía responder y por dar su vida, lo veía como a un enemigo. Un monstruo. Thor ya no sentía ninguna obligación de dar su vida por este hombre. Al contrario: sentía una rabia ardiente contra él. Aquí estaba el hombre que había ordenado el ataque a Gwendolyn; aquí estaba el hombre que había matado a sus compatriotas, que había invadido y saqueado su patria; aquí estaba el hombre que se había apoderado de su propia mente, que lo había mantenido como rehén con su magia negra.
Este no era un hombre al que amara. Al contrario, era un hombre al que deseaba matar más que nada en la tierra. Fuera su padre o no.
Thor se sintió de repente inundado de rabia. Se agachó, recogió su espada y fue a toda velocidad a través del claro, dispuesto a matar a su padre.
Andrónico miraba sorprendido cómo Thor iba a la carga, espada en alto y la bajaba con ambas manos, con toda su fuerza, en dirección a su cabeza.
Andrónico levantó su enorme hacha de batalla en el último segundo, la giró hacia un lado y paró el golpe con su asta metálica.
Thor no cedió: esgrimió su espada una y otra vez, yendo a matarlo, y cada vez Andrónico elevaba su hacha y lo bloqueaba. El gran sonido metálico de las dos armas enfrentándose se escuchaba en el aire, mientras ambos ejércitos observaban en silencio. Volaban chispas con cada golpe.
Thor gritaba y refunfuñaba, usando todas las habilidad que tenía, con la esperanza de matar a su padre allí mismo. Tenía que hacerlo, por él, por Gwendolyn, por todos aquellos que habían sufrido a manos de este monstruo. Con cada golpe, Thor quería, más que cualquier otra cosa, acabar con su linaje, con su origen, empezar de cero otra vez. Elegir a un padre diferente.
Andrónico, en la defensa, solo bloqueaba los golpes de Thor y no contraatacaba. Evidentemente, se estaba resistiendo a a****r a su hijo.
—¡Thorgrin! —dijo Andrónico, entre golpes—. ¡Tú eres mi hijo! No quiero hacerte daño. Soy tu padre. Me has salvado la vida. Te quiero vivo.
—¡Y yo te quiero muerto! —gritó Thor en respuesta.
Thor blandía la espada hacia abajo una y otra vez, haciéndolo retroceder a través del claro, a pesar del gran tamaño y fuerza de Andrónico. Aun así, Andrónico no la esgrimía hacia Thor. Era como si esperara que Thor volviera a él otra vez.
Pero esta vez, Thor no lo haría. Ahora, por fin, Thor sabía quién era él. Por fin, las palabras de Andrónico estaban fuera de su cabeza. Thor prefería estar muerto que a merced de Andrónico otra vez.
—Thorgrin, ¡tienes que parar esto! —gritó Andrónico. Volaron chispas por su cara cuando bloqueó un golpe especialmente violento con la cabeza de su hacha—. Me obligarás a matarte y no quiero hacerlo. Tú eres mi hijo. Matarte sería como matarme a mí mismo.
—¡Entonces mátate a ti mismo! —dijo Thor—. ¡O si no quieres, entonces yo lo haré por ti!
Con un gran grito Thor dio un salto y dio una patada en el pecho a Andrónico con los dos pies, haciéndolo que se tambaleara y cayera de espaldas.
Andrónico miró para arriba, como aturdido de que esto pudiera haber pasado.
Thor estaba sobre él y levantó su espada en alto para acabar con él.
—¡NO! —chilló una voz. Era una voz horrible, parecía como si surgiera desde lo más profundo del infierno y Thor echó un vistazo y vio a un hombre entrando en el claro. Vestía una túnica larga escarlata, tenía la cara escondida tras una capucha y un gruñido sobrenatural salía de su garganta.
Rafi.
De alguna manera, Rafi había logrado regresar de su batalla con Argon. Estaba ahí parado, con los brazos abiertos a los lados. Se le bajaron las mangas al levantar los brazos, dejando al descubierto una piel pálida y cubierta de ampollas, que parecía como si nunca hubiese visto el sol. Emitió un sonido horrible desde lo profundo de su garganta, como un gruñido y, cuando abrió totalmente la boca, este se hizo más y más fuerte hasta que llenó el aire, el timbre bajo vibraba y hacía que a Thor le dolieran los oídos.
La tierra comenzó a temblar. Hizo que Thor perdiera el equilibrio mientras toda la tierra se movía. Siguió las manos de Rafi y vio ante él una visión que nunca olvidaría.
La tierra comenzó a dividirse en dos, se abrió un gran abismo, que se separaba cada vez más y más. Al hacerlo, cayeron soldados de ambos bandos, gritando mientras eran arrojados en la creciente g****a.
Un brillo naranja surgió de debajo de la tierra y se oyó un siseo espantoso mientras salía vapor y niebla.
Allí apareció una sola mano, emergiendo de la g****a, agarrándose a la tierra. La mano era negra, estaba llena de bultos, desfigurada, y cuando logró subir, Thor vio horrorizado cómo de la tierra emergía una criatura horrible. Tenía forma humana, pero era totalmente negra, con grandes ojos rojos y colmillos largos y rojos. Una larga cola negra se arrastraba tras ella. Su cuerpo estaba lleno de bultos, y parecía un c*****r.
Reclinó la cabeza y soltó un rugido horrible, como el de Rafi. Parecía ser una especie de muerto viviente, convocado desde las profundidades del infierno.
De repente, detrás de esta criatura, salió otra. Y luego otra.
Miles más de estas criaturas salieron a la superficie, tratando de subir desde las entrañas del infierno, un ejército de muertos vivientes. El ejército de Rafi.
Poco a poco, se colocaron al lado de Rafi, quedando frente a Thorgrin y a los demás.
Thor miraba atónito a este ejército que estaba frente a él; mientras estaba allí quieto, con su espada aún en alto. De repente Andrónico salió rodando de debajo de él y volvió con su ejército; era evidente que no quería tener que enfrentarse a Thorgrin.
De pronto, las miles de criaturas se abalanzaron sobre Thor, inundando el claro, y se dirigieron a matar a Thor y a toda su gente.
Thor reaccionó y levantó su espada en alto cuando la primera criatura saltó hacia él, gruñendo, con las garras extendidas. Thor se apartó, esgrimió su espada y le cortó la cabeza. Cayó al suelo dando tumbos, inmóvil, y Thor se preparó para el siguiente.
Estas criaturas eran fuertes y rápidas, pero de uno en uno no eran rivales para Thor y los hábiles guerreros del Anillo. Thor luchaba contra ellas con destreza, matándolas a diestro y siniestro. Sin embargo, la pregunta era, ¿con cuántas podría pelear a la vez? Estaba rodeado por miles de ellas, que le venían desde todas direcciones, al igual que a todos a su alrededor.
Thor se juntó con Erec, Kendrick, Srog y los otros, todos luchaban uno al lado del otro, cubriéndose las espaldas mientras blandían sus armas de un lado al otro, matando a dos o tres criaturas a la vez. Una de ellas resbaló, agarró a Thor del brazo y lo rasguñó, haciéndolo sangrar, y Thor gritó de dolor, se giró, la apuñaló en el corazón y la mató. Thor era un luchador superior, pero el brazo le punzaba, y no sabía cuánto tiempo pasaría hasta que estas criaturas les pasaran factura.
Pero antes que nada, en su mente, estaba llevar a Gwendolyn a un lugar seguro.
—¡Llévala atrás! —gritó Thor mientras cogía a Steffen, quien luchaba con un monstruo, y lo empujaba hacia Gwen—. ¡AHORA!
Steffen agarró a Gwen y se la llevó arrastrando, a través del ejército de soldados, alejándola de las bestias.
—¡NO! —gritó Gwen, protestando—. ¡Quiero estar aquí, con vosotros!
Pero Steffen obedeció dócilmente, y la llevó arrastrando de nuevo a la retaguardia de la batalla, protegiéndola detrás de los miles de MacGil y de los Plateados, quienes valientemente estaban allí peleando contra las criaturas. Thor, al ver que ella estaba a salvo, se sintió aliviado y volvió a lanzarse a la lucha con los muertos vivientes.
Thor trató de convocar su poder de Druida, para luchar con su espíritu junto con su espada; pero por alguna razón, no pudo. Estaba muy cansado, por su experiencia con Andrónico, por el control mental de Rafi, y su poder necesitaba más tiempo para sanar. Tenía que luchar con las armas convencionales.
Alistair dio un paso adelante, al lado de Thor, subió una mano y la dirigió a la multitud de muertos vivientes. De ella emanó una bola de luz y mató a varias criaturas a la vez.
Levantó ambas manos en varias ocasiones, matando criaturas alrededor de ella, y al hacerlo, Thor se sintió inspirado con la infusión de la energía de su hermana. Una vez más intentó convocar a alguna otra parte de sí mismo, para luchar, no solo con su espada, sino con su mente, con su espíritu. Cuando se acercó la siguiente criatura, él levantó una mano y trató de invocar al viento.
Thor sentía correr el viento a través de su mano y, de repente, varias criaturas salieron volando por los aires, llevadas por el viento, aullando mientras caían en la g****a de la tierra.
Kendrick, Erec y los demás, al lado de Thor, luchaban valientemente, todos mataban a montones de criaturas, igual que todos los hombres a su alrededor, soltando un grito de guerra mientras luchaban con todas sus fuerzas. El ejército del Imperio se quedó de brazos cruzados y dejó que el ejército de muertos vivientes de Rafi peleara por ellos y agotara a los hombres de Thor. Estaba funcionando.
Pronto, los hombres de Thor, exhaustos, luchaban más lentamente. Sin embargo, los muertos vivientes no dejaban de salir de la tierra, en una corriente interminable.
Thor empezó a respirar con dificultad, al igual que los demás. Los muertos vivientes estaban empezando a abrirse camino entre sus filas, y sus hombres estaban empezando a caer. Eran demasiados. Alrededor de Thor se escuchaban los gritos de sus hombres, mientras los muertos vivientes los sujetaban, para hundir los colmillos en las gargantas de los soldados y chuparles la sangre. Con cada soldado que mataba una criatura, los muertos vivientes parecían hacerse más fuertes.
Thor sabía que tenían que hacer algo rápido. Necesitaban invocar un poder extraordinario para contrarrestar esto, un poder más fuerte que el que él o Alistair tenían.
—¡Argon! —le dijo Thor de repente a Alistair—. ¿Dónde está? ¡Debemos encontrarlo!
Thor vio que Alistair se estaba cansando, su fuerza menguaba; una bestia pasó por su lado sin que ella la viera, le dio un golpe del revés y ella cayó, gritando. Cuando la bestia saltó encima de ella, Thor se adelantó, clavó su espada en la espalda de la criatura y la salvó en el último segundo.
Thor alargó una mano y tiró de ella rápidamente hasta ponerla de pie.
—¡Argon! —gritó Thor—. Es nuestra única esperanza. Debes encontrarlo. ¡Ahora!
Alistair le lanzó una mirada de complicidad y corrió hacia la multitud.
Una criatura se acercó sin ser vista, dirigió las garras hacia la garganta de Thor y Krohn se abalanzó y saltó sobre ella, gruñendo, hasta inmovilizarla en el suelo. Otra criatura se lanzó sobre la espalda de Krohn, y Thor la apuñaló y la mató.
Otra criatura saltó a la espalda de Erec, y Thor se abalanzó, la separó, la agarró con ambas manos, la levantó en alto y la lanzó hacia otras criaturas, derribándolas. Otra bestia se dirigió hacia Kendrick, quien no se lo esperaba, y Thor tomó su daga y la apuñaló en el cuello, justo antes de que hundiera los colmillos en el hombro de Kendrick. Thor sentía que esto era lo menos que podía hacer para compensar el haberse enfrentado a Erec y a Kendrick y a todos los demás. Se sentía bien al luchar a su lado otra vez, en el bando correcto; se sentía bien al saber quién era él otra vez y saber con quién luchaba.
Mientras Rafi estaba allí, con los brazos abiertos, con su cántico, miles más de estas bestias salían de las entrañas de la tierra, y Thor sabía que no serían capaces de retenerlos mucho tiempo más. Un enjambre n***o los envolvió, mientras más muertos vivientes, codo con codo, corrían hacia delante a toda prisa. Thor sabía que, pronto, él y toda su gente serían devorados.
Pensó que, por lo menos, moriría en el bando correcto de la batalla.