Una mujer deslumbrante se bajó de su auto, calzando unos tacones rojos de trece centímetros. Llevaba puesto unas gafas Chanel de la última colección, vistiendo un vestido que hacía juego con sus zapatos y su larguísimo cabello sedoso le daban el aire de mujer de mundo, dueña de sí misma y empoderada. La sirvienta que la recibió no sabía que la había dejado más absorta. La belleza de aquella mujer fabulosa que era Aline Dos Santos o si el caos que se había desatado en la mansión de William Kross. Aline percibió por el nerviosismo de la mujer que algo muy malo estaba sucediendo. -¿Sucede algo, muchacha? -preguntó Aline preocupada, pero no necesitó una respuesta pues los gritos que provenían del interior de la mansión no eran buena señal. La sirvienta corrió al escuchar como Lucil