—Por favor—dije intentando calmar mi respiración, mis nervios y el incesante palpitar de mi corazón— Alejese del bebé. Repentinamente, aquella figura imponente y aterradora, obedeciendo mis órdenes se alejó de la cuna para después hacer una reverencia, apoyando su cuerpo sobre una de sus rodillas. —No sabe la felicidad que inunda mi corazón al saber que se encuentra con vida Majestad— dijo con una mano en el pecho. Mi cuerpo se congeló, no por el frío si no por sus palabras, este hombre sabía quién era yo, conocía mi identidad. —¿Quien eres tú?— dije inflando el pecho, mostrándome fuerte ante su presencia. El hombre permaneció en silencio absoluto, manteniendo la misma posición. Entonces me atreví,a pesar del miedo del que era presa, a gritarle. —¡Responde! —Mi nombre es Belua...