La parte inteligente de mi cabeza me dice que no saldré bien librada de esto. Pero en realidad no me quedan muchas opciones y está en mí sortear esta situación y sacar lo mejor.
Con algo de renuencia doy un paso al frete y tomo asiento en uno de los sofás más cercano.
—A ver. Te escucho.
No develes que tan desesperada estas por poner las manos en el dinero del fideicomiso.
Mi conciencia sale a la luz.
¿Ves como si puedes ser útil?
Mantengo mi postura erguida y finjo fastidio cuando en realidad tengo curiosidad.
Elliot tuerce el gesto y toma asiento en el sofá de en frente.
—Ambos necesitamos de un matrimonio para conseguir lo que deseamos —se encoge de hombros. — Es sencillo, Aria.
—Pero, ¿por qué yo?
—Porque tú buscas un fin. Si me caso con alguien más, de seguro querrá una gran
