«Es muy comprensible que haya exagerado sin darse cuenta. Eso fue lo único que sucedió», decidió Charisa por fin. Cuando bajó a desayunar, encontró a su Padre leyendo una carta que le acababa de ser entregada. —Buenos días, Queridita —dijo el Coronel—. A decir verdad, resulta un inconveniente el tener que marchar hoy de aquí. Hay varias personas que tienen urgencia por hablar conmigo. Tendremos que decirles que lo hagan en el Priorato. De otra manera, tendría que estar yendo y viniendo de un lado para otro. —Envía un mensajero al Marqués comunicándole que han surgido imprevistos que te impiden aceptar la invitación de Su Señoría —sugirió Charisa. Su Padre sonrió. —Eso me gustaría hacer, pero tú sabes bien que es algo imposible, porque él cree estar dependiendo de mí y, desde luego, de