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El Impostor

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El asesinato de tres oficiales ingleses en la India sirvió de aviso para Vincent, heredero del Marquesado de Mawdelyn, de que su vida corría peligro a su regreso a Inglaterra, ya que los compañeros muertos habían sido confundidos por él. Mientras tanto, en el Priorato de Mawdelyn, un primo lejano de Vincent había asumido el título de Marqués, pensando que el verdadero heredero estaba muerto. Cómo regresa Vincent a Inglaterra y tiene que hacer frente a las maquinaciones de su primo, perteneciente a una secta satánica, y cómo es ayudado en su lucha por el amor de la joven Charisa Templeton, nos es narrado en esta apasionante novela de Barbara Cartland.*Originalmente publicada bajo el título de:El Impostor por HARLEQUIN IBERICA,S.A.El Amor Ataca a Satanás por Harmex S.A. de C.V.

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Capítulo 1-1
Capítulo 1 1893VINCENT Mawde pensó, con un suspiro de alivio, que por fin había encontrado un lugar adecuado para pasar la noche. Desmontó y sitúo su caballo bajo un árbol.El animal estaba demasiado cansado como para continuar el viaje. Sin embargo, le ató para que no pudiera escapar antes de la mañana. Luego, buscó un lugar cubierto de arena donde poder dormir sin tener que soportar, como lo había hecho la noche anterior, la sensación de las piedras bajo su manta. Llevaba consigo una tienda de campaña, con la que se cubría mientras dormía, a fin de protegerse de los mosquitos y de otros insectos tan abundantes en aquélla parte de la India. Estaba cansado, muy cansado.Sin embargo, necesitaba comer primero la frugal comida que había llevado con él y beber algo. Eso fue lo que hizo. Después, tomó las dos botellas de cerveza que le quedaban y caminó hacia el otro lado de los árboles. Las metió en un pequeño arroyo al objeto de que se mantuviesen frescas hasta el día siguiente. Cuando volvió sobre sus pasos, el sol se estaba hundiendo en el horizonte. Pronto oscurecería por completo.Levantó la tienda y colocó en su interior la gruesa manta sobre la que dormiría. Ciertamente, no necesitaba echarse nada encima.Ya se había quitado la mayor parte de la ropa ligera que llevaba puesta y que era similar a la que usaría cualquier viajero indio de una casta baja.Iba disfrazado. En realidad, muy pocas veces viajaba con su propia personalidad. Cuando menos, ahora se dirigía de regreso a la civilización. Había terminado ya la misión a la que fue enviado y seguía solo. Estaba a punto de arrastrarse hacia el interior de la tienda, cuando oyó pisadas de herraduras de caballo, que se acercaban a él. Se puso alerta instantáneamente temeroso de que pudiera tratarse de otro enemigo.Ya había escapado de muchos de ellos.Entonces, cuando el jinete estuvo más cerca, pudo ver el uniforme que éste vestía. Vincent lanzó un grito de alegría.Levantó la mano en señal de bienvenida y se quedó esperando hasta que el joven Oficial llegó a su lado y desmontó. —¡Vincent! ¿Eres tú, verdaderamente? —preguntó el recién llegado—. ¡Casi había perdido la esperanza de encontrarte! —Tampoco yo hubiera esperado verte aquí, Nicolás —contestó Vincent Mawde—. Pero, ¿por qué me andas buscando? —Tengo mucho que contarte —dijo Nicolas Giles—. ¿Dónde puedo dejar mi caballo? —Donde dejé el mío, bajo los árboles. Sin decir más, Nicolás Giles condujo su caballo hacia el lugar indicado.Vincent Mawde le siguió con la mirada; su expresión era de desconcierto. ¿Qué posible razón podía existir para que su compañero hubiera ido a buscarle en lo que él consideraba el fin del mundo? En menos de una semana habría vuelto al Cuartel y aquello le parecía extraordinario. Sin embargo, después de haber estado solo durante tanto tiempo, era agradable ver un rostro amigo. En menos de cinco minutos Nicolás regresó junto a él, procedente de los árboles.Volvía quitándose la chaqueta del uniforme. Vincent había colocado su tienda bajo unas piedras que formaban parte de las ruinas de un templo. Le proporcionarían tanto protección del sol como un lugar donde apoyar la espalda. Se hallaba ahora sentado, con los pies extendidos frente a él. Su rostro, como el resto de su cuerpo, estaba oscurecido de forma artificial. Habría resultado difícil, incluso para algunos de sus parientes cercanos, reconocerle como el inglés de piel blanca que era. Nicolás se reunió con él y, arrojando su chaqueta al suelo, dijo: —No sabes cuánto me alegra haberte encontrado. Todo lo que puedo decir sobre este país es que es demasiado grande y terriblemente caluroso. Vincent rió. —Estoy de acuerdo contigo. Pero, en cualquier caso, prefiero estar aquí que en cualquier otra parte del mundo. —Pues me temo que muy pronto vas a estar, precisamente, en otra parte del mundo —informó Nicolás. Vincent le miró sorprendido. —¿Qué quieres decir con eso? —El Virrey me ha ordenado que viniera en tu busca. —¿El Virrey? ¿Qué diablos quiere ahora? Nicolás le extendió un periódico. —Ante todo, Vincent, me encargó que te entregara esto. Vincent tomó el periódico de las manos de Nicolás y observó que estaba abierto por la página en que se hacía alusión a las noticias de la Corte. —Son malas noticias, me temo —añadió Nicolás. Vincent recorrió la página con la mirada y la detuvo ante una nota que había sido subrayada. Decía: MURIÓ EL CUARTO MARQUÉS DE MAWDELYN Lamentamos de manera profunda tener que informar de la muerte repentina del Marqués de Mawdelyn, representante de Su Majestad en Berkshire. El Marqués, que enfermó hace varias semanas, falleció el pasado jueves. Cabeza de una de las familias más antiguas y más respetadas de Inglaterra, será echado de menos tanto en el Condado donde vivía como en la Corte, donde ha ocupado siempre una importante posición... Seguía una larga descripción de los numerosos puestos que el difunto Marqués había ocupado en la Corte y de las numerosas condecoraciones que recibió. El siguiente párrafo decía: El Marqués no había contraído matrimonio, de forma que su heredero es el Capitán Vincent Mawde, quien se encuentra en la actualidad en el extranjero, sirviendo con su Regimiento. El Capitán Mawde es hijo del difunto Lord Richard de Mawde, hermano menor del Marqués. El funeral tendrá lugar el próximo sábado en el Priorato Mawdelyn . Vincent leyó la información de principio a fin. Entonces bajó el periódico y Nicolás dijo: —Lo siento, Vincent, porque eso significa, desde luego, que vamos a perderte. —Supongo que tendré que volver a casa —reconoció Vincent. —Eso es lo que desea el Virrey. También ha pensado que deberías hacerlo inmediatamente, sin necesidad de que vuelvas al Cuartel. Vincent enarcó las cejas. —¿Por qué he de hacer tal cosa? Hubo una leve pausa antes de que Nicolás contestara: —Esa es otra cuestión de la que tengo que hablarte. ¡Tienes un enemigo! —¡Eso lo sé muy bien! —exclamó Vincent. —No me refiero a los enemigos a los que te has estado enfrentando recientemente. No hay hada extraordinario en ellos. —Entonces, ¿a qué te refieres? —preguntó Vincent, inquieto. —Cuando te marchaste y recordarás que lo hiciste a medianoche, Jeffrey Wood se enteró inmediatamente a través de su Asistente. Vincent conocía muy bien a Jeffrey Wood.Era otro de sus compañeros de armas, Oficial como él, hacia quien no tenía mucha simpatía. Al Mayor Wood le disgustaba que Vincent recibiera tratamiento de favor debido a su participación en ciertos trabajos muy especiales. Vincent dejaba de cumplir sus deberes en el Regimiento durante largos períodos de tiempo, mientras realizaba sus misiones secretas. Nadie sabía dónde estaba.Tampoco se comunicaba a nadie la fecha exacta de su regreso. Era enviado a sus misiones especiales por el Virrey o por el Alto Mando del Ejército. La mayor parte de los otros Oficiales aceptaban esto como natural. Sin embargo, el Mayor Jeffrey Wood sentía celos y envidia de que Vincent tuviera tal contacto personal con los superiores. Sus comentarios sarcásticos sobre el favoritismo irritaban a Vincent.Aunque generalmente no le hacía caso, no podía por menos que pensar que la actitud del otro Oficial era pueril. De modo que preguntó: —Y, ahora, ¿qué ha hecho nuestro querido Mayor? —Cuando partiste a media noche —continuó Nicolás—, nadie más que yo te vio hacerlo. —Lo recuerdo muy bien. Todo tenía que ser muy discreto, como de costumbre. —No obstante, Jeffrey se dio cuenta de que tu habitación había quedado vacía. Antes de que amaneciera, se instaló en ella, sin duda alguna temeroso de que alguien más la quisiera para sí. Vincent se echó a reír. —¡Clásico de las técnicas del Mayor! Espero que se haya sentido cómodo en mi habitación. —¡Fue asesinado en ella! —dijo Nicolás en voz baja—. En algún momento entre aquel en que se metió en tu cama y en el que su Asistente fue a despertarle. ¿Asesinado? —se sorprendió Vincent—. ¡No puedo creerlo! —Es verdad. En cualquier caso, el asesino fue detenido. —¿Quién era? —Un indio sin mucha importancia. Cuando le obligaron, en forma nada agradable, a confesar la verdad, dijo que había recibido órdenes de matarte..., y que éstas procedían de Inglaterra. Vincent miró, asombrado, a su amigo. —¡No te creo! —exclamó—. ¿Quién, en Inglaterra, podía desear matarme? —En apariencia, le pagaron bien, ya que llevaba mucho dinero encima —contestó Nicolás. —Debe haber sido un ruso, como de costumbre, de los que andan provocando problemas entre las tribus. —El Virrey, y en apariencia el Comandante en Jefe también, no lo creen así. Te mandan decir que puedes ya volver a casa, puesto que ahora eres el Marqués de Mawdelyn, pero te aconsejan que lo hagas secretamente y que de ninguna manera vuelvas al Cuartel. —¡Pero si han detenido ya al hombre que mató a Jeffrey! —El Virrey piensa que no es al único al que dieron instrucciones de deshacerse de ti. ¿Recuerdas aquel incidente en el Bazar, hace dos meses? Vincent frunció el ceño. Por supuesto que lo recordaba. Volvía a través del Bazar, después de haber tenido un encuentro secreto con un hombre que le había proporcionado información muy valiosa. Debido a que no existía razón para ocultar su personalidad, llevaba puesto su uniforme. Simuló andar de compras, como lo hacían tantos militares cuando no estaban de servicio. La conversación, sin embargo, llevó más tiempo del que había anticipado. Comenzó a oscurecer y las tiendas empezaron a iluminar sus mercancías con lámparas de aceite o con velas. Mas las medias sombras, en la India, pueden resultar siniestras. Vincent se abría paso a través de una multitud de hombres, mujeres, cabras, perros, asnos y alguna ocasional vaca sagrada. También circulaban numerosos soldados. Un Oficial, cuyo nombre desconocía se acercó a él en medio de la gente para decirle: —Tú eres Mawde, ¿verdad? Quería yo preguntarte... Al decir eso el Oficial Vincent vio a uno de los comerciantes del Bazar que le llamaba. Pensó que su propósito era avisarle de que ya tenía listo el regalo que había encargado para uno de sus amigos en Inglaterra. —Espera un momento —dijo al joven Oficial que estaba junto a él—. Quiero hablar con ese hombre. Se abrió paso, entre una multitud de chiquillos, hacia donde se encontraba el vendedor. Supo que su suposición era correcta, puesto que el regalo ordenado acababa de llegar. El vendedor le informó de que le enviaría al Cuartel a la mañana siguiente. —Gracias, Ali —le dijo Vincent—. Te lo agradezco mucho. Tendré preparado el dinero para cuando llegue el paquete. Se dio la vuelta al objeto de regresar junto al joven Oficial. Con gran sorpresa, advirtió que, mientras él se había alejado, se había reunido mucha gente en aquel punto del Bazar. El Oficial se encontraba tendido en el suelo. Había sido apuñalado por la espalda, con un cuchillo largo, como un estilete. Antes de que llegase un Médico, había muerto. No existía ninguna razón, en absoluto, la cual pudiera descubrirse, para que alguien hubiese querido asesinar a aquel joven Oficial recién llegado de Inglaterra. Su Comandante le comentó después: —Tengo la sospecha, Mawde, de que, como fue asesinado por la espalda y los dos vestían el uniforme—, ese puñal iba destinado a usted. Vincent pensó en aquella ocasión que tal opinión era muy de tener en cuenta. Después de tantas misiones secretas, naturalmente, se había creado muchos enemigos. No decían nada, pero sospechaban que Vincent no se trataba del Oficial británico ordinario que pretendía ser. Sin embargo, y como nada mas volvió a suceder, Vincent había olvidado el incidente hasta aquel momento, cuando se lo recordó Nicolás. —No hay duda alguna —estaba diciendo éste—, que JeffreyWood murió porque estaba en tu cama. Por eso, debes salir de la India con la mayor rapidez posible. —No puedo entenderlo, Nicolás. Puedo asegurarte que nunca creí tener en Inglaterra un enemigo que me odiara tanto como para desear mi muerte. —Dos —dijo Nicolás en voz baja. —¡Todo esto es absurdo! —exclamó Vincent—. Pero, desde luego, haré lo que me ordenan. Supongo que alguien será lo bastante amable como para recoger mis pertenencias y enviarlas a mi casa. —Estoy seguro de que lo harán —afirmó Nicolás. —Todo suena muy extraño —comentó Vincent—. Todos esperábamos correr peligros aquí, pero es muy diferente cuando el peligro viene de casa. —Estoy de acuerdo contigo y supongo que debe haber una explicación.... si sólo supiéramos la verdad. En apariencia, sin embargo, ese loco que mató a Jeffrey, y que por supuesto va a ser ahorcado, es bastante convincente. —Tal vez pensó que ésa era una forma posible de salvar el pellejo —sugirió Vincent. Al decir eso, observó que la botella de cerveza de la que Nicolás había estado bebiendo se encontraba vacía.

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