Capítulo 1

1382 Words
-                    Adelante – responde mí jefe.   Me adentro en el despacho del señor MClean, quien todavía está al teléfono con el que supongo es su hijo, todos los días hablan y en cada ocasión terminan peleando. Levanta su dedo para que lo espere un minuto y yo solo asiento con mi cabeza. El señor Jeff MClean, es mi jefe desde hace unos seis años, me recibió cuando nadie más lo hizo, pago mis estudios, clases de idiomas y todo lo necesario para cumplir mi papel de secretaria y asistente personal. Nuestra relación siempre ha sido profesional, aunque en varias ocasiones fue a casa a comer o incluso almorzábamos juntos, él era como mi padre. Padre que ya no tenía. Prestó atención sus pobladas cejas ahora medias blancas por la edad, mientras se fruncen en una “v” muy marcada, sus ojos grises se oscurecen dos tonos, está furioso, siempre lo está a esta hora, es algo rutinario. -                    ¡Ya te dije lo que tienes que hacer! Pego un salto en mi lugar, cuando golpea su escritorio y se levanta de golpe, me mira por un instante con sus grandes ojos grises, están llenos de ira y cólera, me quedo petrificada, mis piernas tiemblan un poco y mi boca se me seca. Jamás lo he visto enojado, al menos no conmigo o alguien de la empresa, Jeff es conocido por ser amable y alegre, todos en el lugar lo aman, es atento y sabe los nombres de todos sus empleados. Su mano derecha sube hasta su corbata roja, donde comienza a pelear para aflojarla, pero no lo logra. Se mueve de un lado al otro mientras escucha, su rostro comienza a sudar y tornarse de un color blanco. Frena de golpe cambiando su expresión, sus ojos se agrandan, su frente se arruga, una mueca de dolor ocupa todo su rostro y su mano baja directo a su pecho donde aprieta con fuerza. -                    Señor MClean, ¿Qué le ocurre?   En un golpe seco y rápido, mi jefe esta tirado en el piso, su expresión refleja desesperación, dolor y agonía. Sus facciones se arrugan y su rostro se torna rojo, se está ahogando, dios él se ahoga.   -                     ¡Señor MClean! – vuelvo a gritar mientras corro a su lado - ¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Llamen una ambulancia! – termino de sacar su corbata mientras busco mi celular. -                    ¡Amber! – la voz de Alexander inunda el lugar - ¡Tío! ¡Llama a la ambulancia! – grita en mi dirección y tengo que parpadear varias veces para poder ver los números – Diles que es un infarto. El médico de la empresa llega, no sé quién lo llamo porque para ser sincera estoy completamente paralizada, me arrodillo junto a Jeff mientras le practican primeros auxilios. Los teléfonos suenan una y otra vez, se escuchan voces de todos lados, pero ninguna que pueda entender. Y aquí estoy yo, sosteniendo la mano del hombre que se ha comportado como mi padre durante estos últimos años, jamás me pregunto qué paso con mi familia, nunca indago más allá. Simplemente me recibió en su hogar, me cuido, me enseño y ahora esta desapareciendo frente a mis ojos. Una mano pasa por delante de mis ojos volviéndome a la realidad, giro el rostro para ver a la persona que me llama, es un hombre joven. Sus ojos color miel me observan, mientras me piden que suelte la mano del hombre que yace en el piso. Hago lo que me pide de forma torpe, mientras me sonríe con sus dientes blancos, veo sus labios moverse, él continúa hablándome, pero no oigo nada. Mi cuerpo reacciona un poco cuando siento una mano en mi cintura y la otra en mi mano, trato de alejarme, el toque me incomoda y pone alerta todos mis sentidos, sus ojos se entrecierran un poco y su gesto se suaviza, levanta las manos frente a mis ojos y vuelve a repetir algo, asiento a duras penas y me levanto. Mis pasos son torpes y algo lentos, pero no me apura, solo me lleva con paciencia hasta el sillón donde me pide que me siente.   -                    Amber – Alex se coloca enfrente a mí – Aquí el médico te va a tomar la presión y controlar, estas muy pálida – asiento con la cabeza. -                    Señorita – su voz vuelve a resonar en mi cabeza – ¿Me permite su brazo? – presto mi brazo mientras observo como sacan al Señor Jeff en la camilla. – Su papá va estar bien, está estable – trata de tranquilizarme. -                    N-no… no es mi papá – logro decir, luego de lo que parece una eternidad – Es mi jefe – sus ojos se entrecierran – Aunque lo considero un padre – por alguna extraña razón sentí la necesidad de aclarárselo. -                    Bueno… ya veo – termino de chequear mis signos vitales, mientras me observaba - ¿Quién acompaña al señor? – me pregunta -                    Alex… - lo llamo mientras esta al teléfono – ¿Vas a ir? -                    Mierda… - suelta ofuscado – Estaba tratando de deshacerme de la gente de Japón, pero ya están aquí – se pasa las manos por el pelo. -                    Si quieres voy yo – me ofrezco – Te espero hasta que puedas ir… -                    ¿El señor no tiene familia? – nos interrumpe el paramédico. -                    Su hijo – responde rápido Alex – Pero no está en el país, ahora está viajando para acá. – camina de un lado al otro – Amber es como su hija, ella ira con ustedes. – sus ojos color miel me vuelven a mirar – Les avise a mis papás, están de viaje… -                    Tranquilo Alex, yo me puedo quedar todo lo que sea necesario. – lo interrumpo, estamos tardando demasiado y necesitamos llegar al hospital – Nos vemos en un rato. – asiente y salimos del lugar. Recojo mi bolso y sigo al paramédico hasta la ambulancia, todos en la empresa están conmocionados, no sé cómo sucede, pero aquí, los chismes vuelan en segundos. Una vez dentro de la ambulancia, nos dirigimos al Massachusetts General Hospital.   -                    Por cierto, soy Matt Growney – lo observo mientras acepto la mano que extendió hacia mí. -                    Amber Jones – contesto. -                    ¿Te encuentras bien? – parpadeo varias veces – Sigues pálida. – me explica cuando entiende mi confusión. -                    Sí, ya estoy mejor – me detengo un segundo mientras analizo mi cuerpo – Es solo la impresión del momento, muy vergonzoso lo mío – trato de quitarle importancia y él solo sonríe. La ambulancia emprendió su viaje, Jeff tenía sus ojos cerrados y el rostro pálido, una mascarilla de oxígeno descansaba sobre su boca y nariz, a su lado un monitor marcaba el ritmo de su corazón, Matt revisaba su electro y chequeaba algunas cosas mientras los demás permanecíamos en silencio. Sus ojos miel cada tanto me observaban, de a ratos preguntaba algún que otro dato o solo consultaba como me encontraba, era una persona agradable y su sonrisa me resultaba sumamente encantadora. Después de lo que parece una eternidad, llegamos al hospital, las puertas metálicas de la ambulancia se abrieron mostrando varios médicos a la esperas, baje detrás de ellos. Todos se movían a gran velocidad mientras ingresaban a Jeff por la guardia, paredes blancas, camillas negras con sábanas blancas, cortinas verdes y olor a desinfectante fue lo que nos recibió, arrugué mi nariz y contuve las ganas de huir. Una chica joven de grandes ojos marrones y cabello castaño se acercó a mí para solicitarme los datos del paciente, llené formulario tras formulario, puse mi firma en más lugares de los que creí, la recepcionista, una señora mayor de pelo gris y grandes lentes de pasta negra, me observo con sus ojos entrecerrados, me recordaba, claro que lo hacía. Termine de firmar todos los papeles, pase de ser, asistente personal a responsable legal en la toma de decisiones sobre su salud, lo cual no me puso muy contenta, y para rematar, ni Alex ni su hijo Patrick, respondían mis llamadas. Por lo que le di rienda suelta a los médicos para hacer lo que consideraran necesario.  Aunque estaba segura, que eso podría traerme problemas.
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