—Me llamo Christal —le extendió una mano en forma de saludo. Eduil le estrechó la mano con una sonrisa bastante amigable.
Christal estaba encantada con el joven: por primera vez estaba hablando con alguien perteneciente a Intelex. Quería preguntarle tantas cosas, pero no quería asustarlo o que dudara de ella por interrogarlo.
—¿No te parece que el momento es perfecto?, hay una gran vista frente a nosotros y tenemos una plática con una persona que nos agrada —comentó Christal. Se ruborizó por completo mientras en su interior se estremecía de la emoción. Estaba viviendo aquella fantasía de la que habló mucho con su amiga Rossy.
Podía sentir aquellos extraños ojos posados en ella, inspeccionándola. Seguramente para él estar hablando con una humana también era todo un acontecimiento.
—Sí, el momento es muy curioso —respondió Eduil.
Christal lo observó fijamente con curiosidad; si fuera por ella, se podría quedar por horas observándolo fijamente, hasta que se aprendiera cada milímetro de sus facciones. Después, alzó la mirada al cielo, el cual se había oscurecido por completo y estaba lleno de estrellas fugaces.
—Toda mi vida… esperé que me sucediera algo como esto —expresó Christal, con los ojos llenos de lágrimas y una enorme sonrisa conmovida en su rostro.
Volvió a observar a Eduil y se encontró con la sorpresa de que él también la estaba observando fijamente, con muchísima curiosidad.
—Por favor, llévame contigo a Intelex —pidió con ojos anhelantes.
Eduil inspiró hondo para después soltar un suspiro.
—Me gustaría poder hacerlo —dijo el joven con voz suave—, pero todavía no es nuestro momento.
—¿Nuestro momento? —inquirió Christal confundida.
Eduil estiró la mano izquierda frente a sus ojos y la observó con detenimiento.
—Aún nos falta tiempo para que nuestros caminos se crucen —esbozó—, pero cuando nuestros caminos se unan, nunca nos separaremos.
Los ojos de Christal comenzaron a brillar de anhelo y toda su piel se erizó. Quería acercarse más a él, tocarlo y poder darse cuenta que todo lo que estaba pasando era cierto.
No sabía qué era, pero sentía que ya conocía a Eduil desde hace mucho tiempo y que toda su vida lo había estado esperando.
Eduil bajó la mano y volteó a verla.
—Debes cuidarte mucho en estos días, hay mucho peligro a tu alrededor —comentó el joven—. Hay una bandada de Oscuros merodeando esta zona, por eso estamos resguardando el área, pero hay amenaza de que lleguen muchos más, atraídos por los temblores que ha habido en estos días.
Christal sintió el miedo recorrerla y la garganta secarse.
—Gracias por la advertencia —dijo la joven en un hilo de voz.
Eduil desplegó una sonrisa y después se reincorporó. Christal, al verlo de pie, se pudo dar cuenta de lo alto y corpulento que era, con su apariencia exótica que llamaba muchísimo la atención.
El joven le extendió una mano y desplegó una sonrisa. Christal entrelazó una mano con la de Eduil, sintiendo un cosquilleo al hacer contacto físico. Se levantó del suelo y se observaron fijamente.
Christal alzó un momento la mirada al cielo, notando que la lluvia de estrellas fugaces era más fuerte que antes, parecía como si el cielo estuviera danzando con un manto brillante que enceguecía a todo el que quisiera observarlo.
—Christal —llamó Eduil.
La joven volvió a observarlo, sorprendiéndose cuando lo vio abalanzarse sobre ella, entrelazando sus labios con los suyos para besarla.
Christal quedó con los ojos bien abiertos, no solo por el hecho de que hubieran juntado sus labios, sino porque, al hacer contacto, Eduil explotó en una escarchada brillante, parecido a la lluvia de estrellas que había sobre sus cabezas. Después, lo vio desvanecerse a medida que el brillo se lo iba llevando el suave viento nocturno.
—¡No! —gritó Christal, al salir de la ensoñación que le provocó aquel acto sobrenatural.
Intentó atrapar el brillo con sus manos y brazos, pero fue imposible, Eduil había desaparecido. Por más que intentó buscarlo a su alrededor, ya no estaba, dejándola con la gran duda de si había sido una alucinación o si en verdad lo había visto allí.
Cuando se vio sola, sus piernas comenzaron a temblar, después todo su cuerpo y la invadió el miedo.
Se mordió el labio inferior con fuerza en un intento desesperado de entender si estaba soñando o si de verdad todo había pasado.
Comenzó a bajar de la colina asustadísima, pensando si había enloquecido. Llevaba las manos a su cabeza, también palpando su mano izquierda, la cual había hecho contacto físico con Eduil.
Eduil… ¿realmente existía? ¿Habría sido su mente jugándole una mala pasada?
Caminaba a paso apresurado por un valle de montículo alto y se golpeaba las mejillas con las manos, intentando reaccionar y poder calmarse.
Al llegar a la aldea, encontró cerca de la entrada a Rossy con rostro asustado y enojado.
—¡Christal, ¿por qué rayos te fuiste?! —corrió hasta a ella.
—¿Qué sucede? —le preguntó llenándose de miedo.
—Tus papás saben que te escapaste de la aldea. Te están buscando por todas partes —explicó la joven.
—¡¿Qué?! —Christal rodó la mirada por todas partes.
—¡¿Por qué rayos te fuiste sola?!
—Es que… quería ver la lluvia de estrellas —respondió.
Comenzaron a caminar hacia la cabaña de Christal. De lejos se podía ver al montículo de personas aglomeradas alrededor de la cabaña, hablando entre ellos, con aspecto de no estar de buen humor.
Christal agarró con fuerza un brazo de Rossy al acercarse al grupo.
En el grupo se encontraba la madre de Rossy, quien comenzó a regañar a Christal y darle golpes en los brazos mientras la sermoneaba sobre lo peligroso que era salir de la aldea.
Christal solo pudo hacer silencio y aguantarse el malestar de los interminables regaños y el castigo que le darían por haberse escapado en una noche tan peligrosa.
El problema de vivir en una aldea tan pequeña era que todos se creían con el derecho de regañarla.
Después, pasados unas horas, los padres de la joven llegaron y su padre se abalanzó a ella, para darle una fuerte bofetada.
—¡¿Estás loca?! ¡¿Quieres morir?! —le gritó el hombre furioso.
—¿No pensaste en lo preocupados que íbamos a estar? —preguntó su mamá con lágrimas en los ojos.
—Lo siento —esbozó, inclinando la mirada al no soportar las ganas de llorar.
—Entra —ordenó el señor, señalando la entrada de la cabaña.
.
.
Christal estaba acostada en su cama, pensando en aquella noche. En vez de meditar sobre el hecho de que todos se enteraran que había desaparecido, meditaba en quién pudo haber sido ese hombre que se le apareció.
Se acomodó a medio lado y dejó salir un llanto silencioso. Deseaba volver a verlo, estar con él todos los días. Y eso era lo más incómodo de todo: no sabía si él era real.
Debía de contarle a Rossy la razón por la cual estuvo toda la noche por fuera. Tal vez ella le ayudaría a resolver su dilema.
.
.
Su hermano Peter se acercó a su cama en la mañana. El niño era de cabello rojizo, ojos café oscuros y una piel muy blanca.
—¿Dónde estuviste? —le preguntó.
—Conocí a un chico anoche —le contó la joven.
—¿Un extraterrestre?
—No lo sé, pero era tan perfecto como uno —explicó Christal.
—¿Segura que no lo era? —preguntó su hermano.
—¿Sabes si los extraterrestres pueden desaparecer? —Christal se sentó en la cama.
—No lo sé, tú sabes más de ellos que yo —comentó el niño.
—Estoy segura que ellos no desaparecen como él lo hizo —dijo la joven mientras veía a su hermano montarse a la cama y gatear hasta donde ella.
—Vi un demonio cerca de aquí. Van a atacar la aldea, debemos de irnos —soltó de repente el niño.
—¿Cómo que viste a un demonio? —comenzó a asustarse Christal, recordando lo que le había dicho Eduil.
—Sí, antes de que llegaras, se veía que estaba alterado, si uno tiene esa conducta es el que avisa a su grupo si hay humanos cerca, ¿cierto? —Peter miró fijamente a su hermana—. Nos van a comer los demonios.
—Oh… No, debemos de informarles a todos. Rápido, dile a papá y mamá. —Christal salió de la cama de un salto—. Yo voy a tocar la alarma de alerta —corrió a ponerse un abrigo para salir de la cabaña.
—Pero sabes que papá no me cree nada de lo que digo —soltó el niño. Christal se agachó hasta estar a su altura y lo miró fijamente a los ojos.
—Yo sí te creo. No tenemos mucho tiempo para huir, para que papá ayude a la aldea necesitamos que nos crea —quedó algo pensativa—. Dile que yo acabo de ver un demonio cerca, que corrí a encender la alarma de alerta.
—Sí —Peter se bajó de la cama de un salto y corrió hacia el cuarto de sus padres.
Christal salió a toda prisa hacia la salida de la cabaña; se acercó a una torre hecha con piedras, había un botón que tocó y comenzó a escucharse un pitido que hizo despertar a todos con mucho miedo y salieron de sus cabañas despavoridos al saber lo que significaba esa alarma.
.
.
—¡Papá, papá! ¡Christal vio a un demonio informador, nos van a comer los demonios! —gritó Peter al llegar al cuarto de sus padres.
—¡¿Qué?! —gritó el señor, alarmado. Miró a su esposa que comenzaba a llevar las manos a su boca—. Tranquila, vamos a recoger las cosas para escapar —miró a Peter—, ve a la cocina y saca la caja de emergencia.
—Sí —el niño salió corriendo del cuarto rumbo a la cocina.
En aquel momento escucharon la alarma:
—Debo de ir a calmar a la aldea —el hombre bajó de la cama y corrió a buscar un abrigo.
Fue seguido por su esposa y después salieron de la cabaña, donde encontraron a todas las personas que ya se estaban aglomerando.
—¡Amigos! ¡Reúnanse! —gritó.
Christal apagó la alarma para que así todos escucharan lo que decía su padre.
—¡Recuerden lo que hemos practicado, corran a sacar sus cajas de emergencia, debemos de huir pronto, traten de no alterarse y hagan todo en silencio, no queremos que nos encuentren! ¡Vamos, tranquilos, saldremos pronto! —habló el señor, todos hicieron silencio y se dirigieron a sus cabañas a buscar lo que el hombre pidió.
Christal también lo hizo y entró a la cabaña, buscó en una habitación un poco de ropa y la metió en un bolso.
En ese momento su abuela, que estaba dormida en una vieja cama de aquella habitación, se despertó.
—¿Qué pasa mi niña? —le preguntó.
—Abuela, vamos a ser atacados por los demonios —informó Christal mientras abrazaba en su pecho el bolso—. Mi papá está ayudando a la aldea a evacuar el lugar de una manera que no nos encuentren. —Sus manos empezaban a temblar, pero respiró hondo para así volver a la calma.
—Ah… sí, si no les demuestras miedo, ellos no te encuentran. Eso se lo enseñé a tu padre. —La señora se levantó y buscó en los cajones un abrigo y Christal le ayudó a ponérselo.
A esas alturas, aquella anciana había pasado por ello muchas veces en su vida y se veía muy experta en eso de reprimir sus miedos. Christal aspiraba a ser como ella en el futuro, por eso hacía los ejercicios de respiración que le enseñaron desde niña.
.
.
.
Después, pasados dos minutos, todos estaban reunidos listos para marcharse.
Rossy se acercó a Christal con algo de nerviosismo.
—Tranquilas, vamos a estar bien —calmó Christal.
—Margaret —dijo la madre de Christal al ver a su amiga.
—Vamos, debemos irnos —soltó Margaret tratando de calmarse.
El grupo comenzó a caminar rumbo al gran bosque para poder salir a la aldea vecina.
—Christal, no podemos irnos a la aldea vecina, el demonio tomó ese rumbo, seguramente primero atacarán allí y después vendrán a la nuestra —dijo Peter, tomando a su hermana de la falda de su vestido.
—¿Fuiste tú quien lo vio? —preguntó Margaret.
—Sí, no debemos de ir hacia allá —respondió el niño.
—¡Esperen, el demonio se fue a informar hacia esa dirección, no podemos tomar ese rumbo! —gritó Rossy.
Todos se detuvieron y comenzaron a alterarse.
—¡Nos van a comer! —gritó un hombre al fondo.
—¡Cálmense, vamos a tomar el atajo con la colina del bosque! —gritó el padre de Christal.
—¡Pero por ahí está el prado, seremos un blanco fácil! —gritó una señora al fondo de la muchedumbre.
—¡Tranquilos, vamos a estar bien! —calmó Margaret.
Todos comenzaron a caminar en silencio y rodear el bosque para alejarse lo más posible de la aldea vecina.
—Rossy, Eduil debe estar en la aldea vecina. Se lo van a comer los demonios —dijo Christal de la nada.
—¿De quién estás hablando? —inquirió su amiga.
—Es un chico que conozco, estaba con él en la gran piedra, al despedirnos me dijo que estaría allá —explicó Christal.
—No puedes ir ahora, tienes que salvarte —dijo Rossy.
En aquel momento se cubrió por completo por una mancha negra. Muchos se detuvieron a observar el acontecimiento, sintiendo que eran atrapados por el miedo.