Capítulo 02.

1968 Words
MEGAN HOBBS El pasar de los días se convierte en un puto calvario. Ni siquiera pretendo levantarme de la cama puesto que sé, que no hay nadie en la sala esperando por mí porque tanto Bryce como Dove tienen vidas apartes de tener que cuidar de su hijo todo el tiempo así que, sí, me siento incluso más sola que antes. Estar de pie frente a la sala vacía, escuchar a los empleados conversar sobre lo mucho que echan de menos a mi abuelo y la falta interna que siento han hecho de mi etapa de duelo, algo terriblemente doloroso. Creo que todo habría sido peor de no ser porque lo tengo justo en la salida de casa, entonces cada vez que me siento mal o preocupada solo camino hasta ahí, me siento bajo el árbol que no hace más que crecer cada día y bebo una taza de café humeante hablando sola, creyendo que donde quiera que mi familia esté, me están oyendo. Y es que necesito alguna clase de consuelo, mi alma me duele, me siento vacía y profundamente perdida porque a diferencia de cuando mi bebé murió, me duelen los recuerdos que tengo desde niña junto al hombre que más me acompañó. Decir que estoy triste es decir lo poco, ciertamente, estoy destruida. —¿Estás lista?—pregunta Bryce. Me volteo cuando lo escucho, hoy es la lectura del testamento así que dejó el trabajo para concentrarse en esto. Lo que me sorprende es verlo con un traje formal. —Casi podrías pasar como abogado—lo alago pues en serio está bastante bien. Incómodo intenta arreglarse el nudo de la corbata. —Deja, yo lo hago. Me aproximo a él y le ayudo a realizar el nudo. Un vago recuerdo viene a mi mente, uno donde tengo frente a mí a un hombre más alto, menos fornido pero igual de entrenado que posaba sus manos en mi cintura acercándome a su pecho para... —¿Te sientes bien? Parpadeo retrocediendo cuando escucho la voz de Bryce. —¿Por qué? —Casi me ahorcas con el nudo de la corbata—bromea, aunque no sé si tanto ya que se la afloja—No estabas escuchando. —No, la verdad es que no lo hacía—afirmo—Esto del testamento me tiene bastante abrumada, no sé quién es la tercera persona y la verdad a este punto de mi vida no quiero sorpresas, no las necesito. Mentiría si dijera que no he estado pensando en que mi abuelo tenía una amante u otra esposa por ahí oculta, quiero creer que se trata de eso y no de unos hijos regados por ahí que apenas ahora aparecen porque de verdad me volvería loca de ser ese el caso. Bryce se ríe. —Seguro es algún amigo de tu abuelo, ya sabes como era de caritativo. Suspiro. —Hablando de caridad, ¿Leíste la propuesta que envió el abogado de los Martin? Su expresión cambia de inmediato. —Ese maldito viejo parece no entender que no quiero vender mi maldita parte. —Hizo una oferta bastante elevada, creo que más de lo que vale la propiedad en sí. Frunce el ceño. —¿Para qué querría comprar estas tierras? Digo, sé que son grandes y demás pero él no se dedica a esto, el cuidado de ganado, la venta de corseles, nada de esto. Me encojo de hombros. —No sé qué quiere, pero estoy segura de que no será la última vez que sabremos de él—observo la hora en el reloj contra la pared—Vamos tarde, debemos salir ahora. —Claro, vamos. Tomo mi bolso en la salida y avanzo hasta su camioneta. Abro la puerta del acompañante mientras él se instala en la del conductor. Muchas cosas han cambiado desde el momento en que Bryce aceptó la oferta de mi abuelo de pertenecer a la familia de forma oficial, principalmente su manera de vestir y su camioneta vieja y anticuada la cual fue renovada por una de último modelo ideal para su esposa e hijo. Además, accedieron a dejarme la casa y construyeron una casa modesta para ellos tres, una que ahora está a punto de ser renovada para crear más habitaciones. Por primera vez puedo decir que veo a Bryce completo y es que jamás supimos mucho de él, solo que llegó para quedarse y hasta ahora no nos ha fallado nunca. Lo miro y ciertamente me alegra tanto que haya encontrado a alguien que en serio lo haga feliz. No sé por qué pienso en todo esto mientras estamos de camino hacia mi oficina en el pueblo porque decidí cambiar la locación. No tengo idea de quién se trata esta persona y no cometeré un error al traerla a mi casa por lo que accedió a encontrarse con nosotros en la dirección que envié al abogado. Para cuando llegamos al pueblo, siento la mirada de varias personas sobre nosotros cuando bajamos del vehículo y es que aquí todo se sabe, seguramente están enterados del abogado y lo que va a suceder a continuación por lo que ingreso directamente a mi oficina donde el señor Martin es más rápido que mi asistente al ponerse de pie. ¿Es que no existe nada que lo haga desistir de esta idea tan absurda? —Señora Hobbs, Bryce—saluda tendiendo su mano hacia mí. Solo por cortesía y porque tenemos clientes esperando, la estrecho. —Señor Martin. —¿Será posible que me de unos minutos antes de su reunión con el abogado? Inhalo profundo. Sabía que las noticias viajan demasiado rápido en este pueblo tan pequeño. —Por desgracia no tengo tiempo y sé de lo que quiere hablar, y nuestra respuesta sigue siendo un rotundo no. Su mirada se endurece. —¿No existe nada que la haga cambiar de opinión? Porque estoy muy seguro que la oferta que le envié es demasiado jugosa como para rechazarla y mi nieto quiere esas tierras para operar su empresa, quizás mantener el rancho y a sus empleados pero eso será algo que tendremos que charlar. Bryce lo enfrenta. —Veo que ya han hecho planes—comenta—Ni siquiera hemos dicho que lo íbamos a pensar, no dijimos nada y ustedes ya tiene planes. El anciano sonríe. —Hombre precavido vale por dos ¿no cree? —Creo que un hombre precavido sabría que no existe manera en que vendamos la propiedad, ni siquiera una parcela o una hectárea para que se la obsequie al adicto de su nieto—dice con dureza—Si quiere echar a perder algo ¿Por qué no lo deja meterse en su empresa? Oh, ya sé, les costó levantarla después del fiasco que hizo en años pasados ¿no es así? —Ten mucho cuidado en cómo me hablas, pequeño hijo de... Me pongo en medio de ellos dos. —Creo que ya hemos dejado en claro nuestra posición, ahora si nos disculpa, tenemos una situación bastante importante qué atender. Que tenga buen día, señor Martin. Prácticamente tengo que arrastrar a Bryce para que camine conmigo, con señas logro que mi asistente retenga al señor Martin que sigue con intenciones de discutir por lo que nos encierro a ambos en mi despacho, lejos del disturbio. —Ese viejo se las verá conmigo si no aprende a controlarse. Retengo una sonrisa. —Lo mismo digo—concuerdo.—No entiendo bien cuál es tu problema con él pero yo no quiero tener nada que ver con ellos, con ninguno de hecho. —Sí, tampoco yo, y ni siquiera sabía que ese idiota había salido de prisión. Trago grueso. El hermano de Jules fue a prisión por posesión de un arma de fuego, intención de herir o lesionar a alguien y por agresión hacia... hacia él. Fue condenado y creo que todavía le quedaba cumplir un año más antes de salir pero así funciona el mundo cuando tienes dinero. —No los quiero cerca de casa. —Tampoco yo. —Les diré a los de la entrada que le impidan el paso la próxima que los vean llegar, es la única forma de dejarles en claro nuestra posición. No batallo contra él porque es inútil, además yo tampoco estoy contenta con ellos después de todo lo que pasó. Prefiero tener tranquilidad, seguridad de que nadie va a venir arruinar mi vida a esta altura por lo que guardo silencio, en su lugar me muevo hasta mi silla donde tomo asiento. Por el intercomunicador, mi asistente me informa que las personas que esperaba acaban de llegar así que le pido que los deje pasar mientras Bryce y yo esperamos de pie. —Espero que no sea ningún idiota—comento en voz baja cuando siento que abren la puerta. La primera persona que veo es al abogado pero entonces... ahí está, frente a mí. El aroma varonil inunda mis fosas nasales, siento que mi pecho, todo mi cuerpo y mi sistema se paralizan en ese preciso instante en que mis ojos se posan en los suyos recordando todo lo que pasó. Carajo, es verdad, es de verdad. Está aquí, frente a mí. ¿Acaso me estoy volviendo loca? —Señorita Hobbs, permítame presentarle al señor... —Max—susurro todavía anonadada de tenerlo de frente, con sus manos dentro de sus bolsillos de un traje que obviamente cuesta demasiado, con su cabello peinado hacia atrás y una expresión completamente fría en su rostro como si... como si no quisiera estar aquí. —Megan—saluda sin ánimo. Trago grueso. —¿Él es a quién esperábamos? El abogado asiente. —Sí, el señor Dupont no podía estar aquí la semana pasada pero ya que estamos todos, creo que deberíamos comenzar. Mientras él se prepara, es inevitable para mí mirarlo porque me parece irreal. Me prometí que no volvería a buscarlo, a verlo y ahora... lo veo en vivo y en directo abrazarse con Bryce como si de hecho hubieran sido amigos en algún momento del tiempo que pasamos juntos cosa que no recuerdo bien. Hablan un poco pero yo... yo estoy ahí simplemente intentando no quebrarme, no lanzarme a su pecho y abrazarlo como tanto quiero porque eso sería algo incómodo y nada concordante con lo que planeé hace tiempo pero es que... ni siquiera tenía planeado volver a verlo, no sé cómo reaccionar. El abogado comienza mencionando todo lo legal, las formalidades e intento prestar atención pero mi mente solo se concentra en intentar oír lo que habla con Bryce. Cuando el abogado menciona el nombre de mi abuelo, todos prestamos atención. —El señor Hobbs dejó estipulado cómo quiere que se divida la totalidad de sus bienes y su patrimonio—comienza—Al señor Bryce Wallas, su fiel compañero, su hijo del alma, el amigo más fiel que ha tenido durante sus últimos años, le ha cedido el veinte por ciento del total de sus bienes y deja estipulado que la parcela donde escoja hacer su casa, es completamente suya. Bryce se pone tan sentimental que baja la mirada y sé que ha de estar muy agradecido, así como nosotros con él por la fidelidad que ha mostrado en todo este tiempo. —Ahora bien, el ochenta por ciento del resto del total, quedará a nombre de su única nieta, la señorita Megan Hobbs con unas condiciones. Frunzo el ceño de inmediato. —¿Cómo que condiciones? —Bueno, aquí está escrito que la única forma en que usted se hará de estos bienes, es cumpliendo una única regla impuesta por su abuelo. —¿Qué sería cuál? Nos mira a Max y a mí. —Que tanto usted, como el señor Dupont, convivan en la casa principal por dos meses enteros.
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