MEGAN HOBBS
Y así como la vida es impredecible, también es horrorosamente dolorosa.
Toda mi vida pensé que estaba sola porque justo así me sentía sin embargo él estaba ahí, justo junto a mí, donde lo necesitaba cuando lo necesitaba. Al pie del cañón como dicen algunos. Fue mi pilar, mi saco de boxeo, mi caja de pañuelos. Fue mi roca, mi sustento y por lejos el mejor amigo que alguna vez tuve.
Tengo en claro que todo lo que hoy soy, es por él. Nada más que por él.
Le debo todo y aún así, dejé que se fuera sin sentirse orgulloso de mí, al menos no del todo.
El abuelo murió esa misma noche debido a un infarto fulminante que acabó con su vida en segundos. Según los doctores no sintió dolor ni nada similar, solo se quedó dormido, conmigo a un costado y con Bryce y su familia del otro lado, todos ahí mismo acompañándolo hasta que decidió que era el momento de partir.
Recuerdo el pitido de la máquina a la que estaba conectado, recuerdo el momento exacto en que comenzó a sonar, por primera vez, a un ritmo único e igual, sin variantes, sin picos, sin nada, solo una línea que sonaba igual de tiesa que como se veía. Y su piel se puso blanca, más fría, menos tibia, demostrando que ese horroroso momento que ninguno de nosotros quería que sucediera, sucedió. Finalmente falleció rodeado de todos los que llamó familia, siendo amado y respetado.
Muchos de sus amigos dicen que vivió una gran vida. Conozco de sus logros, sé que no fue fácil para él sacar adelante una herencia familia como lo es el rancho pero lo logró y nos encabezó como la familia más prominente de Montana. De hecho, creó muchos empleos, benefició a los habitantes del pueblo con el que creció y ayudó a quienes conoció. Justo por eso la casa se encuentra abarrotada ahora mismo.
Sentada bajo el árbol donde yacen mis padres, el lugar donde desayunaba cada mañana, y donde ahora descansa junto a su hijo, observo mi casa rodeada de personas que vinieron a dar el pésame y a formar parte de la ceremonia que Dove organizó.
A pesar de que al abuelo le gustaba tener todo bajo control, no nos dijo a ninguno cómo quería que se llevara a cabo su funeral por lo que Bryce y yo dejamos que su esposa se encargara. No por que lo conociera mejor sino porque no lo hacía así que invitó a pocas personas a la ceremonia privada, lo cual fue bueno porque luego mi casa se convirtió en un circo de personas que van y vienen contando historias sobre cómo falleció, sobre lo joven que era y sobre lo mucho que anhelaba tener un nieto antes de partir.
Por eso salí y me senté aquí, donde él solía sentarse a beber su café y de donde no quiero salir ahora.
A pesar del dolor que siento, no he derramado muchas lágrimas. Principalmente porque estuve a su lado y siento que me despedí de la forma que quise, y porque él no hubiera querido que nos hundiésemos en la depresión porque es de ahí de donde me sacó hace tiempo.
Fue difícil para mí enfrentar la pérdida de mi hijo, supongo que quería asegurarse de que no pasara lo mismo cuando me agendó una cita con mi psiquiatra antes de morir. La llamó desde el hospital para decirle que moriría y que debía de estar al pendiente de mí, por eso ella se encuentra aquí ahora intentando hacer que coma algo aunque me niego y por eso se regresa con el plato hasta la casa.
Veo a las personas ir y venir, las veo sonreír y algunas llorar, los veo pasearse con flores y otros simplemente admiran la propiedad. Sé que no tardarán en hacerme una oferta por la tierra, se nota a simple vista que la razón por la que los viejos rancheros de aquí vinieron hasta la casa es para hacer una oferta.
No me sorprende que el primero en intentarlo sea el padre de mi ex mejor amiga, Jules.
—Megan, no sabes cuánto lamento que falleciera, era un gran amigo.
Me tiende una taza de café aunque ya tengo una en la mano por lo que la deja sobre la mesa.
—Gracias, señor Martin.
Se rasca su cabeza pelada por partes a causa de la calvicie.
—Si necesitas algo, lo que sea, puedes llamarme cuando necesites que me encargaré—continúa.—Sé que será duro para ti hacerte cargo de todo esto ahora que no está y quizás sea difícil pagar las cuentas al principio. Es una propiedad grande y el mantenerla no es...
—Señor Martin, agradezco que se preocupe por el estado de mis tierras y de mis finanzas pero le aseguro que no voy a necesitar nada de usted, ni de nadie—aclaro, logrando que esa fachada de viejo amigable se vaya al carajo.
—Una mujer no sabe cómo dirigir un lugar como este. Será mucho trabajo para ti.
Alzo una ceja intentando no sentirme ofendida.
—Sé bien cómo se trabaja la tierra, señor Martin, le recuerdo que crecí aquí y he mantenido este lugar a flote junto a mi abuelo—digo con firmeza viendo que Bryce se acerca a nosotros con su hijo, Hunter, en brazos.—Pero tiene razón en algo y es que sí será mucho trabajo para mí.
El viejo sonríe.
—Entonces creo que sería un buen momento para hacerte una propuesta y...
—Creo que no lo entendió, señor Martin. Sería mucho trabajo para mí porque yo tengo mi propio trabajo, mantengo una empresa, tengo una reputación que mantener así como empleados que están bajo mis ordenes. El tema de la casa y la propiedad no correrá solo por mi cuenta sino también con la ayuda de mi socio, Bryce.
Con el ceño fruncido se voltea a ver al hombre del que hablo quien llega con cara de pocos amigos, como ha estado desde el momento en que el abuelo murió.
—¿Ocurre algo?—me pregunta, a lo que niego.
—El señor Martin estaba por hacerme una propuesta para comprar nuestras tierras.
—¿Suyas?—pregunta sin entender nada—Mira, Megan, no sé si sepas cómo funciona el tema de la herencia pero estas tierras son tuyas, no le pertenecen a un simple empleado.
Aquello me ofende y me enfurece más que nada porque denigra al hombre que me ha apoyado casi tanto como mi abuelo estos últimos años.
—Creo que es usted quien no entiende las cosas pero se las explicaré—me pongo de pie—Bryce es parte de la familia por lo tanto, es dueño de las propiedades al igual que yo y le corresponderá la mitad de todo lo que mi abuelo tuvo. Por lo tanto, yo me niego a venderle mis acciones, mis tierras y todo lo que tenga que ver con mi herencia pero espero que llegue a un acuerdo con él por la parte que le corresponde.
No quiere hacerlo sin embargo mantiene la dignidad ya que el trato es grande. Si bien ganaría más de lo que va a perder porque significaría una expansión importante para su propio rancho, se enfrenta a Bryce poniendo la misma sonrisa que me puso a mí.
—Muchacho, sé que tú eres mucho más comprensivo que esta muchacha y por eso...
—No quiero faltarle el respeto sobre la tumba del hombre que creyó, usted era su amigo—gruñe Bryce dando un paso al frente. —Pero le prometo que si no se marcha ahora llevándose ese horrible ramo de flores que trajo con usted, le partiré la nariz y no tendré remordimiento alguno por golpear a un anciano ambicioso como usted.
Indignado, el señor Martin retrocede observándonos a ambos.
—Par de malcriados, irrespetuosos y...
—Diez, nueve, ocho, siete...
Bryce no llega ni al número cinco cuando el padre de la que era mi mejor amiga va ya cerca de la entrada de la casa por suerte. Agotada por la mierda de tener que lidiar con él en este momento, tomo asiento de nuevo donde estaba obteniendo un ligero cambio.
—¡Tia Mei!—grita Hunter lanzándose a mis brazos. Es tan pequeño, no entiende quizás la mayoría de las cosas que están sucediendo a su alrededor y tampoco entiende lo reconfortable que es su abrazo para mí en estos momentos pero agradezco tanto su dulce corazón porque es lo único que me ha ayudado a mantenerme de pie en todo este tiempo.
Le beso su mejilla regordeta.
—Hola memu—susurro. —¿Cómo estás?
Intento mantener las lágrimas en su lugar porque no me gusta que me vea llorar por lo que Bryce me lo quita de los brazos y lo manda a jugar con sus primos en el jardín tomando asiento junto a mí.
—¿Te sientes bien?
Niego con mi cabeza.
—No puedo creer que ya no estará más—susurro—¿Puedes creerlo?
Él bufa.
—Claro que no, si pensé que sería eterno—comenta con pesar—O que al menos me enseñaría un poco más sobre cómo.... cómo ser un buen padre.
Apoyo la cabeza sobre su hombro. En estos momentos me siento como si estuviera compartiendo este dolor con mi hermano porque él es justo eso. Después de todo lo que pasamos, ha mantenido su promesa de siempre estar para mí, se convirtió en parte de la familia, de mi familia.
—Estamos solos ¿no es así?
Él toma mi mano.
—Claro que no, tú nos tienes a nosotros y nosotros a ti—susurra.—Lo dijiste, somos familia, y vamos a estar bien.
Suelto un suspiro.
—Espero que si, y también espero que esta gente se vaya rápido porque ya estoy harta de tanta pregunta por aquí y por allá. ¿Dónde está Dove?
Se endereza para mirarme a la cara, como si hubiera olvidado decirme algo.
—¿Qué sucede?
—Venía a decírtelo cuando pasó lo de Martin—comenta con el ceño fruncido—Hay un señor, creo que es abogado, está esperando por ti en el despacho.
—¿Y qué quiere?
—No va a decirme nada porque no soy su familiar directo así que tendrás que ir.
Agotada me pongo de pie. Cuanto más rápido termine con todo esto, mejor. Quiero estar sola, vivir mi duelo, sentir que de hecho estoy sufriendo la pérdida de mi ser más querido así que ingreso a la casa tomando los saludos y las lamentaciones de los presentes así como los obsequios y la comida que dejan en la mesa de la sala para nosotros ahora que el abuelo falleció.
Por fin llego al despacho, el aroma de mi abuelo todavía continúa impregnado aquí lo cual me saca una sonrisa y me tranquiliza lo suficiente como para saludar al abogado que apenas me ve, se pone de pie.
—Señorita Hobbs, es un placer conocerla. Soy el abogado de su abuelo, el señor Klarc.
—Mucho gusto, ¿en qué puedo ayudarle?
—Bueno, venía a darle mi pésame por la muerte de su abuelo, era un gran hombre—le agradezco eso—Y a decirle que estaré en la ciudad hasta el lunes, para que hagamos la lectura del testamento. Sé que es un mal momento para decirle esto pero no tenía conocimiento de la situación de su abuelo hasta que me llamó hace dos días así que tengo poco tiempo.
—Claro, si gusta podemos hacerlo ahora, tengo que llamar a Bryce para...
—No, no es necesario que lo llame ahora porque...
—¿No está en el testamento? —pregunto sorprendida pues sé que mi abuelo sí lo puso.
—No, sí lo puso, pero necesito que tres personas estén presente en la lectura.
—¿Tres?
—Sí, y esa persona podrá llegar aquí el lunes así que nos veremos, no lo sé, ¿aquí puede ser? Así podamos leer el testamento y dejar en claro algunas cláusulas.
Sacudo la cabeza.
—¿Quién es la tercera persona?
—Lo siento pero no puedo revelarlo. De todas formas lo sabrá en unos días así que, la veré el lunes, señorita Hobbs.
El abogado se marcha dejándome de pie en el centro del despacho preguntándome quién es la tercera persona que mencionó. Pienso de inmediato que puede tratarse de Dove o de Hunter aunque él es muy pequeño para tener que presentarse a la lectura de un testamento por lo que me queda esa maldita incógnita. Sé que parte de nuestra familia no es porque sus primos lejanos no tienen nada que ver con nosotros desde hace años así que ¿Quién carajos será esa tercera persona?
No sé por qué mi mente retorcida trae a colación que quizás el abuelo tenía una esposa por ahí oculta o que se presentará alguien aludiendo ser su hijo solo para quedarse con parte del dinero pero... no, eso es imposible, si mi abuelo hubiera tenido una esposa u otro hijo, estoy segura de que me lo habría contado. ¿Verdad?
Con el ceño fruncido me quedo ahí hasta que veo a Bryce de pie observándome con el ceño fruncido.
—¿Qué dijo?
—¿Ya se fue?
Él asiente.
—¿Quién era ese hombre?
—Ese es el abogado del abuelo y vino para decirme que estará aquí el lunes para la lectura del testamento.
Frunce el ceño.
—Pero si somos nosotros dos, ¿Por qué no quiso leerlo ahora? Quizás porque apenas fue el funeral ¿verdad?
Niego con mi cabeza.
—No quiso leerlo porque dijo que nos vería el lunes a ti, a mí y a... otra persona.
—¿Qué persona?
Me encojo de hombros.
—La verdad, no lo sé ni quiso decirme. Estaba extraño, aunque me dijo que esa persona estaría aquí el lunes así que es obvio que no vive en Montana entonces ¿Quién demonios es?
Él también se queda pensando y es que desde que mi abuelo nos comentó que haría el cambio en su testamento, solo hablaba de él y de mí, de nadie más por lo que no entiendo qué es lo que sucede.
—Quizás... no lo sé, ¿crees que podía estar hablando de Dove?
Niego de inmediato.
—No, ella lo atendió además, de haber sido ella no nos haría esperar hasta el lunes, nos habría citado a todos y ya ¿no crees?
—Pues sí.
—Supongo—suelto un suspiro—Que no tenemos más opción que esperar a ver de quién se trata.
Con la cabeza vuelta un maldito lío regresamos a la sala donde tenemos que quedarnos con los invitados que a medida en que el sol comienza a ponerse, se van de a uno lo cual agradezco. Si bien yo no hablo mucho, la mayor parte de las plegarias y los lamentos los recibió Dove, la esposa de Bryce, es agotador tener a tanta gente en casa cuando estoy acostumbrada a que seamos pocos aquí así que una vez que la puerta se cierra después de que el último invitado se va, agradezco al cielo por el silencio que toma la casa.
Pensé, durante todo el día, que esto era justo lo que quería y necesitaba sin embargo cuando los minutos pasan me doy cuenta de que no es así porque ahora, aquí sola en medio de la sala, me doy cuenta de que de hecho, mi abuelo sí murió.
Su ausencia me golpea así como la dura realidad a la que me toca enfrentarme ahora.