MEGAN HOBBS
Mi mente parece no comprender lo que el hombre frente a mí está diciendo. Primero, tengo que soportar estar ante la presencia de un hombre que claramente no me tiene como una de sus personas favoritas y ahora... ahora tengo que aguantar esta mierda que según él, ha quedado estipulado como una condición de mi abuelo.
—¿Qué espera de esto?—pregunto en voz alta aunque en realidad, la pregunta solo pasó por mi cabeza. —Digo, no sé qué tiene esto que ver con su muerte o siquiera si tiene algún sentido pero el señor Dupont y yo no tenemos relación alguna, no creo...
—Señorita Hobbs, está estipulado que tanto usted como el señor Dupont aquí presente, tendrán que vivir juntos por el tiempo acordado.
—Disculpe—oír su voz me deja por completo paralizada. Trago grueso, no estoy segura de cómo proceder después de oírlo porque yo... su voz me hace mal y su presencia no está haciendo nada más que enloquecerme a este punto. —No tengo nada que ver en todo esto, la verdad, si pudiésemos terminar con esto, no quiero nada de ella, no necesito absolutamente nada de esta familia así que le cedo por completo el beneficio, ella gana, se acabó.
Me duele pensar que no quiere tenerme cerca o que le molesta mi presencia. Ciertamente no terminamos de la mejor manera posible pero intento comportarme como la adulta que soy y no como él, que prácticamente ha dejado en claro que el problema aquí soy yo y no la situación.
Me quedo de pie observando al abogado que no hace más que mirar a todos lados como si la situación fuera demasiado incómoda para él sin embargo no tiene más opción que leer las condiciones de mi abuelo que prácticamente no resuelven un carajo.
—Señor Dupont, por más que usted no quiera, existe una cláusula que dice que si alguna de las partes se llega a negar a este acuerdo, todo el dinero irá a una beneficencia y la mayor parte de las tierras se venderán al mejor postor impidiéndole a ambos participar de dicha subasta.
Abro la boca sorprendida.
—Pero no es justo, yo también trabajé por esas tierras, me pertenecen y no creo que una simple cláusula de mierda me quite todo aquello que me recuerda a mí misma—reclamo acalorada—¿Todo por qué este hombre no quiere vivir conmigo?
Se enfrenta a mí volteándose, mirándome fijamente.
—¿Disculpa?
Mantengo mi posición.
—Oíste bien.
—No es que no quiera vivir contigo cosa que claramente es cierto, sino porque ambos sabemos que eso no terminará bien y la verdad es que no le encuentro sentido.
—Ahí tenemos un punto en común porque yo tampoco tengo idea de lo que se trata.
Intento no mirarlo, hago lo posible por no enfrentarme a él porque no sé qué podrá salir de mi boca en cuanto tenga su mirada sobre mí ya que sus ojos siempre han sido un puto tormento.
—Bueno, el señor Hobbs dejó una carta así que procederé a leerla ahora mismo—anuncia el abogado buscando así intentar calmar la situación—”Querida Megan, mi nieta, mi hermosa niña. Sé que probablemente te estarás preguntando qué pasaba por mi cabeza cuando puse la cláusula y seguro no encontrarás respuestas obvias, porque no las hay. Sé que Max y tú no siempre han sabido arreglar sus problemas, sé que ambos tendrán demasiadas incógnitas y que ahora mismo no soy tu persona favorita pero solo quiero que seas feliz. Y la única vez que te vi sonreír de verdad, fue estando al lado de ese hombre.
Ambos han pasado por muchas cosas, quizás más de lo que la mayoría tiene que enfrentar y los años los han separado aunque siempre hemos tenido conexión una familia con la otra dado nuestro contrato. Si bien esto no tiene nada que ver con la empresa, quiero hacer un último esfuerzo por unir a dos personas que se amaron demasiado en el pasado pero que no tuvieron oportunidad de demostrárselo. Por eso hice la cláusula, si lo piensas bien, solo son dos meses.
Por otro lado, Max, señor Dupont o como quieras que te llamen ahora, fuiste como un nieto más para mí. Hiciste feliz a mi niña, fueron felices y la amaste demasiado, lo vi en tus ojos en todo momento que estuvieron juntos e incluso después. Tú sabes más que ella de esto, no tengo que darte muchas explicaciones solo quiero ponerte al tanto de las cláusulas como a ella.
Primero, tendrán que vivir juntos dos meses. No hablo de dormir en la misma cama sino de compartir la casa. Max se tendrá que mudar ahí, quizás a mi habitación o a la de Bryce pero tendrá que estar en la casa.
Segundo, tienen prohibido mentir para evitar cumplir con la cláusula anterior o realizar viajes de imprevisto porque en algún momento, se tendrá que cumplir.
Tercero, si alguno de los dos se opone, mi dinero irá para beneficencia y las tierras se venderán. Mi abogado llevará el conteo de las semanas, se asegurará de que estén cumpliendo y en caso de querer mentir, he firmado un poder notarial que le permitirá vender la casa una vez que tenga evidencias de que este contrato no se cumplió como yo lo digo. Megan, si no accedes, perderás toda tu herencia familiar y Max, tú no tienes mucho qué perder, pero ella sí así que espero apelar a tu corazón para cumplir con la última petición de un hombre moribundo.
Espero que ninguno de los dos falle a mi memoria ni a mis pedidos. Sé que no lo harán, sin embargo también soy consciente de lo duro que ha de ser para ambos aceptar las condiciones. Quizás no entiendan mis motivos, quizás sí, pero como siempre digo, un último esfuerzo no va a matarte.
Los amo, mi familia, solo quiero que sean felices y estos dos meses le demostrarán que están hechos el uno para el otro o que simplemente, ya no existe nada por lo qué insistir.
Buena suerte, con cariño, su abuelo.”
Para cuando el abogado termina de leer, yo ya estoy hecha un mar de lágrimas. Es imposible para mí no ponerme sentimental y es que no puedo creer que incluso después de cuatro años él siga pensando que puede existir algo entre Max y yo cuando se fue sabiendo que él ya estaba con alguien más, que hizo su vida, que se olvidó de mí a las pocas semanas de separarnos porque simplemente no pudo resistir.
Max continuó con su vida y yo hice lo mismo con la mía. Su estúpida cláusula no hace más que atraer a un pasado que no traerá nada bueno en el futuro porque no existe nada por lo qué luchar. Yo ya no tengo nada por lo que pelear porque quedó demostrado que Max ya pasa de mí. Solo hace falta ver la forma en que me mira para saber que para él no soy nada, que no queda rastro de la forma en la que me trataba antes y ahora ¿se supone que solo por hacer el bien va aceptar vivir conmigo después de todo nuestro pasado? Pues no, no lo creo.
Por otro lado, me quedo de piedra al comprender que si se niega, lo perderé todo. La casa donde crecieron mis padres, las tierras donde están sepultados, las mismas que vieron crecer a mi papá, que me vieron crecer a mí. Las que me vieron destruidas y las que ayudaron a reconstruirme. Personas que quedaran sin empleos, yo me iré a la quiebra y... es el inminente final si él no accede a quedarse conmigo estos dos meses.
Bryce me muestra su apoyo incondicional palmeando mi hombro mientras el abogado espera por una respuesta.
—¿Has cuándo tengo para tomar una decisión?—pregunta Max con los dientes apretados.
El abogado relee el contrato o busca algo en su testamento que indique un índice de tiempo por lo que luego lo mira.
—Tiene veinticuatro horas para instalarse en casa de la señorita Hobbs o me veré obligado a vender la casa.
El corazón me martillea con fuerza y parece que está a punto de salirse de mi maldito pecho por lo que inhalo profundo esperando su negativa.
—¿Solo eso? ¿No puedo tener una semana al menos?
—No, lo siento.
—Pero es poco tiempo, tengo una vida, tengo que avisarle a mi... a alguien.
En cuanto menciona aquello, siento como si me faltase el aire. No sé qué otra afirmación necesito para comprender que tiene a alguien más, que está comprometido o quizás que ya hasta se casó con alguien más por lo que suelto un suspiro, tomando el valor finalmente de mirarlo a la cara.
Mi cerebro analiza sus facciones buscando algún índice del paso del tiempo que estuvimos separados y la única diferencia que noto es el poco vello facial que forma parte de su barba apenas creciente, algo que no sucedió mientras estuvo conmigo. El hecho de que hasta ahora no encuentre ninguna diferencia me lleva a ese tiempo en el que creímos que seríamos felices por siempre, en el que idiotamente creímos que tendríamos nuestro felices para toda la vida, donde pensamos que nada nunca podría salir mal cuando la realidad ea que solo teníamos que esperar al terrible final que el destino tenía preparado para nosotros.
—No tienes que hacer esto—susurro por fin, no sabiendo de dónde encontré el valor para hablarle. —No quiero que lo hagas por mí porque...
Max alza una ceja. Me mira como si fuera algo insignificante y la verdad es que esto no me gusta nada porque me observa como si no tuviésemos sentimientos en común, como si no hubieran recuerdos que nos unen o un bebé que casi vino al mundo y el cual hoy podría rondar por los cuatro años. Nada. Veo su mirada y no encuentro ninguna clase de sentimiento por mí en ellos.
—¿Crees que lo haría por ti?—pregunta con un claro tono de asco en su voz.
Trago grueso.
—Lo hagas por quien sea que lo hagas, no quiero tenerte viviendo en mi casa ese tiempo—recalco intentando no demostrarle que me dejó hecha pedazos.
Se burla de mí.
—¿Crees que para mí será hermoso convivir contigo? No tienes ni la más puta idea de todo lo que puedo perder por siquiera intentar salvar tu trasero.
Lo miro ofendida.
—No necesito que me salves.
—No quiero hacerlo—recalca dando un paso al frente. El tono de voz que utiliza conmigo es uno que jamás había utilizado para mí. Es nuevo, es frío y... demasiado distante.—Pero tu abuelo me metió en esta situación de mierda. ¿Crees que podré dormir sabiendo que mucha gente perdió su empleo por que no fui capaz de soportarte durante dos meses? Verte la cara todos los días será un puto fastidio pero a este punto lo prefiero.
Intento no demostrarle que me ha quebrado con sus palabras pero estoy segura de que son mis ojos cristalinos los que me delatan ya que no deja de observarme fijamente.
—No tienes que preocuparte por ellos.
—Me preocupa porque no tienen que sufrir las consecuencias de todo lo malo que siento por ti.
Parpadeo sorprendida.
—¿No son cosas buenas?
Se burla de nuevo.
—Y todavía lo preguntas, descarada—masculla—Que quede claro que si lo hago, que si siquiera pienso en poner un pie dentro de esas tierras de nuevo es solo porque este hombre y ninguno de los que trabajan para ti, merecen quedarse sin empleo y sin todo lo que ese lugar les puede ofrecer.
Alzo el mentón intentando demostrar que no me ha herido como quisiera.
—Puedo encargarme yo de ellos, de todos.
—¿Con qué dinero?—me pincha—Sabes bien que tu futuro ahora está en mis manos, pero poco me importa lo que te suceda, solo lo hago porque la gente que te sigue a pesar de la clase de persona que eres.
Alzo una ceja.
—¿La clase de persona que soy?—pregunto ofendida—¿Y qué clase soy según tú?
—La clase de mujer que se cree que puede herir a medio mundo y salirse con la suya—apunta despechado.
Es mi turno de reír.
—Ahora dilo sin llorar.
Aquello lo enfurece más. Está claro que existe resentimiento de su parte, está más que demostrado que para él, vivir conmigo sería mucho más que un simple castigo, sería una tragedia. Ciertamente, hace mucho tiempo que dejé de preguntar por él o de seguirlo en redes para ver qué era de su vida, a este punto ya no me interesaba en absoluto, podía dormir con total seguridad de que su vida privada no me importaba para nada pero ahora sí quiero saber a qué se debe su preocupación.
Al instante se me viene una mujer a la cabeza. Seguramente tendrá una mujer, quizás una prometida o una novia por ahí, hasta puede ser posible que tenga... ¿un hijo? El dolor que siento en el pecho, esa quemazón que sientes cuando te engañan comienza arrasar con todo lo que tengo dentro de mí convirtiéndome en una persona para nada agradable.
—Si fuera para ayudarte, te dejaría en la lona.
Doy un paso al frente.
—Eso ni tú te lo crees—lo pincho, sorprendiéndolo—¿Crees que no se nota que sientes temor de estar a solas conmigo? ¿Crees que no sé que es lo que más deseas en tu vida? Mírate, intentando hacernos creer a todos aquí que me aborreces cuando la realidad es tú todavía me amas y te cabrea tener que ayudarme porque lo único que intentas desde que nos separamos, es olvidarme aunque claramente no tuviste éxito en eso.
—¿Crees que no te olvidé?—alza una ceja—Cariño, he estado con tantas mujeres que te sacaron de mi cabeza en pocas semanas después de separarnos. Así hubieras querido regresar, no me habría interesado porque tú ya no tenías que yo pudiera querer, ni siquiera eres alguien agradable.
—Así duermas con la mitad de la población, sé muy bien que me comparaste con todas esas—recalco—Y el que intentes negarlo solo te deja como otro idiota más, así que no quiero tu ayuda, prefiero quedarme sin nada a tener que convivir contigo y tus miles de putas.
—¿Son putas solo porque duermo con ellas? Vaya, supongo que es te hace parte del montón.
Indignada lo empujo.
—¡Lárgate, regresa por donde viniste que nadie aquí necesita de tu ayuda!
—¡Tú me necesitas, pero Bryce también, su esposa y su hijo también necesitan que me trague el odio que te tengo y conviva contigo estas putas semanas que no serán más que un maldito calvario!
Retrocedo como si me hubieran abofeteado. Durante años enteros me pregunté si él alguna vez me odió y recordé en cada una de esas veces sus palabras jurándome que solo tenía amor para mí sin embargo ahora... ahora todo queda más que claro.
—Así que me odias—susurro, bajando todos mis niveles.
Él parpadea como si notase recién lo que dijo, sin embargo no lo desmiente lo cual hace todo peor.
—Creo que todos deberíamos calmarnos—interviene Bryce. —Estamos acalorados, el abogado dijo que tienen hasta mañana para tomar una decisión así que... Max, si estás dispuesto ayudar, te esperamos mañana en el rancho, a usted también abogado, a primera hora. Si él no aparece podrá proceder con la venta y las donaciones, pero por ahora creo que tenemos que dar por terminara esta reunión.
—¿Qué dicen ustedes?—pregunta el abogado.
Max de un largo suspiro quitando la mirada de la mía.
—Si mañana no llego ya saben cuál es mi respuesta—gruñe malhumorado saliendo por la puerta de mi oficina de la misma forma en que regresó a mi vida, en cuestión de segundos.
Carajo.