Capítulo 04.

2723 Words
MEGAN HOBBS Siempre supe que mi abuelo tenía a veces formas excéntricas de que las cosas funcionaran a su modo. Muchas de esas veces tuvo razón y otras no, pero al fin y al cabo terminaron funcionando siempre a su favor. Nunca fui de entrometerme en sus decisiones justo por eso dejó de contarme qué estaba por hacer alrededor de mis veintes pero jamás pensé, ni por un segundo, que me haría algo como esto. A mí, a la supuesta niña de sus ojos. Dado que el testamento ya se leyó y por consiguiente, que todas las partes han sido informadas de la decisión del difunto, obtuve una copia del testamento y las benditas condiciones que llevo leyendo toda la puta noche. Sin descanso, intentando buscar alguna laguna que hubiera dejo al aire y así poder escapar de esta horrible situación pero el anciano era demasiado inteligente y cubrió cada una de las posibles lagunas que hubieran quedado. Es decir, no tengo escapatoria alguna para las pautas que impusieron. Por supuesto que de mi parte no va a existir ninguna clase de negativa al cumplimiento, tal y como Max dijo aquí hay personas que comen gracias a este empleo, gente que ni siquiera ha terminado sus estudios como para pensar que podrían conseguir alguna otra cosa fuera de estas tierras por lo que de mi parte no habrá un no, sin embargo no puedo decir lo mismo de la contra parte. Creo que me miento a mí misma al decir que por leer el testamento no he dormido cuando la verdad razón es que por mi mente no deja de circular la mirada que Max me dio y las palabras que me dijo. ¿Fueron hirientes? Sí, claro que sí pero ¿fueron justas? Efectivamente. Tengo responsabilidad afectiva por lo tanto, reconozco que fue mi error el que le hizo tanto daño así que no me quejo de su postura ante mí y ante la posibilidad de tener que convivir conmigo durante ocho semanas completas porque vamos ¿Quién querría dormir en la misma casa que su ex a sabiendas de que no va a recibir nada a cambio? Ciertamente, la única falla que encuentro es que mi abuelo no puso nada preciado que Max podría querer o temiera perder como yo, que tengo en juego básicamente todo mi pasado ahora mismo. Sacudo la cabeza cuando veo otra vez esos ojos preciosos llenos de furia mirándome. ¿Es posible que la ira se vea tan bien en un ser humano? Sí, es posible porque existe Maximiliam Dupont. Siempre dije que la belleza de ese hombre tendría que ser prohibida porque nadie puede ser tan hermoso como él. El delito de cargar tanta belleza y el peso sobre sus hombros ha de ser demasiado puesto que no solo es atractivo como el demonio sino que es inteligente, rico, un titulado y más que nada, un buen hombre. Mis propios pensamientos me llevan a pensar que tiene a alguien más en su vida, y estaría en todo su derecho porque el que hayamos terminado no significa que nunca más perteneceremos a otras personas, como él lo ha demostrado ante los medios. Llegué incluso a pensar, en medio de mis etapas depresivas, que la muerte de nuestro hijo no fue más que una salida para él sin embargo, al leer algunas entrevistas que dio por esos tiempos donde apenas llevábamos semanas separados, noté que no solo para mí había sido un gran dolor y una gran pérdida sino que para él también, que donde se paraba hablaba sobre su primogénito y sobre las cosas que habría hecho con él. Decir que lo aceché durante un tiempo sería decir lo correcto, así es como supe que tenía a otra mujer por ese entonces y que además, se había convertido en el mayor benefactor del Hospital Infantil de Nueva York. En sus propias palabras, busca ayudar a padres que todavía tienen la oportunidad de salvar a sus hijos porque no quieren que pasen lo que él pasó. Y tiene razón. No creo que exista una persona a la que podría desearle el sufrimiento de la pérdida y el dolor de no tener a un bebé que fue esperado con tanto amor por lo que no pude hacer más que alegrarme por él en ese entonces. Ahora es diferente, no estamos hablando sobre nosotros solamente, hablamos sobre muchos puestos de trabajo que podrían perderse si él decide que lo mejor para todos es no presentarse y rechazar la bendita cláusula de mi abuelo. Me he comido todas las uñas, sé que es un hábito espantoso e incluso de niña me costó demasiado deshacerme de eso, lo he vuelto a hacer y es que con el pasar de las horas me he puesto más y más nerviosa, sumado a la falta de sueño y al exceso de cafeína, cuando dan las cinco treinta de la mañana y los empleados comienzan a despertar, sé que queda poco tiempo para que él se presente salvándonos a todos de una irremediable pérdida. Dejo los papeles en mi escritorio, como no tengo tiempo para siquiera recostarme dos segundos, y ni aún teniéndolos hubiera sido capaz de dormir, termino por caminar hacia mi cuarto de baño y tomar una ducha con agua fría. El otoño está terminando lo que significa que pronto tendremos el crudo invierno, y las calles cubiertas de nieve al igual que los campos por lo que aprovecho este tiempo para disfrutar un poco más del día porque luego, se pone tan fresco que sientes que hasta tus neuronas se están congelando por lo termino de tomar mi ducha con agua fría, salgo buscando algo en mi armario para usar y luego me planto frente al espejo que me muestra claras señales de agotamiento en mis facciones. Decido ignorarlas, por más que quiera hacer algo al respecto no lo haré porque es simplemente imposible para cualquier persona intentar lucir fresca luego de haberse pasado todo el día anterior despierta así que solo me seco el cabello intentando darle un poco de forma y luego me coloco poco maquillaje anhelando porque el bendito reloj no marque las seis de la mañana. Escucho un coche llegar, apenas me asomo por la ventana sé que se trata del abogado por la gama del auto así que bajo las escaleras encontrándome con Bryce y Dove en la sala, recibiendo al abogado que sonríe al verme. —Señorita Hobbs, espero que haya podido dormir. Intento sonreírle. —¿Quién podría? Si están poniendo el futuro de mi familia sobre los hombros de un hombre que me detesta. Dove intenta calmar la situación dando un paso al frente. —Estoy bastante segura de que no te odia—susurra, intentando darme ánimos. —Yo no estoy tan seguro de qué tanto te odia. Lo miro de mala gana. —¿Qué? No voy a mentirte, ese hombre en serio quería decirte tus verdades ayer. Su esposa le pega en el hombro. —Sé que si el abuelo quería que ambos vivieran juntos es porque estaba seguro de que entre ellos todavía existe algo así que no pensemos en negativo. Le sonrío, Dove parece una niña cuando le hablan de amor pues está tan enamorada que cree que todo en el mundo se soluciona con flores, besos y abrazos. Es inocente, tan linda y tan enamoradiza que a veces suena incluso un poco irracional y pendeja. Como ahora. —Él más que nadie sabía que ese hombre no siente más que remordimiento de haberme encontrado en su vida—murmuro—Mira, Dove, no estabas cuando todo pasó así que no espero que lo entiendas, sin embargo, tampoco espero que él venga justamente por todo lo que pasó. Creo... no quiero sonar incrédula pero creo que es mejor ir sabiendo cómo se darán las cosas en caso de que el señor Dupont no se presente en los próximos diez minutos. El sol apenas se está asomando y yo siento que ya tengo una piedra de diez toneladas sobre mis malditos hombros. A este punto terminaré convirtiéndome en una anciana de tanto estrés que cargo pero aún así me responsabilizo sobre lo que podría suceder en caso de terminar sola. —¿Qué sucederá con la parte que le pertenece a Bryce ahora en caso de que no se presente?—pregunto. —Bueno, su abuelo dijo que toda la tierra se vendería así que... Bryce y su esposa se dan una mirada de preocupación mientras a mí me crece la bola que tengo en el centro de mi estómago justamente porque se supone que nosotros cuidaríamos de él, y no es cuidarlo el dejarlo en la calle con una esposa y un hijo a cuestas solo porque mi abuelo fue un testarudo hasta la muerte insistiendo en que entre Max y yo todavía queda algo cuando claramente no es así. —Eso no puede ser, ¿No existe otra forma en que podamos solucionar esto sin involucrar al señor Dupont? Sé que está en el testamento pero... —Señora Hobbs, no puedo faltar a mi compromiso con su abuelo, es por eso que estoy aquí, para corroborar que todo se cumpla según sus propias cláusulas. Doy un suspiro. —Bueno, supongo que no tenemos más opción que esperar. No puedo quedarme sentada cuando tengo conocimiento de todas las cosas que podrían irse al carajo si él no se presenta. A estas alturas, tengo tantas ganas de quedarme bajo cinco metros de tierra y concreto que a medida en que pasan los minutos, le agrego un metro más a mi conteo. El sol está en su punto más alto, los vaqueros comenzamos a salir a las tierras para comenzar con sus labores y sé que están al tanto de lo que sucede puesto que la mayoría mira a la casa e incluso se quedan quietos, esperando por ver si llega nuestro salvador. Como dije, mucho depende de que él se presente. Todavía no estoy lista para dejar mis tierras, mi gente, personas con las que crecí e incluso familias enteras que dependen del salario que aquí se les paga por lo que comienzo a ponerme histérica cuando veo que solo faltan dos minutos para que se cumpla la hora establecida. Mi labio inferior tiembla, sé que quizás le hice mucho daño pero me niego a creer que está tan dolido que no puede verme por solo... —¡Está aquí, llegó, Megan, está aquí!—la emoción en la voz de Bryce es notoria. Tanto él como su esposa salen a encontrarlo cuando estaciona frente a la casa y por la maleta que baja de su coche lujoso, creo que mucho más lujoso del que tenía cuando nos vimos la primera vez, supongo que ha tomado una decisión. Una que es celebrada por todos los vaqueros del rancho ya que gritan y vitorean antes de regresar a sus puestos. Todos están felices, excepto él. Mientras el abogado sale a hablar con él sobre algo en la entrada de la casa, yo me quedo dentro observando todo por el gran ventanal. No quiero hacerme ilusiones, no quiero pensar cosas que no son porque es demasiado evidente que no le agrada estar aquí, no le hace gracia mirar la casa que de seguro le trae demasiados recuerdos y mucho menos voltear hacia donde solo quedan escombros de lo que alguna vez, llamamos nuestro hogar. Veo que su mirada se endurece mucho más después de eso, Bryce y Dove se alejan cosa que me espanta porque se suponía que debían de quedarse para recibirlo y establecer algunas reglas sin embargo tanto ellos como el abogado se hacen a un lado dejándolo solo. Me ve a través del cristal, entonces toma su maleta y se acerca a la puerta, ingresando hacia la sala, buscándome con la mirada. Y ahí está, de nuevo esa fría expresión que parece solo tenerla reservada para mí. —Supongo que ganaste—murmura sin ánimos. Me encojo de hombros. —No te pedí que vinieras. —No lo hice por ti. Guardo silencio, a este punto agradezco en silencio que se haya presentado porque al menos así, podré tener un poco más de tiempo para intentar convencerlo de que se quede por dos meses. Cuando camina, adentrándose más y más en la sala, lo persigo. —¿Tienes miedo de que me robe las cosas? Ruedo los ojos. —Quiero enseñarte donde está tu habitación. Se voltea a enfrentarme. —Conozco la casa, dime dónde e iré solo—responde con frialdad. Tragándome el orgullo y las miles de palabras que tengo atravesadas en la garganta, le indico la habitación aunque camino detrás de él mientras la busca porque si no tiene nada para decir, yo tengo bastantes cosas que decir al respecto, cosas en las que llevo pensando desde el momento en que me plantee la posibilidad de que aceptara al final, cosa que sucedió. Max abre la puerta de la que solía ser su habitación la primera vez que estuvo aquí, deja la maleta sobre de la cama y hace de cuenta que no existo comenzando a desempacar, primero su laptop, sus cuadernos y luego sí, su ropa. —Trajiste pocas cosas—susurro. —¿No planeas quedarte? Me ignora. —Max... Con un suspiro pesado, decide que es mejor enfrentar nuestras miradas de nuevo aunque no quiera. —¿Qué quieres? ¿Qué estás haciendo aquí? Creí que con presentarme habría sido suficiente pero... Dada la frialdad en su voz termino recordando que no estamos aquí para nada más que no sea cumplir con lo establecido en el testamento y dado que ahora me tiene en la palma de su mano, a mí y a todos los que trabajan en el rancho, decido hablar calmada e intentar no enfadarlo para así lograr que se quede. —Tengo algunas reglas. Alza una ceja. —¿Reglas? —Sí, dado que no quieres verme porque según tú me odias, preparé un calendario con los horarios en los que podré estar en la sala que son de diez de la mañana a tres de la tarde para darte total libertad de estar fuera o no salir de tu habitación dado que yo trabajo en esos horarios y necesito el espacio—susurro, entregándole el papel—También creé un horario para el plan de comidas que será a la hora que quieras porque yo cenaré en mi habitación cada noche para darte total acceso a la planta baja. Max lee lo que hice, no parece feliz pero agradezco que no me interrumpa mientras le explico qué son cada cosa puesto que separé todo por color e incluso realicé dos diferentes en caso de que quiera cambiar algo. —¿Algo más aparte de esto? Digo, no sé, ¿No quieres hacer un calendario para los turnos en los baños? —Tengo baño privado así que tampoco me verás semidesnuda en los pasillos, lo siento por ti. Se ríe en voz baja. —No necesito ver tu cuerpo cuando tengo uno mejor esperando en casa. Ante la mención que hace, me quedo de piedra. Todo atisbo de risa y tranquilidad que tenía se fue al carajo dado que... si antes no tenía claro si tenía o no otra mujer en su vida, ahora ha quedado más que confirmado que mientras él viva conmigo, otra persona lo espera en la casa que seguramente están compartiendo para este momento. Decidida a no seguir torturándome más, le entrego los papeles con la última regla. —Megan... —Esa última regla te prohíbe ingresar a otra mujer a esta casa en el lapso de ocho semanas—susurro—Si vas a quedarte aquí, cumplirás con lo objetado en la cláusula así que sí... supongo que seremos nosotros dos por muchos días de ahora en más. Irónico, bufa. —Serán unos días divertidos ¿no crees?—lo pico. Me encojo de hombros. —Veremos, quizás terminemos arrancándonos los ojos en poco tiempo. —O la ropa—menciono, sorprendiéndonos a ambos y es que ni siquiera pensé cuando aquello salió de mi boca. Enfurecida conmigo misma por demostrar que hasta ahora me sigue afectando, salgo casi corriendo de su habitación sabiendo que los días que siguen van a ser una completa tortura.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD