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1257 Words
Ser tu sumisa es el deseo de ser mejor, de mejorar para ti y según tus gustos, pero ¿y mi voluntad?, ¿en dónde quedan mis anhelos más profundos?, ¿el amor?, ¿mi realidad? Anahí Bajamos de la camioneta e ingresamos al restaurante en silencio, nos guían hasta la mesa y un par de minutos después él realiza la orden cuando el camarero se acerca. Quiero decir tantas cosas, hacerle un sinfín de preguntas, pero mi mente está colapsada y no consigo hilar nada. Es evidente que también quiero entrar en ese mundo que describe, él lo sabe, yo lo sé. Tengo miedo de la oscuridad que se oculta detrás de cada una de sus palabras, la misma oscuridad que empaña su mirada y me hace sentir excitada. —Ve al tocador y colócate esto. —Deja un estuche sobre la mesa, con mano un tanto temblorosa, lo tomo y abro. Dentro hay un objeto que se asemeja a un tubo de rímel, pero tiene una cinta en uno de sus extremos, por lo que levanto la mirada hacia él pidiendo que me explique qué es lo que espera que haga. »Debes introducirlo dentro de ti. —Enarco una ceja en protesta—. No olvides cuáles son tus deberes. —Trago saliva antes de ponerme de pie en silencio e ir al baño llevando conmigo el estuche. En el baño entro en uno de los cubículos y hago lo que me indicó, dejo el extremo con la cinta fuera de mi v****a y me acomodo de nuevo el vestido, lavo mis manos y regreso a la mesa. De pronto siento una vibración que me hace detener mis pasos, se me corta la respiración e intento sostenerme de algo. —Se encuentra bien, señorita —pregunta un mesero que se da cuenta de mi reacción brusca. Asiento acostumbrándome a la suave vibración que se produce en mi intimidad. Levanto la vista hacia la mesa y mis ojos se cruzan con los de él, su mirada me advierte que no me atreva a volver al baño. Intento controlar la sensación que me produce para poder continuar caminando. Agradezco la amabilidad del empleado antes de alejarme. —No tienes permitido correrte —dice apenas tomo asiento. —No me hagas esto, por favor —pido y enseguida siento cómo la intensidad aumenta provocando que me atragante con mis palabras. —Creo que fui lo bastante claro cuando te dije lo que esperaba de ti —susurra inclinándose sobre la mesa. Cierro los ojos e intentó controlar mi respiración, sé lo que me dijo, pero mi cordura se empieza a nublar, muerdo mi labio inferior sintiendo como el calor sube por todo mi cuerpo. —Por favor, amo —consigo decir con voz dolorosa y de manera inmediata la vibración se detiene. Mi respiración es forzosa, tengo ganas de más, pero no creo que correrme delante de tantas personas sea una fantasía que quiera hacer realidad. Tomo agua y el ardor en mi garganta se calma. —No es tan difícil complacerme. —Sonríe y me deja ver el mando a distancia oculto en su mano. —Si amo —musito con el corazón aun latiendo muy deprisa. Quiero gritarle lo puto enfermo y pervertido que es, pero estoy segura de que si lo hago terminaré gritando desenfrenada delante de todos. Me quedo en silencio sintiendo como mi cuerpo recupera parte de su normalidad, aunque la verdad es que desde que caí en sus manos nada en mí ha sido normal. El mesero llega con la comida, la sirve y rellena las copas con vino, tomo la mitad de la mía de un solo golpe, provocando que el aparato dentro de mí se encienda de nuevo. —Una sumisa no se comporta de esa manera tan vulgar —aclara y me hace comprender que esto es parte de un castigo. —Lo siento amo. —Se apaga. Necesito indagar más, pero no sé cómo abordar el tema sin recibir un nuevo castigo—. Señor. —Respiro por la boca—. Necesito saber más sobre lo que espera de mí, para de ese modo no cometer más errores. —Sonríe complacido con mi tono sumiso. Maldito narcisista. —Exactamente, esto es lo que espero, aunque para ser sincero ansío el día en el que me convierta en tu dios, en tu razón de ser, en el único motivo que tienes para respirar, quiero ser el centro de tu universo y que tu mayor anhelo, sueño y deseo sea servirme, satisfacer mis necesidades y entregarte por completo a mí. —Sus palabras me causan terror y al mismo tiempo un sentimiento de pena se suscita dentro de mí. Es imposible que una persona solo busque idolatría en alguien más, ¿en dónde quedan las cosas importantes? —¿Yo que voy a ganar con esto? —A mí, seré tuyo, completamente tuyo y no habrá ninguna otra. —Su arrogancia me abruma, tengo que huir de él, nada bueno saldrá de todo esto. —No encuentro el equilibrio en esta relación —objeto con la intención de ver si existe algo más allá de esa fachada que demuestra. —La vida no siempre es justa, la mayoría de las veces la balanza se inclina a favor de... —Quien más poder tiene, sin embargo, asumo que no se puede mirar siempre en la misma dirección. —Me arriesgo a que todo el mundo me vea alcanzar un orgasmo, pero no puedo perder la oportunidad de demostrarle que existen más de una forma. —Admiro tu inteligencia, y no te imaginas lo mucho que me pone verte en esa actitud, pero como te dije, voy a educarte y convertirte en la mejor de las sumisas. —Enciende de nuevo el maldito vibrador, lo deja en la menor potencia, pero aun así es capaz de descontrolarme—. Come —ordena y sé que no tengo opción, si no incrementará la potencia. Tomo los tenedores y hago lo que me ordenó, me concentro todo lo que puedo en la sencilla tarea de comer. Cientos de pensamientos oscilan en mi mente, mi jefe juega conmigo, me seduce, controla cada una de mis neuronas, me convierte en su creación. La estimulación constante me lleva al borde de un acantilado, camino sobre una línea entre el fuego y la muerte. Coloco mi mano abierta sobre la mesa cuando siento que no puedo más, estoy a punto de correrme, cierro los ojos y me preparo. —No te corras. —Su voz me despierta—. Todo se trata de autocontrol, cuando aprendas a ser disciplinada vas a poder soportar esto y más. —Incrementa de golpe la potencia, lo que me hace dar un fuerte golpe sobre la superficie de la mesa. Las personas nos miran con curiosidad mientras él sonríe divertido. Apaga el aparato y al fin me deja descansar, sin embargo, necesito que me folle. —Señor, ¿podemos volver a casa? —pido anhelante. —No hemos terminado de comer. —No creo que pueda hacerlo mientras me sienta de esta manera. Su mirada me ordena comer. Lo hago con la mente en blanco, es cierto que casi no me he alimentado desde que estoy con él, pero no es mi culpa, sino suya, me ha convertido en una adicta. Necesito hacer que la balanza cambie a mi favor, aunque no veo propósito en ello, lo que en realidad necesito es que estos quince días pasen rápido. Solo faltan catorce.
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