Sostengo las llaves de Tiny en una mano y mi móvil en la otra. Parece ser otro día lleno de muchas catástrofes.
¡Maldición, Nina contesta! Vuelvo a marcar su número, pero la respuesta es la misma.
Nina lleva una hora de retraso, lo cuál es muy inusual en ella, y Lucas, mi hermano, no ha regresado desde el día anterior.
Sé muy bien que Lucas puede cuidarse solo. En el pasado se fue por ocho años, un día sin verlo no es nada para mí, pero lo que sí está poniéndome alerta es que Nina no responda mis mensajes, ni mis llamadas.
Después de un tiempo, mi móvil empieza a sonar y respondo a toda velocidad.
—¿Nina, estás bien? —Es lo primero que pregunto.
—Pecas, perdón. Me surgió un problema. —Nina dice apenada.
—Oye, eso no importa, solo dime que estás bien.
Nina suelta un suspiro, y yo no sé cómo tomarlo.
—Ethan mandó a Elena con mi suegra, quiere que nos quedemos en casa todo el fin de semana.
—¿Por?
—Quiere tener otro bebé… —Las palabras de Nina se quedan en pausa.
—¿Y no quieres otro hijo?
—No ahora.
—Es tu cuerpo, es tu decisión. —Le digo.
—Él está empeñado en que deberíamos tener otro bebé ahora para que Elena y su futuro hermano no se lleven tantos
años.
»Así ellos podrán tener una mejor igualdad. Conoces la relación que mantiene con, ya sabes quién, no quiere eso.
Bufo. Es un asunto en el que no puedo meterme. Esas son decisiones de dos.
—Sabes que la decisión que elijas, estaré ahí para apoyarte, ¿verdad?
—Lo sé. Ahora deberías ir a ese viaje y disfrutarlo.
—No sé si debería ir… —Dudo.
No puedo dejar a Nina así.
—Oye, ya está todo listo. No puedes dejar pasar la oportunidad. —Nina no se esfuerza mucho por convencerme.
Se escucha demasiado afligida y no quiero darle más problemas de los que tiene con Ethan. Acepto ir para despejarme un poco, y solo porque la reservación ya está realizada.
Me despido de Nina y tomo a Tiny mientras conduzco hasta el Hotel Opulent Have.
La mañana se presenta despejada, y él breve paseo por el campo parece ser una excelente manera de comenzar el viaje.
La noche anterior, me dediqué a investigar más sobre el hotel. Está ubicado en el muelle de Serene Bay, donde un departamento ronda alrededor de los tres millones de dólares. Me parece impresionante.
El GPS me indica que salga de la carretera principal y conduzca por un camino angosto. Al principio, dudo, pero después de unos minutos, diviso la puerta más grande que jamás haya visto.
¡Es enorme!
En una placa de oro, en uno de los pilares se lee: Hotel Opulent Have. Todo parece magnífico y escalofriante al mismo tiempo.
¿Eso puede ser posible?
Desciendo de mi auto para abrir paso, pero por más que lo intento, la puerta no cede.
—Identifíquese. —Una voz me sobresalta, y giro 360 grados para localizar el parlante en uno de los pilares
de la puerta.
Por poco se me sale el corazón.
—¿Hola? Soy Addison Carter. Tengo una reserva para una habitación.
El lugar queda en silencio por unos segundos y, luego, como si nada, la puerta se abre lentamente, haciendo que vuelva a sobresaltarme, por el sonido chirriante.
La puerta se abre.
Regreso a mi auto y avanzo por el angosto sendero. No veo más que hileras de árboles que parecen no tener fin. Después de unos minutos, finalmente llego a un jardín circular.
En el centro, hay una fuente enorme de agua que parece brillar por los rayos del sol.
Estoy absorta ante el panorama. Abro la boca al contemplar el hotel, un monumento arquitectónico que se alza en frente de mí y reclama toda la atención.
Las fotos de internet no le hacen justicia en absoluto; es totalmente majestuoso y espléndido.
Estaciono mi auto justo afuera de la gran puerta blanca con adornos dorados. Parece más un castillo que un hotel, y no puedo sentirme más entusiasmada.
Lucho un poco con el broche del cinturón de seguridad y salgo sin dejar de admirar cada detalle del lugar.
Apenas pongo un pie fuera, la puerta principal se abre, y un hombre alto y fornido sale. Su rostro parece inexpresivo, y la casi invisible cicatriz en su rostro le agrega un semblante tenebroso.
El hombre está vestido pulcramente con un traje oscuro y corbatín. Se acerca a mí y me mira indirectamente.
—¿Señorita Addison Carter?
Asiento con la cabeza sin dar crédito al hombre que está frente a mí, casi puedo jurar que mide más de dos metros.
—Le damos la bienvenida al Hotel Opulent Have. ¿Me permite su equipaje y las llaves de su auto? —El hombre nunca hace contacto visual, y yo me limito a tomar mi pequeña maleta del asiento trasero de mi auto—. Me encargaré de resguardar su auto y de que su equipaje llegue a su habitación mientras usted realiza el registro en recepción.
El hombre toma mis pertenencias y entra por la misma puerta. Lo sigo hasta el interior del hotel. Observo con determinación, el amplio espacio y, de inmediato, vuelvo a quedar impresionada.
Una gran escalera curva ocupa el centro de la estancia, donde el hombre que lleva mi equipaje va subiendo. A mi lado, está la recepción con el mismo material y diseño que la puerta.
¡Esto es una locura!
Sigo contemplando el lugar hasta llegar a la recepción. Todo está perfecto e inmaculado.
¡Esto debió costar mucho dinero! Nina quiere dejarme en bancarrota antes de tiempo
El registro no se demora mucho, y en menos de lo que parece, ya estoy caminando en dirección al ascensor.
No sé cuántos pisos hay en ese lugar, pero mi tarjeta tiene escrito en grande el número cinco con dorado y el trescientos ochenta y cinco más pequeño.
Sigo observando la tarjeta al entrar al ascensor porque incluso la llave de la habitación es hermosa.
Justo cuando las puertas están por cerrarse, un zapato deportivo las bloquea, obligándolas a abrirse nuevamente.
Yo contengo con fuerza el deseo de resoplar al ver que entra al ascensor un hombre alto, atlético, de cabello
oscuro, perlado en sudor. Tiene una gorra negra en la cabeza y unos lentes oscuros.
Se ve bien a la vista y alzo una ceja cuando creo que me ve detrás de esos lentes.
Luego él toma posición dentro del ascensor, apretando un número en la pantalla, el cual no puedo ver.
Me hago a un lado creyendo que él tomará un lugar junto a mí, pero no, se queda enfrente, tapando mi panorama.
Por todo lo que trae puesto, no puedo ver su rostro, pero su perfume es bastante embriagador.
No soy una persona mal educada y saludo al hombre, pero me sorprendo cuando no recibo una respuesta de su parte.
Creo que tal vez no me ha podido escuchar, pero cuando se gira y me observa por un segundo, dándome la espalda
otra vez, sé la clase de hombre que es.
¡Un idiota mal educado!
El hombre suelta una risita, y yo me siento ofendida.
¿Se está burlando de mí?
—Será cabrón. —murmuro entre dientes, lo bastante alto para que pueda escucharme. No me importa.
Me miro en el espejo del ascensor; mi semblante no es el mejor, estoy un poco despeinada por el viaje, pero no encuentro algo
en mi aspecto que haga que ese idiota se burle de mí.
Cuando las puertas del ascensor se abren, indicándome que he llegado a mi piso, paso junto a él, empujándolo al
salir sin hablarle. Eso me hace sentir toda una chica mala.
Espero no volverme a topar con ese tipo.
Al entrar a mi habitación, mi mal humor me impide deleitarme con la majestuosidad del lugar. Pero lo primero que
quiero hacer es darme una buena ducha en la tina del baño.
Me siento más fresca y reconfortada; incluso el mal rato que me hizo pasar aquel hombre ha desaparecido.
Cuando alguien llama a mi puerta, abro rápidamente pensando que es la comida que ordené, pero me sorprendo cuando veo al
hombre alto que me recibió.
—Señorita Addison, el señor White desea darle la bienvenida. —Me informa.
—¿Y quién es el señor White? —pregunto desconcertada.
—Es el dueño del hotel.
La sorpresa se hace aún más evidente en mi rostro.
¿Por qué quiere darme la bienvenida a mi? ¿O es acaso que le da la bienvenida a todos sus huéspedes? Eso me parece
casi imposible.
—¿Ahora? —No me niego. Tengo curiosidad de saber por qué me daría la bienvenida el dueño del hotel.
—La espera en cinco minutos en su oficina. —El hombre no dice nada más y se marcha.
Me quedo desorientada. Este lugar es tan maravilloso como lo es de extraño.
No me tardo mucho en ponerme algo cómodo y salir de mi habitación rumbo al ascensor; no tengo idea de dónde está la oficina del dueño del hotel, pero cuando veo al gigante esperándome, sé que él será mi guía.
Señala para que yo entre al ascensor y él sube junto a mí. Estoy casi segura de que iremos hacia arriba, sin embargo, descendemos hasta la planta baja.
Ambos salimos, y yo sigo al grandulón, quien camina más allá de las escaleras centrales.
Pasamos por un salón amplio donde hay sillas y mesas. Gente se encuentra charlando mientras meseros los atienden, sirviendo comida y bebidas.
La música de un saxofón se escucha al fondo, y todo parece tan armonioso y de alta sociedad.
Estas personas deben tener mucho dinero para tanto lujo.
Parece más un hotel de altos estándares y eso me preocupa. No tengo pensado gastar tanto en esto.
Luego nos dirigimos a otro lugar más apartado; empiezo a creer que todo el lugar no tiene fin, pero me distraigo con el par de hombres que salen de una habitación con una chica que cuelga de sus hombros, ella ríe y parece divertirse junto a ellos.
Quiero preguntarle a la montaña de hombre que tengo delante, lo que significa eso, pero no me atrevo y tampoco creo
que él vaya a contestarme.
Él no se voltea ni por un segundo para asegurarse de que yo lo sigo, pero el sonido de mis zapatos al pisar detrás de él
se lo comprueban.
Llegamos hasta la estructura de cristal de un gran león que parece desafiante e imponente; el grandulón da un giro a la derecha y luego se detiene.
—La oficina del señor White —dice y llama a la puerta con una suavidad sorprendente que no creía que él pudiera
tener.
Él abre la puerta y yo me quedo en el umbral, atacada por los nervios. ¿Por qué me siento así? Ni que fuera a ver a mi
futuro esposo.
Obligo a mis pies para que se muevan y así paso a la lujosa oficina del dueño del hotel.
—La señorita Addison Carter, señor.
—Perfecto, gracias, Mark.
Cambio mi estado de admiración a uno de alerta. Espero ver al señor White, pero el cuerpo del grandulón me lo
impide.
Aun así, no puedo evitar que su voz gruesa y sexy me dejé helada. No parece que esa voz pertenezca a un hombre obeso
y calvo.
Mark, como ahora sé que se llama, se aparta, dejando que yo observe al señor White.
¡Oh, Dios mío!
Siento cómo el latido de mi corazón golpea mi esternón, haciendo que alcance una velocidad peligrosa. Mientras mi respiración se va haciendo irregular.
¿Qué me pasa?
Por un momento, me siento mareada, y por más que le grito a mi boca para que diga algo, estoy totalmente petrificada.
Me quedo ahí mirando al hombre que tengo enfrente, mientras a su vez, él me mira a mí. Su voz gruesa me ha dejado pasmada, pero verlo…
¡Santos Dioses del Olimpo!
No creo haber visto a hombre más guapo en el mundo.
En mi estado tembloroso, soy incapaz de dar señales de vida inteligente. Es así como conozco al misterioso señor White, o como pronto lo llamaré: Mr. Sexo.