Capítulo 1 Desafío literario
Reviso mi reloj por tercera vez, comprobando que es extraordinariamente tarde. Escarbo entre la montaña de objetos en mi habitación con creciente ansiedad.
—¡Voy a llegar tarde! —maldigo, consciente de que mi día estaba empezando de manera catastrófica.
Mi retraso para la reunión con mi editor y jefe me tiene al borde de la locura. Los nervios me invaden, intensificados por la preocupación expresada por Alex la noche anterior sobre la actitud de Paolo Richi, el propietario de la editorial Richi.
—¡Lucas! —grito desesperada, saliendo de la habitación e inclinándome sobre el pasamanos de las escaleras para repetir el nombre de mi hermano.
—¿Sabes dónde están las llaves de Tiny? —pregunto con velocidad.
Escucho el familiar tintineo de la cuchara pegar contra la cerámica de una taza de café y mi hermano aparece al final de las escaleras mirándome con cansancio.
—Están en el porta llaves junto a la puerta, justo donde las dejaste anoche. —Lucas rueda los ojos y vuelve a la cocina.
Me apresuro a buscar mis llaves y las encuentro en el lugar que mi hermano me indicó. Ni siquiera recordaba dónde las había dejado. Regreso a la cocina viendo cómo Lucas se encuentra haciendo el desayuno.
—¿Vas a desayunar? —pregunta Lucas al ver mi movimiento rápido.
—Solo jugo de naranja. —respondo mientras me dirijo a la nevera, pero me doy cuenta de que no hay jugo y recuerdo que olvidé comprarlo el día anterior.
Mi cabeza está hecha un desastre. Desde que mi hermano volvió, pareciera que las noches son interminables y mi hígado pide un descanso a gritos.
—Tienes que ordenar tu habitación, es una completa locura entrar ahí. —Lucas me ofrece un vaso de jugo que él mismo compró, y le agradezco en silencio.
Sí, mi organización no es la mejor, teniendo en cuenta que lo único que hay en mi habitación son centenares de libros.
—No puedo ser buena en todo.
Lucas frunce el ceño y me mira con ironía. No tiene motivo para recriminarme nada; más bien, debería agradecerme por haberlo perdonado después de tantos meses sin ponerse en contacto.
—¿Qué harías sin mí? —Lucas dice. Le sonrío mientras termino mi jugo, mi hermano vuelve a hablar—. ¿A dónde vas con tanta prisa y vestida así?
Me giro para verme en el reflejo de la nevera de color plateado. Tengo puesta una falda en tubo oscura y una camisa de vestir color blanco que resalta mis curvas con unas zapatillas a juego. No es la ropa que usualmente me pongo, pero la ocasión lo amerita.
Debo verme presentable para la reunión de hoy. El recuerdo me hace sentir tensa.
—Tengo una reunión con mi editor y Paolo Richi. —Me limpio la boca y tomo mi abrigo para salir de casa.
—¿Estará Nina también? —Lucas pregunta aparentando desinterés, aunque yo conozco bien a mi hermano.
—Recuerda que ya está casada y tiene una hija. —Le recuerdo. Pero no puedo dejar de sentir lástima por él.
¡Fue un verdadero idiota en el pasado!
—No dije nada malo, solo pregunté si estaría ahí. —Lucas se excusa y le dedico una mirada incrédula.
Ambos tienen un pasado tormentoso. Ellos habían sido pareja en la preparatoria; se amaban mucho, pero Nina anhelaba quedarse en la ciudad mientras Lucas quería alejarse lo más posible del recuerdo de nuestros padres fallecidos.
—Sí, estará ahí. Es mi agente, tiene que estar presente. —Abro la puerta y me despido de mi hermano—. Regresaré más tarde.
Camino hacia Tiny, mi Mini Cooper blanco, y me subo, conduciendo rápidamente hacia la editorial Richi.
En menos de diez minutos, me estaciono en el aparcamiento de la editorial, estableciendo así un nuevo récord. Amo este auto. Podría decir que es mi bebé.
Subo rápidamente en el ascensor y me dirijo a la sala de juntas, no sin antes toparme con Nina, mi mejor amiga y agente.
—Llegas tarde, pecas.
—Lo siento, no encontraba las llaves de Tiny. —Me disculpo.
—Debemos entrar. —Nina está igual de nerviosa que yo.
La pregunta ronda mi mente, ¿Qué podría ser? Espero y no sean malas noticias.
—¿No sabes de qué se trata, verdad?
Mi amiga niega, dedicándome una mirada de preocupación. Al entrar a la sala, nos encontramos con Alex y Paolo Richi. Ambos parecen tranquilos, lo que ayuda a calmarme un poco.
Alex nos sonríe y nos hace una señal para que tomemos asiento en alguna de las sillas desocupadas alrededor de la mesa.
Veinte minutos después, Richi se despide y sale de la sala de juntas con una expresión satisfecha.
No me he movido de mi asiento desde que escuché la petición de mi jefe y siento como si estuviera cayendo en un abismo.
—Estoy arruinada. —Es lo primero que digo mientras mi editor y agente me miran.
—No exageres, no es para tanto, solo es un libro de erotismo.
Las palabras de Alex me deprimen aún más. Y no sé si reír o llorar.
Él cree que hacer una novela erótica solo es describir posiciones sexuales y ya. No es cómo chasquear los dedos, y está más que claro que yo no era la indicada para hacerlo.
¡Dios mío! ¡Déjame morir de una vez! Yo escribiendo un libro de esos, ni en mis peores pesadillas. Mi cabeza empieza a taladrar.
—Ustedes estaban enterados de esto, ¿no es verdad? —Los señalo con culpabilidad, en mi intento de parecer amenazante.
—Te juro que estamos tan sorprendidos como tú. —Alex dice—. Habían hablado respecto al nuevo género en la junta directiva, sobre la nueva ola de libros eróticos en el mercado, y cómo teníamos que mantener nuestra posición en ventas lanzando un libro que cautivara a los lectores. Nunca imaginé que estaban pensando en ti.
—Claro, y tú me sugeriste.
—¡No!
—¿Entonces por qué yo?
—Supongo que es por tu éxito. Tus últimos dos libros se han vendido muy bien en las librerías, están a punto de lanzar las ediciones en otros idiomas, además del libro de bolsillo; técnicamente todo está marchando de maravilla.
»Los jefes tienen fe en que detrás de las novelas de “Intercambio amoroso” y “Tentación” se encuentre una escritora apasionada, con una sensualidad escondida que solo necesita un pequeño empujón para escribir la mejor novela erótica.
—¡No juegues conmigo! —Reprendo mientras me toco la cabeza pensando en cómo salir de este problema.
—Todos creemos en ti, pecas. —Nina habla con entusiasmo.
—¿Me quieren decir cómo diablos voy a escribir ese libro si jamás he leído una cosa de esas?
Ambos amigos se miran entre sí.
—¿Quién no ha leído la reciente saga del señor Black? Al menos por curiosidad.
—¿Nada?
—¡Nunca! Soy más célibe que una monja.
Ambos bufan ante el panorama.
—Así tengas que ver porno, hentai, yaoi, ir a clases de Tantra o tengas que leerte el libro del Kamasutra y todas sus variantes, ¡tienes que escribir ese libro! —Alex está siendo muy directo.
Esto va a volverme loca, ¿cómo voy a escribir ese libro con mi nula experiencia? Y a mis veintitrés años ni siquiera soy capaz de contar lo que pasó con Jackson.
Me da vergüenza decir que no soy virgen cuando pasé por una experiencia como esa.
—Esto será imposible. —Me dan ganas de llorar—. Ustedes, como mi editor y agente, debieron defenderme.
¡No puedo, me niego!
—Pecas, recuerda que estamos atados por un contrato. Estamos a merced de Richi y la editorial hasta que se acabe el plazo; si nos negamos a sus peticiones, nos puede demandar y perderías mucho más que los derechos de tus libros.
—Como quien dice, Paolo nos tiene agarrados de las bolas. —Alex le completa.
Maldición, este jodido día iba de mal a peor. Tienen razón, estoy atrapada en esto.
—¿Cuánto tiempo tengo para escribir mi suicidio literario? —Dramatizo.
—Cinco meses.
Jodidos infiernos. ¿Qué se supone que voy a hacer ahora? ¿De dónde voy a sacar una historia de ese calibre en tan poco tiempo?
—Si esto sale mal, será su culpa. —Les advierto y no estoy jugando.
—Estamos juntos en esto, pecas. —Nina me apoya.
Los tres nos miramos y después de resignarnos ante nuestro destino, Nina y yo salimos de la sala de juntas y nos dirigimos al café más cercano a la editorial.
—¿Nina, qué voy a hacer? —Sigo dándole vueltas a mi reciente desafío.
—Lo harás bien, pecas, solo encuentra la forma.
—Sí, claro, ahora mismo me pondré un letrero en la frente que diga “Enséñame cómo ser una cualquiera”.
Nina se burla de mí, mientras alza la mano para llamar al mesero.
—No es gracioso, Nina.
—Lo siento, aunque no sería mala idea.
La fulmino con la mirada. ¿En verdad está pensando en que haga eso?
—Buenos días, tomo su pedido.
El chico se acerca a nosotras, no levanto la mirada, estoy inerte pensando mil planes al mismo tiempo, aunque mi salida más factible es pedir mi renuncia.
—Dos cafés con leche sin azúcar…
—No, al mío póngale dos turrones. Necesito despejar mi mente —explico al ver la mirada de mi amiga sobre mí.
—Claro, en un momento se los traigo. —El mesero se aleja dejándonos a solas de nuevo.
—Lo que tú necesitas es alguien que te enseñe los placeres carnales. —Nina susurra. Levanto la cara y abro los ojos ante su propuesta.
—Sabes lo que pasó la última vez que salí con alguien. Los caminos del amor solo traen desgracia y tristeza.
—Pero yo no dije nada de amor. —Nina sonríe pícaramente y alza una ceja sugerente, mirando detrás de mí.
Giro mi rostro y me topo con la imagen del mesero.
—¿Con el mesero? —Regreso la atención hacia mi amiga.
—¿Qué tiene? Es para fines educativos. Además, si no hubieras estado tan distraída, te hubieras dado cuenta de que no te quitaba la mirada de encima. —Nina sonríe y me mira de manera sugerente.
—No puedo creerlo.
—Es eso o leer la saga del señor Black.
¡Eso está mucho peor! No tengo nada en contra de libros de ese género, pero es algo que no va conmigo. Lo mío es más romance y sexo vainilla.
Me dio curiosidad el porqué Nina mencionaba tanto ese libro.
—¿Acaso tú…?
—Ethan es muy aburrido y, por más que le propongo hacer alguna de las posiciones del libro, se niega…
—La, la, la. Por favor, no quiero tener esa imagen en mi cabeza.
—Ya no sé qué hacer para revivir la llama del amor, pero Addison, tú estás soltera y hermosa, puedes hacer con tu sexualidad lo que quieras.
—No lo sé, eso del letrero en la cabeza solo era broma. Sabes de mi demisexualidad. ¿No?
—Ya lo sé, necesitas conexión más que atracción.
Asiento.
—Descarta lo del mesero, por favor.
—¿Y si le dices a Alex?