Estaba afectada, tomo varias veces café para intentar quitarse el ensueño. A media mañana después de ponerse al día con sus deberes, en especial reservar un almuerzo especial que tenía su jefe con unos socios. Tuvo una visita algo extraña, ya había conversado con ella, pero tampoco tenía intenciones de que fueran las mejores amigas.
—Hola Mía.
—Buenos días señora Sucre.—Sonrio, con un contorno forzado. No le caí mal, su resistencia a crear un vínculo con esta se debía a su juego, era desleal con su esposo y eso no hablaba muy bien de ella.
—¿Puedo pasar?, me gustaría que habláramos un poco.—Ni modo que se negara, cruzo los dedos, esperaba que no tocaran el tema concerniente a su aventura con el señor Recio.
—Claro. Puede pasar.—La elegante mujer, no vaciló en entrar. Sentarse con elegancia en el sillón que estaba al otro lado del escritorio. La estudio mejor. Danna a pesar de ser pelirroja se veía muy sosegada. En parte sentía que el color rojo era chispeante, este perdía su encanto cuando no iba acordé con la personalidad de quien lo portaba.
Eso pasaba con la delicada mujer. Su semblante frío no encajaba con esa calidez.
—Vine a charlar un rato contigo y de paso, saber si Taurus se encuentra en su oficina.—Empezaba a sospechar que sería utilizada para cubrir la infamia infiel. Ya empezaban las complacencias y los acercamientos innecesario.
Ambas eran diferentes, incluso de extractos sociales opuestos. A ella se le notaba la buena cuna hasta en la forma de respirar.
—¿Te pasa algo?.—La voz de Danna, interrumpió sus pensamientos.
—Disculpe, estaba pensando en el toro.—Metio la pata al exponer el apodo que había elegido para su jefe.—Perdón quise decir el señor Taurus.
—Es fácil confundirse, es casi lo mismo.
—Si, más con el temperamento que se carga. Hoy he corrido con suerte. No ha salido de su despacho, no me ha mirado mal, tampoco lo he sentido patear o tirar nada.
—Es un avance.
—Al parecer hoy tiene las vibras positivas. Quizás después de todo, el amor lo este cambiando.
—¿Crees qué el este enamorado de mí?.—Pregunto la mujer que tenía al frente, con inusual cursilería. Ella se estaba sobrepasando. Le gustaba el romance, pero imaginar a esa mujer con su jefe, siendo la pareja perfecta. Le daba vértigo.
—Si. Contestó a secas.
—El es muy importante para mí. Agradezco que guardes nuestro secreto.—Danna le tocó la mano izquierda. No la aparto, ella no le parecía mala persona a pesar de estar engañando a su esposo.
—No debe preocuparse, su relación es responsabilidad de ustedes. No soy quien para juzgar, menos para exponerlos.
—Gracias. Eso me da mucha tranquilidad. Temo por Camell, el está enfermo. Si llegara a saberlo podría morir.—Se llevó la mano al pecho. Había escuchado sobre su enfermedad, cuando los vió besarse en el baño. Pero no le había dado tanta importancia.
—Es una lástima.
—Ademas por su enfermedad no me satisface.—Viro los ojos. Le pareció algo fuera de lugar, darle una connotación íntima a su plática. No quería saber eso.—En cambio Taurus... Uhhhh, es un toro tal cual lo llamas. Bravo y apasionado.¡Enorme!.
Tosió un poco. Eso ya lo sospechaba, le había dado una muestra. Rasco un poco su cabeza con la punta de un bolígrafo, no sabía ni que contestar. Como decirle que después del episodio en el ascensor, el la capturó, le dió una lección inolvidable en pleno ascensor.
—Disculpa Mía, al parecer te incómodo mi confesión.
—No para nada. Me alegra que se sientan bien. Al menos eso justifica el engaño.—Fue sincera. Tampoco le lanzaría un ramo de flores.
Danna no disimulo su molestia por lo último que dijo.
—Me retiro Mía. Gracias por escucharme.—Asintio en son de cortesía. Igual de aliviada por verla alejarse.
Unos minutos después de quedar a solas, sin nadie que fuera tan descarado de hablarle de sus aventuras sexuales sin la mínima muestra de pudor, se hizo sentir el ogro.
¡Riiin, riiin!,. Comenzó a sonar el teléfono. Apenas noto que se marcaba la extención de la presidencia, le dió pereza contestar. ¡Riiin, riiin!, ¡riiin, riiin!.
Contó hasta tres antes de tomar el teléfono.
—Buenos días, Taurus Corporation, a la orden. ¿En qué le podemos servir?.—Lo hizo adrede, ya podía imaginar su molestia.
—Rosita, tienes 10 minutos para ponerte presentable. Te llevare a un almuerzo de negocio. Espero que seas más eficiente allá, porque para tomar el teléfono dejas mucho que desear.—Eso no le gusto.
—Señor.—El choque brusco de un teléfono, maltrato sus tímpano. No la dejo hablar.
Cuando recordó lo que acababa de decir su jefe, se le pasó el enojo. Apagó la computadora. Tomo la cartera y salió corriendo hacia el tocador.
Miro el reloj, tenía 7 minutos. Reparo su vestido, estaba bien. Solo le faltaba hacer un ligero ajuste. Se retoco los labios y se soltó la cabellera, con dos horas que lo llevará suelto estaba bien. No era tonta, esa reunión era un escalón. Uno que ella debía aprovechar.
Estaba presentable. Al salir, no tuvo que esperar, ya el venía saliendo. Noto como la miro de reojo.
—¡Sigueme!. —Agilizó los pasos para alcanzarlo, daba una zancadas largas. Apenas entraron al ascensor, se coloco detrás del. Era mejor pasar desapercibida. —¿Trajiste la libreta?.—Este giro antes de ella darle respuestas. Sus ojos misterios se clavaron en su escote pronunciado.
—S-i, sí.—Le tembló un poco la voz.
Había mucha tensión entre ambos, además un escenario memorable los hacia descender. Al sonar el timbre y abrir, salieron seguido.
Ese no fue el único momento incomodo, cuando esté iba conduciendo hacia el restaurante, hubieron muchos roces innecesarios de sus manos. Le tocó controlar sus nervios y fingir ignorancia.
El restaurante al que asistieron, era uno de los costosos de Mahathan, ubicado en la zona exclusiva "Soho". El restaurante estaba bien ubicado, cuando entro detrás del ogro de su jefe de relajo, ya había aire, podía respirar sin inhalar su sexi y costoso perfume.
Sus ojos abrazaron todos los contornos, el techo de cristal con estampados iluminados. Toda esa delicadeza contrastaba con los ladrillos. Giró para ver las lámparas colgantes, simulando cascadas. Todo era, tan fuera de serie. El nombre iba acordé con el encantador espacio "Divine".
Cuando fue consciente de que habían más personas y se estaba pasando de exploradora sorprendida. Busco la silueta de su jefe. En esos escenarios debía disimular su sorpresa, ya que estaba acostumbrada a las cosas humildes.
Lo vió saludar a otros hombres, tres en total. Se fue acercando. Según acortó distancia, vió la impaciencia del hombre que parecía tener más rango de los tres. Curioso que no estuviera al lado de Taurus.
—Buenos días. —Saludo con discreción, sin invadir su espacio. Dos asintieron con cortesía. El más alto y que ya había llamado su atención. La veía con mucho interés, este se acerco con impulsividad.
—Hola. —Levanto su mano para saludarla. Correspondió a pesar de sentirse un poco perturbada por su forma extraña de verla.—Tienes una asistente exquisita Recio.—El tono fue suave y seductor.
—No es mi asistente, es mi novia.—El hombre soltó su mano y dió dos pasos hacia atrás. El hombre pareciera que viviera un dejá vu.