¿Qué se supone, debía contestar ante tal absurdo?. Miro con descontrol a su jefe. Este no le basto mentir, se acercó a ella, la hizo sentarse a su lado, como si fuera un objeto de su propiedad.
—Tú siempre, tomando la delantera.—La voz del hombre aparte de impasible, sonó pesada. Tal pareciera que guardara un resentimiento con respecto a su jefe.
—No tengo la culpa de que coincidamos en gustos.—Su jefe se terminó sentando a su lado, a la vez se avivaba la conversación con uno de sus socios.—Recuerda Zaulo, no me gusta que miren mucho lo que es mío.—Para eso era tarde. Tal pareciera que este no podía apartar la vista de ella.
Se sintió incómoda, con la forma atrevida, en que los otros individuos miraban su escote. Con más disimulo, pero igual la incomodidad creaba tensión en su cuerpo.
—¿Qué tal si hablamos de los coches y las unidades qué tendrás disponible para entregarnos dentro de un mes?.—interrumpió la tensión uno de los socios, parecía el más maduro de todos, incluso en el aspecto físico.
—En total 2000 unidades, los ingenieros están trabajando en la linea de ensamble. En 11 días estarán listos. —Su jefe se explicaba bien. Le fue imposible no poner toda su atención en el.—El resto lo tomaremos para hacer la pruebas de arranque y otras evaluaciones pertinentes.
—Veo que tienes todo bajo control. Me gustaría que tú secretaria me agendará una cita. Deseo hacer una inspección personal.
—Lo puedo hacer ahora, mismo.—Hablo al instante, solía ser algo presurosa.
Hubo un breve silencio, apenas saco la agenda y les dirigió la mirada, noto la cara de sorpresa de los socios de su jefe.
—¡Esto debe ser un chiste!. ¿Tienes de secretaria a tu novia?.—Fue casi un chispero, la tensión generada por esa pregunta tan impertinente. Ella misma no supo que decir, acababa de poner en ridículo al ogro. Zaulo se mostraba más curioso que divertido, a la vez le dedicaba una mirada de esas que decían más de mil cosas.
—Temporal. Está haciendo su pasantía y no quise que la hiciera con nadie más. Me gusta tener lo que es mío bastante cerca. —Entre ambos hombres había algo más. La forma en que se miraban los delataba. Pareciera que tuvieron un resentimiento guardado. ¿Quién habría ganado en el pasado?. Se pregunto haciendo una reflexión introspectiva. Solo para ella y las dudas que la asaltaron.
—Señor Zaulo Machely. ¿Me puede indicar el día, para agendarlo?.—Hablo, para cortar el mal momento.
—Que sea dentro de una semana, en específico el jueves.—Anoto seguido. Luego de terminar de hacerlo, sonrió.
Esa sonrisa fue su único intento amable, el resto de la velada, apenas levantó la vista. Se limitó anotar y hacerles algunas observaciones a los socios, al parecer sus ideas sobre la publicidad estaban muy obsoletas.
Después de terminar de almorzar, se retiro al tocador. Respiro profundo cuando salió de entre esos dos frentes. No entendía porqué ese hombre le causaba tanto temor. Se cubrió con la pared para sacar un poco la cabeza y hacerle un escaneo más profundo a su rostro, desde una distancia segura. Era un hombre imponente, con rasgos aún más toscos que su jefe, pero a diferencia del ogro este se veía ruin. Taurus Recio era un amargado. Este era un perverso. Su intuición pocas veces le fallaba en esos aspectos del ego humano y su naturaleza baja.
Cuando esté miro en su dirección agachó la cabeza. La había visto, esos ojos gélidos como dos glaciales la congelaron. Se desplazo con temblores hasta el tocador.
El frío seguía vivo, su estadía en el baño fue una fortuna. Se recostó de la pared cuando la asaltaron unas imágenes confusas. Tocó la cicatriz en su cabeza, le empezaba a doler. Abrió la cartera, para su mayor malestar no tenía pastillas.
Se hizo con rapidez una trenza y salió, evidenciando su malestar.
—Veo que sabes demorarte, Hermosa dama.—Su jefe seguía con su papel, se levantó de su asiento y la rodeo por la cintura, cuando escucho la forma cercana de Zaulo dirigirse a ella. —El señor Bermore y Ruiz, sintieron algo de pesar por no poder despedirse de ti, Mía.—No le gustó escuchar su nombre salir de esos labios, que se veía duros y corrompidos.
—Tambien lo lamento. No me siento bien.—Puso su atención en Taurus.
—Mejor siéntate, aún no me pongo de acuerdo con el señor Machely.—El ogro hablo pero ella, más no pensaba obedecer.
—Entonces yo decido. Me voy. Mi salud está primero.
—Creo que tú novia habla en serio. —Zaulo hablo con complacencia, ella en cambio solo sentía bruna vomitiva. Cerro los ojos y se dejo caer en uno de los asientos. —Solo necesito que mi mente se aquiete.
—Te espero en mi despacho el jueves. —Escucho la respuesta de su jefe.
—Espero que se mejore. —Asintió, con desinterés, estaba algo mareada, solo deseaba salir del lugar.
Los brazos de Taurus aquietaron su malestar, conforme fueron avanzando a la salida el aire volvió a sus pulmones, la nebulosa empezó a disiparse.
En el confort del auto, el se quedó estático, viéndola como si quisiera descifrarla.
—¿Ya conocías a Zaulo Machely?.—La pregunta la tomo por sorpresa. El también había notado el malestar que este le había provocado. Tocó la antigua cicatriz en su cabeza. En espiral se fue aquietando el ardor.
—No se.—Era una respuesta extraña, quizás para el. Ella en cambio entendía a plenitud la profundidad.
—¡Ha!, será mejor que me expliques. No quiero tildarte de loca, sin tener la oportunidad de escucharte profundizar.
—En esta vida, es la primera vez que lo veo. Quizás en otra, tuve la mala suerte de conocerlo y no para bien.
—Eres extraña. No pensé que creyeras en esas cosas.
—Creo en todo.—Cero los ojos, mientras se recostaba en el asiento confortable para que su cráneo se relajara.—Soy un milagro señor Taurus. Siendo apenas una bebé estuve muerta por más de 3 minutos.
—Eso suena lamentable.—El bajo el rostro como si le afectara su confesión.
—Fue un accidente, tengo una cicatriz de más de 8 centímetros en la parte central de la cabeza. —Se lamió los labios antes de verlo a los ojos, tenía toda su atención. Se le hizo extraña esa conexión. —Antes solía soñar con mi muerte.
—Eres muy joven para pensar en eso Rosita.—Sus manos rozaron su mejilla. Con tanta delicadeza, el podía ser tierno, se lo estaba demostrando.
—Las personas jóvenes pueden morir, la vida es cruel, Taurus.
—Es verdad, por eso te sugiero que intentes vivir al máximo. —Ya a ese punto sus labios estaban tan cerca, sus alientos se mezclaron, junto a una respiración acelerada. El corazón también se puso fuera de control. Más sus sentidos burbujeantes conectados con su estómago.
—¿Usted me enseñaría?.—Suave como el terciopelo, brotaron esas palabras llenas de sinceridad, se mordió los labios en el último intento por frenar su impulso, por converger en su deseo de besarlo.
Se unieron en un abrasador beso, lo dejo ser, que exploraba sus labios sin inhibición. Sus lenguas se frotaron, la continuidad siguió, el ritmo melodioso está jugando con esas sensaciones sublimes. Con más hambre pero sin perder la suavidad. Cuando el la libero, se llevó la mano a los labios, aún temblorosos. Lamento por su atrevimiento.
—Lo siento, señor.