Su madre le había dado una noticia espectacular al llegar a casa la noche anterior, trabajaría como pasante en Taurus Corporation, no exactamente en el departamento de mercadeo, pero se involucraría en esos aspectos de forma esporádica, no le importaba, solo serían 3 meses, le firmarían su carta al finalizar.
—Al parecer mí hermosa hija inventa algo muy delicioso.—Escucho la voz de su madre desde el umbral de la puerta, aún bostezaba, mientras se desperezaba.
—Pienso llevar almuerzo para mi primer día, sabes que son de las normas básicas en mi vida, me gusta controlar lo que como. Cada detalle.—Desde niña había tenido esa costumbre, tal vez una de las razones para empezar a recrear recetas que veía en los libros y después acudir a las enseñanzas de 'Sol Marche', una señora bastante enigmática, pero le había inculcado grandes valores en la vida, compartían el amor por el arte culinario, incluso le había dado su receta para hacer las tartas de fresas más deliciosas que había probado en su vida.
—Creo que estás exagerando, en la empresa contamos con una cafetería y si no tienes dinero, tu madre puede pagar por ti.—La miro de forma quisquillosa, luego negó.
—No madre, prepararé una lonchera para ti también.—Las señalo, una rosa y otra color indigo.
—Ok, pero te quedas con la lonchera rosada.—Despues de esas palabras aclaratorias, se retiró.
Total, la rosada era más hermosa, al final de cuentas lo importante era el contenido, sería uno muy delicioso, olfateó su arroz veraniego, ensalada, más una ración generosa de pollo en salsa blanca. El horno anuncio que sus brownies estaban listos. Se limitó a sacarlos y dejarlos refrescar.
Fue en dirección a su habitación, le tocaba ducharse, después de recibir la información por parte de su madre. La primera iniciativa fue buscar el mejor atuendo posible. Tomando en cuenta que le tocaría pasar por recursos humanos.
Se vistió más formal de lo que acostumbraba, un pantalón de vestir, hecho de lana gruesa, color n***o, botines del mismo tono y una blusa de seda, color rosa viejo. Se veía bien. Un aspecto elegante y profesional a la vez. La única nota discordante era su cabello, su larga cabellera castaña estaba suelta, pero seguido pasará la prueba en recursos humanos se haría una trenza de lado, llevarlo suelo le era estresante, en ocasiones le producía jaqueca.
Unos ligeros toques de maquillaje y se sintio lista. Cuando salió de su recámara, su madre ya estaba ayudándola a distribuir las raciones de comida en los envases.
—¡Bravo mamá!, entraste en razón.
—Recordé el incidente de ayer, la comida de la cafetería era una porquería, incluso mi jefe estaba hecho una furia.—La conversación se tornó interesante, se mantuvo pendiente mientras empezaba a preparar el café.
—Debió ser grave, me has contado lo amable y buena gente, que es el señor Toro Recio.
—¡Hija!, ni se te ocurra llamarlo así, se te armara un grave problema, su nombre es Taurus, ¡entendido!.
—Esta bien, haré un gran esfuerzo por
llamarlo de forma correcta.—Sus dificultades venían de su habitual costumbre de poner apodos.
—Ok, otra cosa, prepara suficiente café, a tu nuevo jefe le encantó como lo preparas.—Asintio con obediencia.
De camino al trabajo su mamá, fue dándole algunas indicaciones de su labor como secretaria, simple, contestar el teléfono, negarlo con excusas en determinados momentos, estar presente en algunas de sus reuniones, ya que este contaba con un asistente que por lo regular solo acudía a las citas más importantes y llevaba una agenda particular con nombres de socios y clientes más exclusivos. Parecía simple.
Cuando el modesto coche de su madre parqueo en el amplio espacio rodeado de autos de lujos, noto el contraste.
—Esto parece una exhibición de autos de lujos madre.—Esta sonrió.
—Eso, que no has visto el de mí jefe o mejor dicho de tú jefe. Es un modelo único en el mundo, por algo es el Ceo y esta empresa es de las más reconocidas y prestigiosas a nivel mundial.
"Taurus Corporation", leyó, cuando entraron al área de recepción de la compañía, todos vestían de colores neutros, ella parecía un pequeño punto alegre.
— Mamá aquí todos se ven tan grises, ya entiendo porque no usas color en tus oufits.—Aparte de robots, incluso actuaban como tal.
—Nena, mejor agilicemos el paso, recuerda que debemos pasar por recursos humanos.
Obedeció, su madre paso libremente por el chequeo de seguridad, a ella le tocó entregar sus credenciales para luego dejarla pasar sin problemas. Su progenitora solo la dejo a las puertas de la oficina donde sería entrevistada, un hombre con apariencias de tener un cargo importante en la empresa se la había llevado. Se despidieron con un hasta luego.
En recursos humanos, la travesía fue sencilla, ella tuvo los cuidados de anticiparse, su currículum, una carta con la solicitud de pasantía, aunque en esta especificaba su carrera, no desmeritaba empezar por ser la secretaria del Ceo de la empresa, con solo asistir a una reunión de estrategia de Marketing de esa empresa, le serviría en un futuro para desarrollar su propio negocio.
—Señorita Mía Castillo, bienvenida a su pasantía en Taurus corporation, ahora le serviré de guía, hacia su área de trabajo.
—Muy amable.—La mujer fue simpática con ella en todo momento, le fue mostrado, algunas zonas del primer nivel, como la cafetería, el área de recreación, la guardería, hasta que tomaron el ascensor, directo a las oficinas elites, tal cuál como ella había imaginado, derrochaban lujo, tocó uno de los cuarzos de su hermosa pulsera.
—Me gusta, ¿dónde la adquiriste?.—La sorprendió un poco la pregunta, estaba tan enfocada viendo los diversos escritorios, ocupados por numerosas personas que no se atrevían a levantar el rostro. Todos de colores grises. ¿Qué les pasaban a todos?. Miro a la mujer con intención de responderle.
—Es un amuleto, lo hicieron especialmente para mí, lo cargo desde pequeña.—La mujer parecía interesada, en su reciente confesión.
—¿Algun trauma qué deba saber?.
—Solo tuve un accidente con apenas un año, me costó recuperarme, más bien lo conservo por capricho de mi tía, ella lo presenció y dice que me protegerá de que algo así me vuelva a pasar.
—Lo veo bien que se preocupe por ti y que tengas gratitud al conservarlo. Eso habla muy bien de ti, Mía.
—Gracias.—Fue un avance apresurado, cuando estuvo en ese nivel.
Hasta parar frente a la oficina, la señora volvió a refrescarle las instrucciones, antes de dejarla en la pequeña oficina, sellada con un cristal transparente, no le gusto esa falta de privacidad. Cuando la encargada de recursos humanos se despidió, respiro profundo, dió un giro de 360°, todo estaba brillante e impoluto, en especial la enorme puerta, con el logo de la compañía tallado en las planicies de la madera preciosa. Más una placa en bronce que decía "presidencia", en definitiva detrás de esa puerta comandaba el Toro Recio.
Trono sus finos dedos y entro a su delicada oficina, se sentía como una pequeña muñeca en vitrina. Que mas daba, el objetivo era aprender. Saco su lonchera de la cartera y la entro en uno de los cajones, aunque le gustaba el rosa, resultaba contraproducente que una mujer andará con una lonchera de "hello Kitty", debió hacerle caso a su madre. Al menos su atuendo estaba bien, aunque su blusa era color rosa, discreta, con matices oscuros.
Debía calmar su mente, miró la libreta y los apuntes de su madre, llevaba más de 15 minutos enfocada en eso, leyendo, a la vez, se tejió una hermosa cola de lado.
Le empezó agradar el espacio tranquilo, no se acercaba ni una mosca. Vió hacia el teléfono, nadie había llamado hasta ese momento. Saco su termo de café, y un paquete vasos desechables, de buena calidad, completamente sellados, se aplicó un poco de alcohol en las manos antes de abrirlo y sacar uno. Vertió el delicioso líquido, olía delicioso. Antes de tomar el vaso en sus manos levanto su vista.
Se encontró con la mirada fría de un hombre vestido completamente de n***o. Estaba inmóvil. Le pareció ver a un toro embravecido, por suerte su blusa no era roja, sin duda hubiera corrido hacia ella para derribarla.
El abrió la puerta decidido, no la saludo, sus penetrantes ojos negros la invadieron, colapsando en la parte superior de su cuerpo.
Se levantó, seguido. Ese hombre de rasgos fuertes y varoniles, con boca ligeramente carnosa, no tenía semblante de ser el jefe amable que su madre había descrito, parecía más bien un ogro. Bello, pero al final con genio demoniaco.
—Buenos días, señor.
—Buenos días niña de rosa.—La estaba torturando con sus ojos.—Que no se te ocurra volver de rosa a mi empresa y quítate esa colita de niña, te ves ridícula.
Ese hombre era un ser cruel, desagradable. Casi le dieron ganas de llorar.
—Entendido señor.— Evito mirarlo, el seguia arrastrando sus enigmáticos ojos negros por toda la oficina. Hasta quedar quietó sobre el vaso de café.
Tomo, su vaso y se lo llevo a la boca, carecía de buenos modales, no era correcto apropiarse de las cosas de los demás.
—Por lo menos me trajiste un buen café. —Expuso con buena forma.—Con vasos decentes. Creo que me los llevaré. Al finalizar tu jornada de trabajo, pasa por esto y no olvides que debes traerlo diario, Rosita.
—Mi nombre es Mía, señor Toro Recio.
—¿Cómo me llamaste?. —Noto mucho fuego entre sus pupilas. Pero no podía mentir.
—Disculpe, me equivoqué, le dije señor Toro, en vez de Taurus.
—Disculpa aceptada, que no vuelva a pasar, no me gustan las equivocaciones absurdas, Rosita.—Ni tan absurdas, no había mucha diferencia entre ambos nombres.
—Entonces es justo que me llame por mi nombre correcto. "Mía".—Este se acercó bastante a ella, casi le roba el aliento, un corte de respiración se produjo en ella.
—Te digo como me plazca. Recuerda que soy tu jefe, tu apenas una pasante. No seas igualada Rosita.—La señaló con su dedo, resguardado por un guante oscuro.
Se alejo luego de masacrarla con sus palabras necias, su tono agrio y ese olor que hacía hervir sus feromonas. Su madre la había engañado, ese hombre no era bueno, si no se alineaba a sus reglas, viviría un infierno en esa empresa.