Todo estaba mal, el café asqueroso la cafetería, empleados faltantes, gracias a las movidas de fichas que había realizado su beta Osman.
—¡Margaret!.—Exclamó a todo pulmón. Cuando lo entendió, luego de una breve calma, que está no podía escucharlo. Marcó su extensión.
—A la orden, señor Recio.—La voz alegre de su secretaria no logro amortiguar su incomodidad.
—¡Ven urgentemente a mi oficina, es para ayer!.—Tiro el teléfono, estaba que ardía de rabia, más con el desorden que sentia en toda su empresa. Hasta su ingenio y creatividad se habían visto pasmados.
La mujer fue rápida, en segundos atravesó, la puerta. Le gustaba su eficiencia, aunque lamentaba tener que moverla de puesto.
—Señor ya estoy aquí, ordene.
—Necesito un café decente, también, que mandes a despedir a quien preparó está porquería.—Señalo la taza de café, sabía agua sucia, endulzada.—Es lo más asqueroso que he probado en mi vida.
—Señor yo no tengo el poder para cancelar a nadie, pero puedo brindarle de mi café, es el mejor que probará en su vida.—Margaret, nunca se alteraba a pesar de su comportamiento en ocasiones de ogro.
—Puedes traerlo, aunque dudo que sea mejor que el de....—No terminó la frase, mencionaría a su esposa, aún recordaba su toque único, las mujeres de su vida, siempre lo habían marcado, dejándole huellas y cosas que lo hacían recordarlas por siempre.
—Déme un segundo.—Notó que la dejo un poco confundida con su cambio repentino de humor.
Cuando Margaret entro nuevamente, aún estaba inmerso en sus pensamientos, fue consciente de que vertió el líquido oscuro, por el aroma.
—Huele bien.—Tomo la taza en sus manos con urgencia, cuando su paladar entro en contacto con su sabor, quedó en shock, tan perfecto como el de su difunta esposa Elena.—¿Quién preparó este café, Margaret?
—Mi hija, por cierto deseaba hablarle de ella.— La escucharía, igual podía ayudarla, a cambio de que le envié café todos los días.
—Puedes hablar, te ganaste ese derecho, pero se breve, como sabrás en esta empresa se están haciendo algunas movidas, incluso es posible que deba darte doble trabajo.
—Le tengo la solución, ya el señor Osman me habló, de pasarme al departamento de finanzas, pero usted también desea que le colaboré.
—Si, no soy muy confiado, además no puedo negar que eres eficiente y me toleras, otra cosa, necesito que le pases la receta de este café a los inútiles de la cafetería.
—No será necesario si le da el puesto secretaria a mi hija por 3 meses, como pasante.—Levanto la vista. Eso era pedir demasiado, aparte no le gustaba trabajar con mujeres jóvenes e inmaduras.
—Mejor la mandamos a finanzas y tú te quedas conmigo.—Le dió esa idea, terminando de vaciar el termo de café que le había llevado Margaret.
—Mi hija, estudia Mercadeo señor, recuerde, usted mismo ayudo con la beca para que finalice, ahora solo falta la pasantía y desea que sea paga, para ayudarme con los gastos.
—Eso me parece loable, si solo son 3 meses puedo hacer el sacrificio, estarás en finanzas de manera temporal, suficiente para contratar a otra personas.—Respiró profundo, es lamentable como abundan las personas inútiles. Como los de la cafetería, ni un café, saben hacer.—Replicó
Alguien más interrumpió en su despacho, su beta Osman, para colmo el muy atrevido, tomó su taza de café.
—Por menos de ahí, han pasado grandes desgracias, mi apreciado compañero.—Este hizo descansar su cuerpo sobre un sillón.
—Discúlpeme, pero casi vomito cuando tomé el café de esta empresa, en cambio este, es increíble. Te felicito Margaret.—Le tocó soportar el hurto por parte de su beta.
—Fue mí hija que lo preparo señor. — Atinó a contestar la mujer, muy complacida de sus elogios.
—Tengo una idea, podemos contratar a la hija de Margaret para que trabaje en la cafetería o asesore a ese personal inútil. Oh como mi secretaria. Nos encantó ese rico pastel Margaret.—La señora sonrió, al escuchar la peculiar forma de Osman expresarse. Se retiró, después que el le hiciera una señal, para que los dejara a solas.
—Ni una, ni la otra, por el momento, será mi secretaria, trabajara como pasante por 3 meses, luego Margaret volverá conmigo y si deseas puedes contratarla como tú secretaria o asistente, puede ser útil, pronto se graduará de mercadeo.
—Interesante, bueno, no tanto como su habilidad en la cocina.—Hasta el estaba algo intrigado, en menos de una semana había probado una tarta, tal cual la preparaba su madre, y ahora ese café.
Por suerte cambiaron de conversación, se enfrascaron en debatir sobre el nuevo modelo de auto que sacarían al mercado. Igual los nuevos cambios que iniciarían a partir de mañana, con la llegada de Danna Sucre a la empresa, había estado de acuerdo con que ella tomara el lunes libre, ni más faltaba, su presencia vendría a causarle mayor frustración.
Todo parecía estar resuelto, menos su corazón, le sería difícil convivir con esa mujer tan cerca, esparciendo su olor por todos los rincones de su compañía.
Eso lo mantuvo pensativo todo el día, incluso hasta entrada la noche, en la soledad del penthouse, las imágenes de Danna no se difuminaron, menos la maldición de saber que le pertenecía a otro, quizás pudiera matarlo y arrastrar a esa loba a sus brazos, más no podía. Le tocaba hacerse la idea de que uno de los dos terminaría rechazado, así sería, más cuando sintió un ligero quebranto en su pecho, su mate estaba siendo poseída por otro.
Danna Sucre
Estaba aún frente al tocador del baño, recién duchada, demorando su regreso a la habitación conyugal, después de tener su primer encuentro con Taurus, sentir como su olor masculino y seductor casi la deja en un eterno limbo, sus sentimientos nobles por su esposo Camell, parecían haberse esfumado, lamento su suerte, siempre pensó que nunca encontraría a su otra mitad, más en su mundo, alejada de las manadas, porque decidió rehacer su vida con un lobo que le había enseñado algo parecido a una conexión; falló en esa creencia, lo que sintió con solo mirar a Taurus a los ojos, no se podía comparar con eso.
Terminó de aplicarse la crema facial y decidió salir, la opción para no herir a nadie, sería rechazarlo pronto, renunciar a ese vínculo impuesto por la diosa luna.
Cuando entro a la habitación, su esposo la esperaba algo ansioso, no estaba de humor, se despojo del camisón y se acostó, dándole la espalda.
—Mi amor, ¿no me piensas atender?, necesito de esto.— Comenzó acariciar sus muslos, subiendo hasta tocar sus pechos, se dejó vencer por las caricias, era su esposo, no podía negarle el placer a pesar de haber encontrado a su mate.
Igual sería algo rápido. La beso en los labios, bajo sus bragas para luego posicionarse encima de ella e introducir su virilidad, le dió una estocada, dos, tres, cuando comenzaba a sentir, dió la cuarta y se derramó de forma precoz.
Le dió una palmada en la espalda, hasta que su tierno esposo se retiró de su cuerpo, como de costumbre, dejándola con ganas de más.