LA AMANTE DE TAURUS

1865 Words
De regreso al interior del hogar, su mamá había vuelto a su modo habitual, sentada sobre el sillón estampado, con el televisor encendido, ensimismada en las imágenes románticas, una en especial bastante erótica. Se sentó a su lado, para disfrutar la escena apasionada. Su madre la vió con estrañeza. —Me resulta raro ver esto contigo hija.—Guardo silencio, aunque le dieron ganas de recordarle que era bastante grandecita.—Espero que cuando disfrutes de esas mieles, sea con alguien digno, de tu edad. Tu sabes, un jovencito apuesto.—Habia empezado el monólogo eterno, sobre las diferencias de edad en el amor. —¿Y, si me decido por alguien mucho mayor qué yo?.—La pregunta era más, una señal de aviso. El señor Taurus le doblaba la edad, aunque no entendía como, se veía muy joven para sus 44 años y ni hablar de sus grandes músculos. Un cosquilleo agitado invadió su intimidad. —Te exilio de aquí, mí nena. —Ella le prestó más atención, ambas se miraron a los ojos al instante de aflorar ese sincero sentir.—Mirate en mi espejo, me case con un hombre que me doblaba la edad, no disfrute mi juventud.—Un brillo cristalino se asomó, había mucho guardado en ese corazón.—Aparte de que me consumí, cuando pensé que viviría más en plenitud me cambio por una aún más joven que yo. A esos hombres que le gustan las jovencitas, son carroñeros, vampiros energéticos. Drenan nuestro espíritu juvenil. —No todos los hombres, son mi padre.—Le causaba melancolía verla explorar el pasado con amargura. —Lo siento hija, es difícil darte un consejo, sin hablar desde la herida. —Su madre vació un poco de coñac en un vaso, seguido lo llevo a sus labios. —No deberias, son tus heridas, es tu dolor.—No podía recriminarla, era la mejor madre que le pudo haber tocado. —Gracias, eres mi bebé, mi luz. Lo único bueno que me dejó el perro inmundo de tu padre.—Comenzaba hablar con un lenguaje poco usual, ya sabía que debía, esconderle la botella. —Somos una, debemos cuidarnos.—La abrazo, luego le dió un beso en la mejilla. —Tan linda mi niña, no lo tomes a mal, quiero un chico de tu edad, que te lleve al cine, a la discoteca, caminen por el parque agarrados de la mano. Se diviertan haciendo cosas de chicos. —Su madre en parte tenía razón, dudaba que pudiera pasar horas muertas hablando por video llamadas con Taurus, ni ir a los lugares que en sus tiempos libres le gustaba frecuentar. —Tranquila, te entiendo. La abrazo por largo rato, hasta que aprovecho que está fuera al baño. En estás, tuvo la oportunidad de esconder la botella. Su madre apenas se percató, la intensidad de su telenovela favorita se puso más dramática, obvio absolutamente esa acción de ella para evitar que se embriagara. Fue una noche larga, a más tardar, las 2:00 am, se fueron a dormir. Con un nuevo amanecer, el reloj colgado en lo alto de la pared rosa marcando las 7:00 pm, despertó tan ligera como una pluma. Se acurrucó un poco a la colcha para sentir mejor toda esa fragancia que había dejado impregnada el cuerpo de Taurus en las fibras de la suave tela. Ese olor tan particular la calmaba, con solo eso se estremecía toda su piel. Hizo un esfuerzo para soltarla y levantarse, después de una ducha, se empezó a arreglar; ese día eligió vestir con color, algo que se le había negado en su primera semana laboral. Se puso un top amarillo, un jeans azul. Accesorios dorados, con diversos detalles en tonos azul turquesa. Como era usual en sus looks optó por una trenza, en el rostro aplicó solo un poco de brillo labial, para rematar. Entro en su cartera un labial rojo. Más tarde, si después de la reunión en la universidad con sus amigas se le presentaba una salida extra, se aplicaba labial. Salió de la habitación, esa mañana su mamá ya había preparado el desayuno, aprovecho para acompañarla. —Unos días trabajando y aprecio este momento juntas aún más.—Tomó un poco de café, amaba como su esencia fuerte se plasmaba en su lengua. —Si, nos hacía falta desayunar juntas. Me extraña que aún no te marches para la universidad. —Quedamos en reunirnos un poco más tarde, exactamente después de las 10:00 am, Patricia debe trabajar tres horas extras en la empresa que realiza su pasantía. —¿No qué es de su familia?.—Su mamá le recordó esa realidad, pero al parecer no había bastado para tener mas consideración. —Eso tengo entendido.—Alcanzo a contestar antes de llenar su boca con un trozo de sandía. No bien terminaba de desayunar, su móvil comenzó a sonar, se marcó el mismo número de la noche anterior. Algo en su interior le susurraba que era el. ¡Riiin, riiin!. ¡Riiin, riiin! —¡Nena responde!, da jartera escuchar ese aparato chillar tanto.—Se mordió los labios, miraba de manera intercalada a su madre y la pantalla del móvil.—¡Anda!, oh tendré que irme, tengo algo de migraña. —No tienes por que hacerlo.—Se levantó para dirigirse a su recámara.—Me iré a la habitación, así considero tu resaca. El coñac le había pasado su factura. Se retiro de la mesa y corrió a la habitación. Seguía la insistencia. ¡Riiin, riiin!, ¡riiin, riiin!. Respiro profundo y contesto. —Hola.—Fue algo tímida, en su expresión. No era para menos, el corazón galopaba como loco y su estómago revoloteaba de forma extraña, más la ansiedad ante la espera de escuchar esa voz fuerte, de macho Alpha. —Buenos días, mí Rosita.—Se llevó la mano al pecho; era el, ¡sí!. Grito su yo interno, el que la hacía paralizarse de deseo cuando el la tocaba.—¿Cómo amaneces?. —Bien. ¿Y tú?. —Le era tan ilógica esa conversación, más con el. Todo la abrumaba, era la llamada que le solía hacer un novio a su novia. Su mamá se moriría si se llegará a enterar de su enredo con el jefe. —Pensando en tí. Estoy planificado irte a buscar, para que me complazcas un rato. —Pero si nosotros anoche, lo hicimos.—Se freno, no le gustaba hablar de esas cosas a la franca. —¡Follamos!.—Percibió un leve gruñido de excitación, detrás del teléfono.—¿Eso querias recordarme?. —No seas tan vulgar. No me gusta usar esos términos. —Como quieras Rosita. Alístate, te pasaré a recoger. Para que nos pasemos todo el día teniendo sexo.—Ese hombre era imposible. —No puedo, hoy me reuniré con algunos compañeros de tesis. —El no dijo nada al instante.—Sera otro día, Taurus. —Ok. Tampoco rogare por un poco de placer. Hasta luego, Rosita.—Odiaba que la llamara por otro nombre. —Bye.—Al instante le colgó, al otro lado de la línea le llegó el reflejo de la frustración del ogro lujurioso. Solo basto unos minutos, para calmar su desilusión, por su actitud tosca, apenas se entendía así misma, como había acabado tan rápido en las garras de ese hombre. Desde el minuto uno la había tratado de manera intimidante, controladora. Aún así con solo un roce se derretía ante el. Ese día había comenzado con extraños sucesos e inesperadas visitas. Al salir de la casa, encontró un auto estacionado frente a su casa, el cual llegó a reconocer de manera limitada, recordaba haberlo visto estacionado en el parqueo de la empresa. Camino con timidez, cuando estuvo más cerca, los cristales empezaron a descender, se revelo un cabello rojizo muy particular. La señora Danna también interrumpía en su espacio; acudió acercarse, al ver la señas que está le hacía. —¡Entra Mía!, me gustaría hablar contigo. De paso te puedo llevar. —Dudo antes de abrir la puerta, pero de no hacerlo está podría empezar a sospechar que estaban con el mismo hombre. Esa verdad que reflexionó, fue como un valde de agua fría que bajo su calentura de ilusa. —Gracias señora Danna. —Se acomodo en el asiento copiloto y luego se puso el cinturón de seguridad.—¿De qué desea hablar conmigo?. Esperaba que no tuviera, la más mínima sospecha, de su cercanía inapropiada con su jefe. Moriría si se enteraran todos en la empresa, la considerarían una buscona. Por andar recorriendo sus propios miedos mentales, no reparo que el coche se había puesto en marcha. —¿Hacía dónde te diriges, mía?.—La voz aguda de la señora, la ayudo a aterrizar. —A la universidad central. —Que bien, escuché que estás en proceso de tesis.—En verdad parecía sincera, hasta en la ligera curvatura agradable que calco su rostro al hablar. —Si, como también sabrá, solo estoy de paso, en la empresa del señor Taurus.—Respiro profundo antes de continuar. La pesadez la arropaba al mencionarlo en su presencia.—Tengo planes con una amiga, después de graduarnos. —Es digno de admirar, es bueno siempre tener metas. —Si. El tránsito a esas horas estaba más despejado, el coche circulaba a una velocidad moderada, sin detenerse, hasta que llegaron al primer semáforo en rojo. Esta se quitó sus lentes de sol. Fue un impacto negativo lo que pudo notar en su rostro. —Rosita, se que encontrarás extraño mi impulsividad al ir a tu casa. —La mujer tenía un moretón en el ojo.—Disculpame por invadir tu privacidad. Busque la dirección de Margaret en recursos humanos. Necesitaba hablar contigo. Apenas se pudo concentrar, para asimilar sus palabras, el ojo ensombrecido tenía toda su atencion, veía minuciosamente una gama de colores oscuros, un auténtico choque de fuerza. —No se preocupe, lo pasare por alto.—No pudo evitar levantar el dedo, señalar la huella en su piel delicada.—¿Se encuentra bien?. —Si, no te preocupes.—Le tocó la mano con afecto, de paso prosiguió a poner el auto en marcha, cuando el semáforo se puso en verde.— Fue un pequeño incidente con mi hombre. —¿Habla de su esposo?.— Está giro el rostro. Rogó que no se tratara de Taurus. —No, Camell es solo un lazo, una leve atadura que adquiri, luego de firmar un papel. Me refiero a Taurus.—No le gustó tan siquiera que su nombre saliera de sus labios. —Entiendo. —Anoche discutimos luego de pasar un momento rico en su apartamento. En parte fue mi culpa por celarlo sin tener pruebas.—Le dieron ganas de salir del coche en movimiento, por algún motivo esa confesión le dolía más de lo que pensaba. —No entiendo en qué puedo ayudarla. —Facil, tu eres su secretaria. Me consta que eres bastante inteligente. Solo necesito que me investigue quien es su amante. —¡Ahh!.—Casi se queda sin voz, no sabia que decir.
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