—No será gratis, te puedo pagar muy bien por tu colaboración.—Lo de menos era el dinero, más teniendo en cuenta que está deseaba su propia cabeza.
—No puedo prometerle nada, señora Danna. —Desvió la mirada hacia la vista que se apoderaba de su frente delantero. La fachada de la universidad Central.—Ademas como usted lo había mencionado anteriormente, solo soy su secretaria, tengo un acceso limitado a su agenda personal. Aparte en la empresa nunca he visto entradas fuera del ámbito personal a su oficina.
Danna le dió unas palmaditas en las manos, esa quietud, su lengua trabada sin escupir más intenciones deshonestas, le causaron más intranquilidad. Cuando pararon frente a la esplanada principal del recinto, volvió arremeter.
—Mi oferta está abierta, te daré unos días para que lo pienses mejor.—Estudio su rostro mejor, el descaro podía tener las formas más amigables, incluyendo un exquisito semblante de fina dama.
—Gracias.—Fue lo único que pudo responder, antes de bajar del auto.—No le prometo nada.
Fue un shock para su piel el cambio de temperatura, del frío templado del interior del coche a la calidez del exterior, al salir.
No miro hacia atrás, avanzó de forma serena, como si no hubiera pasado uno de los momentos más incómodos de toda su existencia. Esa conversación la puso a explorar su propio comportamiento, los problemas que en un futuro le podrían acarrear el estar con ese hombre. Lo de Taurus y ella no era deshonesto, más lo ensombrecia la sombra de una mujer con la cual sabía que compartía un sentimiento profundo.
Navegaba entre dudas reflexivas cuando vió a Patricia acercarse a ella. Su rostro amigable lucia algo cansado, gracias a la explotación laboral.
—¡Ay, amiga!. Estoy al borde de renunciar.—La abrazo entre quejas, con voz ñoña.
—Hola Paty. —La estrecho con fuerza.—intenta soportar el proceso, cuando las cosas se pongan difíciles, recuerda nuestros planes futuros.—Su amiga la libero con pereza, se notaba un rostro a punto de llorar.
—No es tan fácil, me están haciendo la vida imposible, a veces cuestionó mis propias capacidades.—Al parecer no era la única que estaba pasando un tormentoso proceso durante la pasantía, la única diferencia era que a ella le tocó más la parte pasional.
Ya había formado un pequeño triángulo amoroso en pocos días.
—Eso me preocupa de ti. Nunca haz sido insegura amiga.—La tomo de la mano, para guiarla hasta el salón de tesis.
A pesar de ella también sentir angustia en su corazón, descidio hacerlos aún lado para darle apoyo a Patricia.
Al menos esa hora se distrajeron al estar en compañaia, los comentarios de otros colegas le sacaron sonrisas pícaras a su amiga, la cual solía ser bastante débil a las coqueterías del sexo opuesto.
Cuando salieron del salón, dos chicos la siguieron, Patricia no dejaba de voltear el rostro para que ellos confirmarán su disponibilidad.
—Estan deliciosos ambos ejemplares. No sé cuál elegir para esta noche. —La vió morderse los labios con desenfreno.
—¡No seas tan descarada!.—La corrigió.—Me extraña tu ímpetu s****l, cuando apenas unas horas atrás estabas con un rostro del lamentación.
—Un buen machote, más el buen sexo me reconfortan.
Los chicos, se pararon brevemente y las saludaron, a Patricia en particular, uno de los chicos se despidió de ella con un beso en la mejilla luego de intercambiar sus números. También percibió que había surgido un intercambio de susurros entre ellos en ese instante cariñoso. En cambio con ella se limitaron a solo hacerle un recorrido visual a su cuerpo, con algo de lujuria.
—Es una suerte llevar este sueter, no soporto que me miren como un trozo de carne.—Cruzo los brazos a nivel de su pecho.
Los chicos ya se habían alejado unos metros.
—Es una pena, a uno le caiste bien. Me lo dijo al oído el bocado que me comeré está noche.
—No puedo creer que seas tan promiscua.—Patricia comenzó a reír. Miro a los lados, muchos se quedaron viendo su desenfrenada carcajada.—Intenta controlar tu efervescencia, algunos nos están mirando.
—Mia, los conocemos, son nuestros compañeros de tesis.—Le dió una mirada de regaño.—Ademas, es para pasar el rato.
—Estas loca, nos reunimos en el mismo salón, para una simple sección de seguimiento. —No recordaba sus nombres. Incluso no recordaba haberlos visto tomar clases con ellas.—Sabes, no recuerdo haberlos visto antes en la universidad.
—Yo tampoco, sabemos que el campus universitario es inmenso. Además somos muy malas para las caras.—Lo diría por ella, no se quejaba de su buena memoria.—Otra cosa Mía, solo me lo cogeré. No es para casarme.
—Haz lo que desees, mejor avancemos a la salida, deseo llegar temprano a casa.—La tomo de las manos para hacerla caminar con más prisa.
—Te llevaré, pero antes pasemos al Mall, necesito lencería sexi.
—Esta bien.—Verifico la hora en su móvil.—Tenia tiempo, en casa le tocaba hornear un pastel, el cual entregaría a más tardar las 7:00 pm. —Igual debe ser breve, me toca hornear un pastel.
—Lo será amiga.
Ante esa confirmación empezaron la marcha, no pasó mucho tiempo para que estuvieran a bordo del audi rojo de su amiga, en dirección a la plaza comercial más fastuosa de la cuidad de Manhattan.
En el trayecto aprovecho para quitarse el suéter holgado y aplicarse un poco de labial rojo. Ya con ese aspecto mostraba sus curvas y parte de su abdomen plano por el corte provocativo del top.
En el tercer nivel de la plaza, estába ubicada la tienda. Con solo ver la fachada y algunos accesorios sádicos en los exhibidores delanteros, se le pusieron los pelos de punta.
—Sospecho que estás enferma Patricia.—Le señaló los látigos y el maníniqui con una máscara y un grupo de artículos extraños alrededor.—¿Qué es eso?.—La pregunta llegó apenas entraron, unas bolas, en cadena robaron su atención.
—Son juguetes eróticos, ideales para el sexo anal.—Su amiga hasta se saboreo.—Tambien se pueden usar por la panocha.—Patricia le guiño el ojo.
No le respondió, siguió en su andar por la tienda, en un punto de su desplazamiento curioso, explorando ese mundo de objetos tan peculiares, se aparto de su amiga, aparte le daba espacio, ya conversaba de lo mas animada con el dueño de la tienda.
Se perdió en uno de los pasillos al verla entrar a los probadores con el hombre. Miro su reloj, si en 15 minutos no salía se marcharía.
Al segundo pasillo que entró, observo unos miembr©s de goma, de diversos tamaños y colores. No pudo evitar abordar una sonrisita, al ver uno parecido al del toro.
Sobó su punta en curva. Una cosa inmensa y frondosa.
—Te pareces a Taurus.—Se llevó la mano a los labios, para contener el sonido de su carcajadas. Cuando miro hacia atrás dos ojos la observaban. El objeto cayó sobre la alfombra estampadas con imágenes eróticas. El pene de goma empezó a vibrar.
—Me siento complacido por la comparación, aúnque aún no puedo hacer eso.—El ogro tomo el objeto en su mano y lo apagó.
—Qué haces aquí?.—No podía creer que fuera una simple casualidad.
—Estaba en plaza, te vi subir junto a tu amiga la cachonda por las escaleras eléctricas y te seguí. Simple.
—Agradezco tu sinceridad.—Miro hacia los lados, temiendo que Patricia apareciera y empezará a interrogarla por dicha compañía.—Sera mejor que te vayas.
—¡Olvidalo!. No me iré sin tí.
—Ando con mi amiga, ella me dejara en casa.—Se acercó un poco a el, para poder bajar el tono de voz. No deseaba ser escuchada.
—Pues tendrás que esperarla un largo rato. Dudo que salga del probador en la próxima media hora.— Camino hacia la salida de ese pasillo. Ignoro el hombre que dejaba atrás. Mientras más avanzaba, sentía los gemidos escándalos de Patricia. Sintió vergüenza ajena, al ver dos hombres mayores y unas dependientas reírse.
—¡Ay, duro perro!. ¡Rico!.—Una de las dependientas que las había visto llegar juntas la miro de arriba abajo. Los gritos de su amiga, escupian ecos, las paredes hacían que salpiran sus chillidos.—¡Bruuuh!. ¡Más duro!.
Decidio salir deprisa del local. Detrás de ella pudo sentir los fuertes pasos del ogro, pronto, fue más notoria la invasión, la tomo de las manos. Intento zafarse pero el no dejo que le hiciera ese desplante.
—No te atrevas Rosita.
—¡Dejeme ir!. —Lo miro algo abochornada. Despues se rindió, se dejó dominar por el y su fuerza intransigente.
—No.
Con la negación clara, se dió por vencida. El, la llevo hasta el parqueo donde estaba su auto. Entro sin poner peros. Cuando su enorme cuerpo estuvo ocupando el asiento piloto. El volvió arremeter.
—No quiero que vuelvas a salir con esa vagabunda. —Le puso mala cara a esa exigencia.—¡Es una orden Rosita!.
—No eres quien para hacerme prescindir de mis amistades.—Se alzó, no le importo ver como un punto rojo en sus ojos la travesaba.—No eres mi dueño Taurus Recio.
—¡Lo soy!.—Una afirmación hiperactiva que la descolocó, todo estaba mal.
—¡No lo eres maldición!. —Era el escenario exacto para decirle todo lo que pensaba del.—Olvidate de mi, enfócate en Danna Sucre.
—Rosita, no tienes derecho nombrarla en esta conversación. Mi relación con Danna no tiene porque empañar lo nuestro.
—¿Acaso no es tu amante?
—Si, pero..
—Pero nada, Taurus Recio. Así como yo te comparto, exijo mi libertad. Es más, estoy pensando en aceptar una invitación a cenar, de un compañero de estudios.
—No te atreverias. No puedes ser irracional. Recuerda que yo la engaño contigo. Ella está primero.
—Ustedes son dos miserables que engañan a Camell. —Le dolió tanto la forma injusta en que este veía las relaciones.—No crea señor Taurus, se cual es mi posición en su vida. Usted solo me desea, como una fachada.
—Me gustas.—El intento besarla pero ella lo empujó, para que se alejara.
—No sere tu juego, menos el remplazo de Danna Sucre, cuando no puedas tenerla, para calentar tu cama. Hasta aquí llegó tu juego comigo.—Se quitó el cinturón de seguridad. Tenía intenciones de bajar del coche pero el lo puso en marcha.—¡Para!.
—¡No!. Niñita malcriada. —Sintió una leve agitación en su pecho, por lo rápido que acelero el coche.—Te enseñaré a respetar a un hombre de verdad. No soy como los muchachitos con los que seguro te besuqueabas antes.
—Estás loco.
—Un poco, no lo puedo negar.—La voz sarcástica con rasgos de furia, la estremeció, escaneo su rostro desencajado, notaba un poco de dolor en su forma aprensiva de verla.—A mi solo la muerte me puede ganar pequeña.
—Por favor señor Taurus. —Fueron palabras sin impacto, el siguió manejando, su vista oscura volvió enfocar la carretera, el tránsito estaba algo condensado. Con esa ligera reducción de velocidad, calmo su corazón.
Hizo silencio, sentía que el no la dejaría escapar tan fácil, su ego, las ganas de poseer eran más fuertes. El la confundía. ¿Cuál era su apego?, si sus sentimientos estaban con otra mujer.
Cuando llegaron a una zona menos transitada, volvió a intentar, hacerlo entrar en razón. Se estaban alejando bastante del centro de la cuidad.
—Necesito que me deje en paz. —Fue una súplica sincera. Intuía un caos en todo lo que estaba viviendo. Miraba el frente y sentía que veía solo sombras. Ese lado de la carretera, no le gustaba transitarlo. —No quiero estar con usted. Nadie nunca sabrá lo que pasó entre nosotros.
—Te vas arrepentír de ser tan ñoña.
Este piso el acelerador, sintió que volaban, la intensidad del desplazamiento le produjo un vértigo ahumado en la mente. Todo daba vuelta, vibraba, se contorcionaban hasta sus poros.
Sus pupilas se dilataron cuando Taurus maniobro el coche de una forma feroz. Un coche estaba delante de ellos, este aumento aún más la intensidad, pronto se vió rebasando el coche. Con el infotunio de que se encontraron a unos metros en curvatura con un camión de carga. El otro conductor p**o bocina.
Ella predijo, el choque casi inminente con un grito. Muchas imágenes le llegaron a la mente. Un deja' vu, claro. Se puso la mano en el vientre. Grito.
—¡Ahhh!.—El, el bosque espeso en los laterales, las líneas verticales, la posiblemente muerte. Todo olía mal. Cerro los ojos.