JUGAR CON FUEGO

1549 Words
Ver entrar a su madre, en ese preciso momento, la petrifico, la lengua se le congelo. Puso su atención en la silueta relajada de Taurus, este le daba aún la espalda a su madre, con una calma y seguridad sobrada. Se giró cuando notó la inquietud en sus ademanes. —Hola Margaret. —Señor Recio, me sorprende que esté en mi casa. —Ella los veía a los dos con desorden visual, típico de quién no entiende una escena poco probable.—Vi su coche en las afueras y aún así, pensé que alucinaba.—Su mamá mínimo lo tenía por semi-dios. Hizo cara de pereza al escucharla. —No alucinas Margaret, vine a visitar a Mía. —Este se acercó a su madre por un instante. Al verlo mirarla por el rabillo del ojo, empezó a intuir que este deseaba decirle algo a su madre que los comprometía. —Usted, tan elegante, en mi humilde hogar.—A Taurus no parecía gustarle esa cortesía aduladora, que por lo regular era parte del vocabulario gentil de su madre.—Igual está es su casa. —Gracias Margaret. Espero seguir siendo bien recibido. Me gustaría visitar a Rosita con más frecuencia.—Un leve mareo tentaba por apoderarse de ella, ese hombre era una especie de macho Alpha de lo que describen algunas leyendas rurales. Presentía que deseaba marcar territorio. En todo su aspecto, la forma dominante que en ese instante la veía, la veía con sentido de pertenencia. Se sintió como un objeto. En cambio su madre se quedó en silencio, tratando de entender lo que había dicho su jefe. Por lo menos descifrar las apariencias de su acercamiento para con ella. —Señor Taurus, le agradezco su visita y que se preocupara por mi salud.—Tuvo que intervenir, las palpitaciones la empezaron a estremecer. Este no se inmutó en reaccionar a su comentario esquivo. —Hija, no le hables a nuestro jefe como si desearas que se marchara. Mejor devuélvele la atención que ha tenido contigo.—Esta le pasó la cartera, y dió algunos pasos más hacia el interior de la casa. —No me quejo de lo amable que ha sido Rosita conmigo. Fue exquisito.—Nunca había visto un hombre manejar el doble sentido con tanta aparente seriedad. —Supongo que habrá sido muy buena, que desea frecuentar el hogar. —Tengo interés en su hija, Margaret. Ambas, se miraron a los ojos. Su madre con la interrogante tatuada en sus pupilas y ella con cara de terror. No deseaba ser expuesta de esa forma. —¿Qué clase de interés, Señor Recio?. Cuando notó la intención verbal de Taurus, olió su deseo de revelar su algo. No lo sentía como una relación en si. —El señor Taurus desea, que yo sea la modelo, del próximo comercial automovilístico de su marca.—Su madre hizo cara extrañada y el parecía decepcionado por verla ser tan cobarde.—¿Verdad Taurus?. —¡Sí!. Rosita le dice la verdad, Margaret.—El ogro cobro vida, en la forma de verla se notaba su creciente impotencia y mal humor. Aparto la vista de el. Había sido una situación muy incómoda. Por suerte su madre no los encontro, haciendo el amor. —Me alegro que lo tome en cuenta. Siempre le he dicho que usted es un Ángel. —Sin duda la mamá gallina, recobro las energías, el sobresalto se le había pasado.—¡Venga señor!, sientese, discúlpeme por mi trato poco cortez.—Su madre casi lo obliga a acomodarse en el sofá. Su madre por unos instantes se olvidó de ella, aprovecho para verlo con atención, en un espacio menos intimidante que la oficina. Parecía un chiste, era muy colorido y pequeño para el, Taurus era demasiado alto para estar sentado en un sillón de aspecto casi infantil. Casi se le cae la baba al recordar su cuerpo desnudo y lo bien dotado que estaba, ni hablar de sus deliciosos músculos tonificados. Dudaba que volviera a tener un amante tan grandote en todas las proporciones, como el hombre que había empezado a incinerarla de pasión. —¡Mia!, no te quedas ahí parada, prepara la cena. —Sufrió un ligero sobresalto, al escuchar el grito mandon de su madre.—Esperate, quiero que nuestro jefe cene rico. —Si, Rosita, ve e imagina que le preparas la cena a tu futuro esposo.—Le guiño el ojo. Se le erizo la piel, gracias a su accionar. Tauro estaba siendo algo provocador.—Espero algo bien delicioso.—Le tocó asentir atortojada. Cuando tuvo la intención de obedecer e ir hacia la cocina, su mamá empezó a reírse. Se freno. —Por favor señor Recio, mí hija nunca ha tenido novios. —La estaba avergonzando, sospechaba que se pondría peor. —No hace tanto la encontré practicando besos con uno de sus muñecos de felpa. —¡Mamá!, al señor Tauro no le interesa saber sobre mi vida amorosa.—El parecía divertido, por las confesiones de su madre. —Nena tranquila, además nunca haz tenido vida amorosa como tal. —Esta dejo de mirarla y se dirigió a su jefe.—Aunque siempre ha estado enamorada de un jovencito sin chiste. ¿Cómo se llama hija, el muchachito que vive a unas cuadras de aquí?.—A su jefe se le borro la sonrisa de los labios, pudo incluso divisar un punto rojo en su oscuro ver. —Mejor haré la cena.—Retrocedio con torpeza. Casi tropieza con una pieza artesanal de su madre, que estaba sobre una de las repisas. Siguió de largo, al llegar a la cocina, aún seguía agitada, su mamá pecaba de ser tan efervescente al igual que deslenguada. Al menos cocinar la relajaba. No tenía muchas opciones, optó por algo fácil y delicioso, eso se redujo a unas ricas quesadillas, con papas fritas y ensalada. Presentía que a este le gustaría. También le daría un poco de postre, aunque ya sentía que se lo había dado. Sonrió sin reparo. Sin sospechar que ya no estaba sola. —Nena, estás muy risueña.—Su mamá estaba en el umbral de la puerta, viéndola con interés. —Solo recordaba un chiste que me hicieron hace mucho.—En ocasiones era buena para zafarse de sus interrogantes. —Me alegro, es bueno sonreír.—Ella comenzó su andar hasta que abrió una de las vitrinas y saco dos vasos, de su cristaleria más fina.—Le brindaré un poco de coñac al jefe. A lo que está la cena.—Esta olfateó su relleno.—Huele divino, mi preciosa hija. No respondió, se quedó unos instante viendola salir con entusiasmo. Era un milagro que se decidiera abrir una de esas botellas. Debían estar bien añejas, eran lo único que su padre había dejado en la casa luego de abandonarlas. Suspiro con pesar al recordar su pasado. Rapido aparto esos pensamientos de su mente y se dedicó a seguir su labor. La cena fue un éxito, el toro devoro las humildes quesadillas con bastante ansiedad, incluso la felicito por sus crujientes papá fritas y la ensalada bien aliñada. No obstante también se dejó encantar por su postre, en esa oportunidad unos bizcochuelos con mermelada de piña. Llevaban unos días en el refrigerador, aún así conservaban su masa suave y fresca. —No me puedo quejar de su hospitalidad.—La veía a ella en específico, en cambio no le importo la aparente impaciencia que el mostraba al empezar a despedirse de ellas.—Cuando menos lo esperen volveré. —Esta es también su casa, señor Recio. —Gracias Margaret.—La malicia le brotaba, a ese ogro perverso.—Rosita.¿Me puedes acompañar hasta mi coche?, necesito decirte algo sobre el trabajo que tienes pendiente para mañana.—Con solo el gesto inquisitivo de mirarla, sabía que le esperaba una reprimenda. La dominación no la excitaba tanto, fuera de la intimidad. —Ok, señor. —Su madre sonrió complacida al verla obedecer, de lo más sumisa. La imponente estampa del hombre la abrumó apenas salieron, el incluso intento tomarla de las manos, miro hacia atrás asustada. A su mamá como a todas las vecinas del barrio le gustaba brechar por las ventanas. Se detuvieron cerca del coche. —Al parecer te da apuro que sepan lo nuestro.—Miro al suelo. No deseaba hacerlo sentir mal, con su sinceridad. —Puedes ser honesta —Usted es mi jefe, aparte no conozco sus intenciones.—Lo vió a los ojos, para que comprobará que hablaba desde el corazón.—No confío en usted, incluso dudo que usted quiera algo serio conmigo. —¿Tú, qué deseas?. —No ser su juego. —No soy tan miserable como piensas, Rosita. —El giro su rostro en varias direcciones, como si buscará algo.—Solo espero que me respetes. Otra cosa, olvídate del muchachito ese. —Mamá exageraba. —Eso espero, igual estas advertida.—El no espero a que ella contestará, se subió a su coche y puso en marcha el coche. Miró el cielo estrellado antes de entrar, incluso amo ver una estrellas fugaz y pedirle un deseo; no quemarse con el fuego que representaba el juego s****l con ese hombre.
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