Sus ojos se agrandaron ante la sorpresa, sin duda nunca pensó que el se atrevería a ir a buscarla. para el también era nuevo la impulsividad.
Cuando le conoció la intención de querer cerrar la puerta, la bloqueo, empujó y entro. Detrás, el choque de la puerta se sintió como una ligera explosión.
—Sera mejor que te marches, no es prudente que un hombre entre a la casa de una mujer cuando está sola.—A pesar de sus palabras dramáticas no se veía asustada.
—No soy cualquier hombre. Soy tu hombre y tú eres mi mujer. —Se movió de forma sigilosa hasta ella, hasta arrinconarla en la pared.
—¿Desde cuándo?.—Esa pregunta llegó con altivez.
—Desde ayer Rosita. Ahora me dirás que no lo recuerdas.—Toco su mejilla, ella estaba tan perdida como el, sentía su corazón desbocado.
—Usted dijo que fue un error y como eso represento en su vida. Me aleje.
—No recuerdo haber dicho eso.
—Lo dijo. Tenga claro que no volveré a su empresa, mejor enfoquese en su relación desleal. —Ya la v***a se le empezaba a endurecer, el aroma de ella, estaba más vivo, de su boca salía una estela dulce gracias a la chupetina que no dejaba de lamer y había dejado un rojo seductor en sus labios carnosos.
Se frotó contra, ella, su agitado pecho también la delató, su pezones erectos le revelaron que no tenía sostén.
—No importa lo que dije anteriormente. No dejaré que huyas de mi. —Froto su trasero por encima de la suave tela de su bata. Su lobo rugió al comprobar que no tenía ropa interior. Su coño estába al aire libre esperándolo.
—No llevó nada debajo. Señor Recio.
—Estas perdiendo la vergüenza. Mi rosita.—Bajo su rostro y mordió su labio inferior. La chupetina cayó al piso. Al menos lo poco que quedaba de ella.
—La perdí toda, ayer tarde, con usted. ¿No lo recuerdas?.—Agarro su mano y la llevo a su erección.
—No, ahora me pertenece a mí. Todo tu joven cuerpo.
—No deberíamos segu..—La silencio con un beso. Era tan dulce. Le producía una necesidad enorme de secuestrar su lengua en esa exploración profunda.—Taurus.—Susurro está apenas la libero.
—Llevame a tu habitación mí Rosita.—Era obediente, lo tomo de la mano, le guío a su morada rosa. Se parecía a ella.
Cerro la puerta con picardía. Se empezó a desnudar, lo primero fue dejar caer su saco, la camisa negra después de quitar varios botones desapareció. Ella estaba entretenida, viéndolo con inocente lujuria. Se mordía los labios y jugaba con una de sus trenzas.
—Ven acá, acércate.
—Desnudece por completo. —Que más daba, era mejor obedecer. Cuando la última prenda cayó al piso y su enorme v***a se elevó, está giro.
Se acercó, levantó el vuelo de su bata, fue frotandose contra ella, mientras la levantaba y la desprendía de su cuerpo.
—Vamos, te enseñaré a gozar de lo lindo.
—Mamá llega en 2 horas.
—No es sufriente, pero igual será una buena cogida.—La hizo girar, la elevó para que enroscara sus piernas alrededor de su cintura. Lamió sus protuberantes pechos, según fue hacia la cama. Al derrumbarse en esta siguió la misma faena, a ella le gustaba, a el le encantaban sus tetas. Sus ricos pezones.—Eres deliciosa mi Rosita.—Se elevó para volver a besarla, de una manera más delicada, después todos los caminos lo conducieron a su coño. Rosita le regaló todos sus jugos.
—No aguanto más señor Toro.—Ni se percató de que había pronunciado mal su nombre. Igual siguió jugando con su clítoris hasta que su boca probó sus jugos nuevamente. Levantó la cabeza sonriente y triunfal, cuando se sacudió. —Te ves linda cuando te vienes, mí Rosita.
—Te necesito, ven.—Abrio más sus piernas, queriendolo empujar, su Rosita ardía, el vicio la consumía aún.
—Te daré lo que quieres.—Froto su punta, ella mantenía un brillo en sus ojos, lo comprobó, pero deseaba más, que lo viera penetrarla, como se convertían en uno.—¡Mirá como entra!.
Levantó la cabeza, lo miro a los ojos, luego su v***a. Entre el temor y la excitación estaba ella.
—¿Lo quieres?.—Lo froto.
—Si.—Fue algo tímida al admitirlo. Igual con eso basto.
Fue frotando su punta, aún estaba muy cerrada, fue una faena difícil, sus músculos se contrajeron un poco, aprovecho y la beso con dulzura. Cuando la sintió relajarse, la punteo con fuerza, hasta llegar al fondo de su apretado coño.
—¡Uyyy!.—Un grito delicioso. Se detuvo.
—¿Quieres qué me detenga?.
—No, sigue. Lo quiero todo. Toro.—Sonrio. En un momento tan íntimo no le daba para corregirla.
Solo la beso y después empezó a moverse en su interior. Lamento no poder quitarse los guantes, deseaba tocarla más. Su coño exquisito le regaló varios orgasmos, lo exprimía, cada vez se sentía morir.
—¡Quiero más!. Más. ¡Ay!.—Ella mordió su oreja. La dejo no le importaba nada mientras se frotaba dentro de ella, compartían sudor y fluidos.
Le dió con más fuerza, con necesidad, viendo como su v***a atravesaba con presión su coño. Tocó durante la penetración su clítoris. ¡Qué lindo coño tenía la condenada!.
—¡Oh Rosita!, te la daré toda.—Grito sin tapujos. Como lo prometió, sus fluidos se esparcieron en su interior.
—Fue increíble señor.
—No me digas así cuando estemos en la intimidad. Menos cuando te esté atravesando.—Le dió ligero beso en los labios.
—¿Cómo le digo?.
—Taurus, aunque puedes buscar un apodo sensual y dominante que vaya conmigo estilo. —Se fue alejado, no sin antes mordisquear un pezón.
—¿Eso fue todo, Taurus?.
—Espera y veras.— Le dió una nalgada antes de pedirle la dirección de su baño. Le extraño que el pequeño baño, fuera azul cobalto, era su color favorito.
Luego, le tocó entrar a ella. Al salir le hizo la pregunta.
—¿Por qué azul cobalto?.—Ella lo miro con extrañeza y diversión.—Hablo de tu baño.
—Tengo la intuición de que es el color favorito de quien será mi futuro esposo.—Trago en seco. Ella parecía muy sincera. Sobre todo segura de lo que decía.
—Eso no lo puede saber nadie.
—No te creas, he soñado mucho con el.—Se le acercó, de una forma ingenua, natural. Intentaba tapar su desnudes con su bata enrollada, igual se destacaban sus carnosos pechos.—Al menos con sus gustos.
—Uhh, eres muy ocurrente, jovencita.—Le quitó el pedazo de tela y luego la hizo sentarse en su regazo. Aceptó esa cercania incluso lo abrazo. En medio burbujeaba esa lava compartida.
—Sabes lo más extraño, siempre en mis sueños aparece acariciando un lobo. De un oscuro profundo. Ojos rojos centelleantes. —Su lobo ronroneaba. El no entendía que le pasaba con ella, cerro los ojos. Se dedicó a sentir su abrazo y ser un poco vulnerable, mientras ella acariciaba su espalda.—Un lobo hermoso.—Termino diciendo antes de apartarse un poco y despues regresar para besar su mejilla.
—Rosita.—Expreso con angustia en su corazón.
Con esto consiguió que lo besara, con tranquilidad, lenguetazos ñoños, pero a la vez sabrosos.
En pocos instantes la temperatura volvió a elevarse y la penetro. Con suavidad, ambos se mecían al compás de la necesidad de sus cuerpos, sincronizados, como si hubieran hecho el amor, muchas veces antes. Se dejó llevar como nunca al precipicio.
A la hora despedirse de ella, entendió que el tiempo y el hambre de sus cuerpos les jugaron en contra. Paso muy rápido.
—Te veo mañana, se puntual y llévame café. —Esta solo sonreía.
—No le prometo nada.
—Si no vas, volveré por ti y por el postre.—Ella salto para darle un beso, la sujeto por el trasero. Pensó en que debía ser fuerte para no cogersela otra vez. Su jovialidad también era un afrodisíaco.
Cuando una llave atravesó un cerrojo, sintieron el movimiento. Se despegaron al instante. El se dió la vuelta para recuperar un poco la compostura.
—¡Mi chiquita, mamá está aquí!.—Hubo un breve silencio. —¡Señor Recio!.
¡
—
¿