EL PLAN

2104 Words
Estaba al borde de un colapso nervioso. Esa muchachita lo había dejado bastante desencajado, no solo después de sus últimas palabras, "yo tengo temor a concretar un amor, incluso casarme y que la muerte interrumpa nuestra unión". Era lo que había dicho esa mocosa de mierda, como si ella tuviera idea de lo que era una relación genuina. De almas. Se mantuvo unos minutos cerca de la puerta, ella estaba ahí, al otro lado de la lustrosa madera. Su olor misterioso lo percibía más. Jodida humana que olía a hechicera. Esa podía ser una de las razones. Su mate era Danna Sucre, sin embargo cuando rosita lo beso, le invadió una sensación indescriptible. Estaba casi en trance cuando capturó sus pechos. Vaya que tenía las pechugas mas ricas que había saboreado, sus pezones eran de un rosa coral divino. Eso que odiaba ese color ñoño, pero en las tetas grandes y redondas de rosita eran una excepción. Se saboreo, aún tenía el sabor de esa piel y su rica boca inexperta. Tocó su v***a, estaba a punto de explotar, la presión debía calmarla, hasta sus testículos dolían por la fuerte excitación que le provocó volver a pensar en esa experiencia en el ascensor. Fue al baño por un poco de agua, para empapar su rostro, la calentura que había subido, empezó a bajar después de esto. D acompañamiento se sirvió un trago Whisky. La entrada del líquido hizo estragos en su estómago vacío, a pesar de eso no paró. Mejor con una úlcera que cometer una locura con una inútil humana. Entre la vista y el líquido amarillo circulando por su garganta, apenas fue conciente de que Osman acaba de entrar a su despacho, para colmo parecía feliz, con una lonchera en mano. —Alpha, llegó el almuerzo. —Al menos era negra, no como la loncherita de Hello Kitty, una barbaridad que tuviera una secretaria tan infantil. —Muero de hambre.—Confesó, no había llamado a Rosita, porque aún lo tenía muy desconcertado. No entendía nada, le gustaba la condenada, si eso eran unos besos y una lámida. ¿Cómo sería hundirse en su coño?. —Tu secretaria se preocupa por ti y tú te comportas como todo un abusador. Pobre Mía, estaba pálida en su escritorio. Pareciera que alguien la trato muy mal.—Miro su reloj de pulsera al escucharlo hablar, sin duda había pasado la hora de almuerzo. No sentía remordimiento, ella era la culpable de que su humor estuviera afectado. —Me imagino que como buen lobo samaritano le dijiste que tomara su hora de almuerzo. —Exacto.—Puso la lonchera sobre la mesa, cercana al sillón donde estaba sentado, luego se sentó al frente.—Si no deseas comer, me lo puedo llevar, es cordero. Olfateó un poco, tenía razón, olía delicioso. —Hare una excepción hoy. Ya mañana la librare de esa carga. Esa niña me desconcierta. —Se levantó para ir a rellenar su vaso.—Creo que no fue buena idea contratarla. —No seas pesado, la chica es un encanto, no es para menos, es hija de Margaret. Una de las pocas humanas que toleras.—Volvio a darle el frente a Osman ya con su vaso surtido de licor. —Eso es lo que me preocupa. Su encanto. —Ya entiendo, te sientes afectado por lo bonita que es. —Ese Osman era su beta, debía reconocer que lo conocía bastante.—No eres el único, he visto como la miran los lobos que trabajan en la oficina. Coinciden en qué huela a miel. —No digas tonterías, no es exactamente su olor.—Saber que otros se sentían atraídos por ella le molestó.—Tambien tiene otros adictivos. —Eso me confunde Alpha, yo solo percibo la miel, pero tú percibes otras notas exquisitas. ¿No será que Mía, es tuya?. —No digas tonterías, Osman. Eso es imposible. Mi mate es Danna Sucre. Su olor invade mis sentidos, el aroma de esa niña lo siento cuando está a centímetros de mi.—Cerro los ojos cuando la imagen de una boca carnosa, más dos círculos rosados con pequeños botones erectos interrumpieron su bienestar mental, intento volver en si, sacudiendo la cabeza. Proseguir.—Es algo indescriptible, incluso pierdo el sentido común. Cuando volvió a mirar a su beta, noto su desconcierto. —¡Waooo!. Al parecer la humana es especial. Habría que ver si práctica la magia.—Este explotó en carcajadas.—Tu sabes Alpha, hechizos para atraer el amor. Tener a las criaturas a sus pies. —Esa sería una explicación válida.—Aunque no tenía semblante de bruja. Pensó. Ninguno de sus ademanes, cuadraban con los de esas apestosas. —Mientras lo averiguas, intenta tratarla bien. Es joven, no seas gruñón con ella. Además ella y su madre están pasando por un momento difícil. —Ahora te has vuelto el confidente de mi secretaria. —Solo me pidió ayuda, para conseguir un empleo alterno, le urge.—Su beta se levantó. —Pienso ayudarla. Se nota que es buena chica. Además me regaló parte de tu postre. —Te dejaste chantajear.—Osman era muy diferente a el. El sociable, amable. Dado a tratar, comprender y ayudar a todos, quizás porque si había sido bendecido con una familia maravillosa. —No exactamente. Sentí su sinceridad.—Este se dirigió a la salida.—Espero que no te moleste que la ayude. —Haz lo que creas correcto. Ella no me importa. —Esto fue lo último en decir, antes de verlo salir por la puerta. En verdad no tenía que ver con su suerte, solo era una pasante remunerada, intentaría hablar con su asistente, para que regresará cuanto antes. Así podría enviar la chica al departamento de mercadeo a poner en práctica sus conocimientos. De cualquier forma, era mejor mantenerla alejada. Cuando su estómago gruño le tocó obedecer. La comida estába deliciosa. El mejor cordero que había probado en su vida. No dejo nada, tan siquiera migas del postre. Salió con la lonchera y el termo de café en manos, no sin antes comprobar que ella no estaba en su escritorio. Ese día prefería evitar el roce. Incluso le dejo una nota, cambiado las órdenes. Después regreso a su oficina. Hasta entrada la oscuridad, su labor fue diseñar, tenía en mente un nuevo modelo convertible, para su nueva colección de coches eléctricos. A pesar de tener horas intentando concretar la idea, le faltaban algunas pieza. Un toque de novedad. Cuando comprobó que la creatividad estaba bloqueada por su malestar s****l. Apagó el ordenador, luego se levantó de su escritorio. No tenía remedio el seguir intentado diseñar, con lo perturbado que estaba. Se acomodo los guantes de su mano, tomo el maletín y salió de la oficina. Mañana sería otro día, cruzo el pasillo sin poder evitar, mirar hacia la oficina vacía. Fue breve, un segundo desperdiciado, su vista se redirigió, volvió a poner su atención al frente, sin mirar a los lados, hasta estár en el parqueo, y abordar su coche. Cuando llegó a su penthouse, vió a Danna en la entrada. Cerca de la puerta de seguridad, esperandolo, enfundada en un discreto disfraz, que no logro entender. Cuando llegó hasta ella, bajo el cristal de su coche. Su aroma endulzó sus ánimos. —Sube. —Esta obedeció, rodeo el coche y entro. Se sentó junto a el. En el asiento copiloto. Mientras el ponía su clave seguridad para poder ingresar al parqueo subterráneo. —Llevaba más de una hora esperándote. —Ya estoy aquí.—Parqueo su coche y apagó el motor. Para automáticamente mirarla.—¿Cuál es tu plan ahora? —Ninguno en concreto, solo deseo, que podamos hablar con más calma.—Danna aparentaba ser una mujer decidida, pero eso no lo reflejaba en sus acciones.—Esta mañana me votaste de tu oficina sin escuchar mi propuesta. —No tenía ganas de escuchar la voz de una cobarde. Simple. —El está enfermo. Solo por eso estoy con el. Podemos seguir viendonos a escondidas.—Sobo el guía de su coche. —¿Cómo dos jovencitos calenturientos?. —Se giro para tomarla de la mandíbula, odiaba su actuar tan poco determinado. —Me haces daño Alpha.—La soltó, pero sin arrepentimiento. —Mejor, baja de mí coche. —El fue el primero en salir. Ella lo siguió, luego de presionar el botón para cerrar su coche, se encamino al ascensor. Los delicados pasos detrás de el no se hicieron esperar. —¡Espera, no me ignores!. —Señora, mejor de la vuelta y márchese.—Esta lo tomo del brazo, la condenada le gustaba, como no anhelarla, era su mate. Su v***a empezó a ponerse dura, con un simple roce de sus manos. La arrastró hasta su apartamento, las prendas volaron. Minutos después estaba dentro de ella, destrozando su coño. Fueron puntadas muy salvajes, más que eso, la violenta penetración hizo encoger el cuerpo de la mujer debajo de el. —Taurus. ¡Ahhh!.—Queria dejarla tan saciada que no tuviera valor para dejarse follar por su esposo esa noche. Una hora después, la vió cojear mientras levantaba sus prendas del piso. El yacía sobre el sofá, viendola en la faena. Sus pechos rebotaban con cada movimiento. Eran lindos, pero no como los de Rosita. El siguiente punto en capturar fue su coño. Le asalto la interrogante ¿cómo seria el de rosita?. Le hizo ilusión al imaginarlo tan carnosos como sus labios dulces. Se frotó la cara. Estaba empezando a enloquecer. Por suerte la mujer que tenía en casa y que acababa de follar por más de una hora le hablo. Entro en sí. —Tienes una energía inagotable, mí Alpha. —Se colocaba el sostén. La miro con poco interés. —Es mí marca de poder. Tu podrías disfrutarlo todos los días, pero te niegas a dejar el moribundo.— Tocó su m*****o bien dotado. Todas las mujeres halagaban su poderosa v***a. Y el choque vibrante de su punta en curvatura. —Solo necesito tiempo. Lo podemos lograr. Además ella nos ayudará. —¿De quién hablas?.—Lo asalto la duda, más al ver a Danna tan sonriente, ir en su dirección. Incluso sentarse a un lado del sofá. —Mia, tu secretaria. —Danna roso su torso desnudo. —Hable con ella en su hora de almuerzo. Me contó porque quiso ayudarnos. —Una chiquilla, estás loca. —Mi esposo cree que es tu novia. —Esta se veía muy entusiasmada en armar su camuflaje.—Podemos dejarlo pensar en eso, además después de hablar con ella estoy segura que nunca se fijaría en tí, aparte de que podria ser tu hija o hasta tu nieta.—Esta comenzó a reír. A el en cambio no le pareció chistoso. —Soy un Alpha, tengo 101 años, aúnque parezca de 30 y diga que tengo 44. Te aseguro que cualquier mocosa estaría feliz conmigo.—Le mostró su molestia. Está adoptó con rapidez una posición más seria, a la vez, acaricio con más inquietud su pecho. —Bueno, la chica no es cualquier mocosa, incluso es bastante bonita y tiene más de uno babeando por ella en la empresa.—Fue lo mismo que le insinuó Osman en la tarde. Rosita y su olor a miel estaban haciendo estragos. —No me interesa. Como ya eres amiga de ella. Consíguele un novio. —No seas payaso. Camell cree que es tu novia. Eso nos conviene. Así no sospechara de nosotros.—Ella tocó su m*****o, este casi al instante se empezó a avivar.—Solo serán 2 meses hasta que pueda confesarme. Nuestra unión se aproxima. —Prometelo. —Te lo prometo. Mí Alpha. Luego de acordar esa baja estrategia para seguir juntos, está posó sus labios en m*****o, abrió la boca, engulló más de la mitad, le recogió el pelo, para que no estorbara en la mamada. Su m*****o entraba y salía de su boca, con maestría. Cuando notó que no sería suficiente, le ordeno cabalgarlo. No le importo sentir, ver ,percibir su resistencia ante las fuertes rozaduras. Se giró para tomar el control, la penetro hasta descargarse en su interior. 30 minutos después de esta, salir de su apartamento, se quedó pensado. Danna Sucre le pertenecía, incluso empezó a ilusionarse con que sería tan feliz ella, como una vez lo fue con Elena. Solo debía jugar a lo oculto por unos meses. Un sacrificio que valdría la pena. Si Rosita era el camuflaje, la usarían. Ella debía tener un precio, el estaba dispuesto pagarle.
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