CUARTO DESEO.
APRENDER DE UN MONJE.
—La vida es un constante aprendizaje, a lo largo de ella nuestra única misión es obtener sabiduría. Desde que nacemos, comienza este viaje de crecimiento personal. Debemos aprender a comer, caminar, vestir, ir al baño, la educación, la religión, la política. —comencé hablándole a la cámara de Ron, habíamos regresado a la ciudad de Krabi—, Todo en general, las costumbres y tradiciones, la cultura e historia de nuestros antes pasados. Todo se basa en saber, crecer, aprender, pero ¿Cuándo nos encontramos enseñan a encontrarnos a nosotros mismos?
—Corte, respira Lucy—avisó Ron, me había ahogado al terminar la pregunta. Tome mi oxigeno portátil y respire un poco. Las molestias de mi dañado corazón comenzaban a relucir. Le hice señal de que me encontraba bien y podíamos continuar, con sus dedos enumeró el tres, dos, uno y al aire. Solo que claramente no estábamos al aire.
—Había una leyenda que llamó mi atención cuando era niña, la leí en una vieja revista, en una sala de espera. Mientras esperaba mi turno para ser atendida en el dentista. —recordé mientras hablaba, mi voz se quebró al finalizar porque ese día me llevó mi tía a mi consulta—, Esta leyenda narraba la historia de un gran monasterio que fue construido hace muchos años, gracias a que un dragón le concedió la sabiduría espiritual a un monje. Y este en honor al ser elegido por la criatura, lo edificó. —conté, nunca había hablado de esto con nadie, ni siquiera con mi tía que solía ser mi mejor confidente—, Actualmente gracias a muchas modificaciones se mantiene activo, viven muchos monjes budistas y reciben visitantes. Mi deseo desde ese entonces ha sido conocerlo y participar en su cultura por un par de días. Para mi beneficio, el templo o monasterio se encuentra en Tailandia. ¿Y adivinen dónde estoy?
—Lo tengo, perfecto—cortó Ron—, Eso estuvo fantástico, es muy fascinante tu historia Lucy—felicitó sonriente.
—Gracias, pero nos esperan unas largas horas de viaje—respondí y me miro mal.
—¿Por qué siempre me recuerdas mis desgracias? —burló y me reí.
—Es mi trabajo, cariño—respondí.
Ron se río y apagó su cámara guardándola en su equipaje, habíamos regresado de la isla a la ciudad y nos encontrábamos en el aeropuerto. El viaje a phi phi fue mágico, sentir al corriente y observar tan cerca los arrecifes de coral. Fue fantástico, al igual que conocer a todos los tipos de peces. A decir verdad, le debía mucho a Ron, su compañía a sido sin duda lo mejor que pudo pasarme, era un chico muy dulce, sensible y comprensivo. Siempre estaba al pendiente de mi y me ayudaba prácticamente con todo. Las fotografías que tomaba eran increíbles y ni hablar de los videos, haría un gran documental definitivamente. La cercanía que hemos tenido últimamente y me atrevería a decir que la intimidad, me ha llevado a verlo casi con otros ojos. Pero alejo esos pensamientos de mi mente, porque una moribunda como yo no tiene permitido arrastrar a la miseria a un ser brillante como Ron.
Mi teléfono volvió a sonar en mi bolsillo, al revisarlo note que era una video llamada de mi madre. ¿Qué quería ahora? Decline la llamada y continúe caminando. Debíamos tomar el autobús hasta el norte, a la frontera de Pai con Mae Hong. Al llegar al terminal terrestre, compramos nuestros boletos y debíamos esperar una hora para abordar.
—¿Estas emocionada? —preguntó Ron, frente a mí. Estaba arreglando sus cosas en su bolso, mientras yo amarraba los cordones de mis zapatos.
—Mucho, desde hace años que muero por conocer el monasterio dragón—respondí—, Imaginarte un documental o una reseña sobre vivir en un templo de monjes. ¡Sin duda alguna es lo más interesante!
—Tienes razón, como dice el dicho popular, “dos pájaros de un solo tiro” —respondió divertido, sonreí—, Por cierto, ¿No debíamos hacer una reserva o algo?
—No, solo debemos ir. Presentarnos y llevar una ofrenda—respondí.
—¿Estas segura? —preguntó.
—Por supuesto—respondí—, Revisé su website.
—Eso no me hace sentir seguro, ¿Al menos te fijaste en la ultima actualización? —preguntó dudoso—, ¡imagínate que sea del año 2000!
—Relájate, hombre—respondí segura.
Después de una hora estábamos a bordo de un autobús bastante moderno y cómodo. Nos esperaban veintitrés horas de viaje, debíamos cruzar gran parte del país. Y llegar al final de Pai para encontrar el monasterio, me quede dormida por el cansancio de todo el ajetreado viaje. Al despertar sentí mucho frio, algo brusco el cambio climático de la isla a la ciudad. cuando el autobús se detuvo me fije que habíamos llegado a nuestra parada, la carretera parecía ser eterna. Pero para llegar al templo no había carretera, solo un camino de tierra y el único transporte es usar tus pies. Bajamos y recibimos nuestro equipaje, me colgué a cuestas mi mochila y arrastré mi maleta de rueditas. Ron tomó sus pertenencias también y emprendimos el largo y cansado camino.
—No mencionaste que había que caminar cinco kilómetros, Lucy—reprochó.
—¿Y que te decía? —respondí—, Además no es mucho, falta poco.
Por el tipo de suelo mi maleta no rodó mas y para no averiar sus ruedas, la cargue con mis brazos. Caminamos por mas de cuarenta minutos, mis pies dolían y mi respiración fallaba mucho. Por suerte mi oxigenador portátil funcionaba muy bien, tenía una buena condición física obviando que mi corazón no funcionaba al cien. Divise al fondo una imponente estatua de dragón dorado, parecía oro. El dragón formaba una especie de s con su cuerpo en un arco, un chalet estaba en el centro y a su lado había muchas cabañas con el mismo estilo. El bosque a su alrededor envolvía todo el lugar con delicadeza, también tenían una laguna. Y muchos árboles, había sembradíos y una huerta hermosa. Era increíble, también tenía arboles de cerezo, pero era un lugar mágico. Estaba segura, me emocione aún más al ver a los budistas caminando por un sendero. Su traje típico, túnica naranja y pantalones de tela del mismo color. Su calvicie y sus muy marcados rasgos asiáticos.
—¡Ron, hemos llegado! —chille con emoción y su amargura desapareció, estaba tan impresionado como yo.
—¡Es increíble, parece un jardín! —respondió, buscando su cámara y grabando todo.
Continuamos nuestra caminata hasta la entrada, en la recepción una joven muy sonriente nos recibió encantadoramente.
—Buenos días, bienvenidos al templo dragón. Mi nombre es Sue, estoy para servirles—saludó, era asiática, cabello n***o y vestía totalmente de blanco, me sorprendía lo bien que hablaba el inglés. —, ¿Turistas o huéspedes?
—Buen día, Sue. Somos Ron y Lucy—respondió Ron presentándose.
—¿A que se refiere con turistas o huéspedes? —pregunté confundida.
—Turistas solo vienen de paso y se marchan, huéspedes se albergan unos días—respondió.
—Huéspedes, entonces—respondí sonriente.
Asintió y luego de registrarnos y hacernos muchas preguntas, mencionó la ofrenda. Y le ofrecí un cheque con una contribución para los gastos, eso bastó. Otros monjes aparecieron llevándose nuestro equipaje, Sue nos entregó unas hojas con las actividades, reglas y horarios. Leí en voz alta para que me escuchara Ron.
–Seguir la agenda que está en las hojas y cumplir con los horarios. Si no lo hacemos, pueden echarnos.
– Debemos vestir de blanco siempre. Si no traemos ropa blanca, ellos nos facilitan algo.
– Los hombres y mujeres debemos estar separados. Sólo nos juntaremos para comer o hacer tareas de mantenimiento en el monasterio.
– Nos darán dos comidas veganas diarias, siempre antes del mediodía. Luego sólo podemos beber líquidos calientes o fríos. Pero no alcohol. Bah, que aburridos.
– Tampoco podemos escuchar música o usar el celular.
– Podemos hablar, pero manteniendo un volumen moderado y sólo si es necesario. Si queremos, podemos mantener completo silencio.
Sue me llevó hasta cada cabaña que nos correspondería para dormir, la verdad es que todo esto parecía una especie de cuartel militar, solo que espiritual. Apague mi teléfono y se lo entregue a Sue, me cedió tres cambios de ropa totalmente blancos. Un camisón de tela suave con bordes blancos y un pantalón así mismo. Lo acepté y deje guardadas mis pertenencias, la ventaja es que no usaría mi ropa y no tendría que lavar. Ron se había ido con otro monje, mas tarde nos encontramos en el patio.
—¿Qué tal tu cabaña? —preguntó Ron curioso mientras explorábamos el monasterio—, ¿Tienes compañeras?
—No, es una cabaña muy pequeña con un baño. Mi cama es un colchón de 1cm de grueso sobre una tela—respondí susurrando con miedo a ser escuchada.
—La mía igual querida y una frazada delgada, ¿No puedo pedir servicio al cuarto? —divirtió—, Pero si tengo un compañero, no habla español ni inglés, es ruso.
—Interesante—respondí.
Al siguiente día nos hicieron despertar a las cinco de la mañana para meditar y aprovechar la luz de la primera alba, fuimos a cosechar las verduras y frutas que usarían para preparar nuestro desayuno. Las cocineras amables no me dejaron ayudarla, sin embargo, disfrute el simple hecho de labrar la tierra para obtener papas y zanahorias. Fue mágico y muy divertido, durante el día recibíamos clases de meditación, canto o escritura. El Abbot es una especie de guía mayor, posee la máxima sabiduría al ser iluminado por el dragón. Nos enseñó muchas cosas y posiciones poderosas en la meditación, me sentía una persona nueva, rehabilitada, pero sobre todo renacida.
Comer menos parecía una tortura, pero lejos de serlo me sentía satisfecha con las comidas matutinas. Y los tés o leche tibia que ofrecían por las tardes, sentarme a leer bajo la sombra de un gran árbol o simplemente sentir la brisa en mi rostro era liberador. Me sentía centrada y por ello aproveche la estadía en el monasterio para escribir mi libro. Era hora de publicarlo finalmente.
Deseo cumplido, vivencia extraordinaria y aprendizaje recibido.