El reportero.

1693 Words
Luego de pasar un par de días en recuperación y asistiendo a una terapia totalmente innecesaria, me encontraba mejor. Estaba en mi departamento, me sentía más viva que nunca, incluso podría decir que feliz. Porque al final lograría lo que quise desde siempre, entonces aprovecharía cada día como si fuera el último. La terapia me ayudó mucho a no extrañar tanto a mi tía y a superar su muerte, sin embargo el vacío y dolor seguía latente ahí, en mi pecho y ahora afectado corazón. Me costaba respirar, pero podía hacerlo, me cansaba muy rápido de cosas pequeñas como caminar por mucho tiempo. Pero no me dolía nada por suerte, además de darme taquicardia, no pasaba a mayores. Simplemente un día mi corazón dejaría de funcionar, ya que el ventrículo izquierdo es el que está haciendo el trabajo de ambos. El doctor que llevó mi caso me explicó a fondo, algo como que el ventrículo que se dañó es el derecho, el encargado de la circulación pulmonar. Por eso me cuesta respirar, entendía mejor mi situación. Pero me sentía motivada y muy enérgica, lejos de sentir miedo porque moriría pronto me sentía contenta. Sé que da un poco de temor el no saber qué sucederá, a donde iré. Pero me gustó siempre la divina comedia de Dante  Alighieri y el como explicaba el tema de los reinos, también me gustaba creer en la reencarnación. Así que para mí, todo sonaba mejor que seguir aquí. Había escrito mi lista de deseos, la hice en un cartel mediano y con muchos colores. La gran mayoría era viajes. Quería viajar y conocer nuevas culturas, tradiciones y lugares. Desde niña quería viajar por todo el mundo, hacerme un tatuaje con el mapamundi y llenar de color cada país conocido. Incluso uno de mis planes con mi tía era eso, el próximo año nos iríamos a una isla de Tailandia. Ahora claramente lo haría sola en honor a ella. Había renunciado formalmente a mi trabajo en la editorial, a pesar de que el señor Brown se disculpó conmigo por el “rumor” de que sería despedida, pero alegó que era mentira y que no iba a hacerlo. Sin embargo sabía que era cierto, luego de que todos se enteraran de los sucesos, muchos me enviaron tarjetas y obsequios, los blogs de la ciudad empezaron a hablar del hecho y recibía constantes invitaciones para entrevistas, de igual manera acepté publicar mi libro con la editorial Brown. Así que aprovecharía terminar de cumplir mi sueño, antes de partir finalmente. Estaba en mi antigua oficina recogiendo mis cosas, guardé las pocas cosas que había traído de mi departamento para decorar mi espacio de trabajo. Además de guardar todos mis escritos del computador en una memoria, le devolví la del señor Brown con los trabajos realizados, los había terminado hace poco tiempo, pero decidí hacerlo. Al ver el portarretratos con esa fotografía tan bonita donde salíamos mi tía y yo juntas, haciendo muecas con nuestra cara, fue inevitable que una lágrima no bajará por mi mejilla. La limpie inmediatamente para evitar arruinar mi maquillaje, lucía esplendida, le sacaría provecho a mi buena presencia para vestirme, arreglar mi cabello, ser quien siempre quise ser. —¿Lucy?—llamó una voz que no escuchaba hace mucho tiempo. —¿Eric? ¿Qué haces aquí?—respondí girándome hacía él, su boca formo un o cuando me vio, recorrió mi cuerpo de arriba abajo, sí idiota, me cambie el look y me vestí con ropa sexy. —Estás…increíble—artículo y podía jurar que se le estaba saliendo la baba.—, ¿Cómo has estado? —Repito mi pregunta, ¿Qué haces aquí?—respondí tajante, cruzándome de brazos. —Amor, volví por ti—respondió y lo miré sorprendida, no podía creer su descaro. Mi tía siempre me lo dijo, él me engañaba y yo creyendo que estaba de viaje. Solté una risotada. —Espera, ¿Qué tu qué?—pregunté conteniendo la risa—, Ya no soy tú amor, de hecho creo que nunca lo fui. ¿Verdad? —No digas eso, sé que fui un idiota…—comenzó a decir, pero sabía por dónde iba su sermón así que lo corté. —No, no solo fuiste un idiota, fuiste un completo imbécil. Y sabes qué, ya me di cuenta que todo lo que me decían mi tía y Sam era cierto. No vales la pena, eres un mujeriego y un cualquiera. Y hombres como tú hay por montón, así que aléjate de mí.—sentencie con mi dedo. —No nos hagas esto, los dos hemos superado tantas cosas…sabes bien que nos amamos—dijo tomándome de la cintura y acercándome a él—, ¿Acaso no me extrañas?—preguntó presionándome hacía él. —¡No, Eric! ¡Fuera de aquí o llamaré a seguridad!—respondí y lejos de alejarse de mí, me besó a la fuerza, me separé rápidamente y lo empuje—, ¡Vete animal! —Espero que no te arrepientas de esto, porque tú me perteneces, Lucy—dijo para luego irse tan rápido como entró.  Suspire con cansancio y terminé de recoger todo, debía salir inmediatamente de aquí. Eric enloqueció y no sabría cómo tomarme su última palabra, “me perteneces, Lucy”. ¿Por qué los hombres eran tan cínicos? Me terminó por otra, justo el día que me intente quitar la vida, ¿Y ahora venía a buscarme? ¿Y fingir que seguíamos juntos? Bah, hombres raros. Salí cargando mi caja con mis pertenencias, me despedí de todos y de mi lugar favorito. Me daba un poco de pena, dejar todo aquello. Pero aun así sabía que merecía ser ocupado por alguien más, mi puesto claro. Llegue a casa y deje la caja encima de la barra de la cocina, me percate que tenía correspondencia, muchos sobres debajo de mi puerta. ¿Acaso no se cansan? Todos los días recibo cartas de personas que intentan motivarme, como si no supieran que igual moriré. Que no importa lo mucho que me motiven, porque no tiene sentido. Sin embargo agradecía y trataba de responderles con postales y un “Gracias por tus palabras, bendiciones”. Suspire con cansancio, pero al menos podría aprovechar el tiempo. Recibía donaciones de dinero, por más raro que fuese. Personas me enviaban sobres con dinero para contribuir a mis deudas y cumplir mis deseos, también habían aerolíneas que me ofrecían boletos gratis. ¿Acaso la noticia se regó tanto? No podía creerlo, sin embargo me gustaría usar esa fama para lograr cosas positivas y sabría que me serviría para dos de mis deseos. Y lo haría, porque si el impacto de mis hechos, servían para lograr conseguir cosas positivas lo haría. Tenía dos deseos que ameritaban mucha ayuda y sabría que la tendría, lo cual me ponía aun más contenta.  Me tire en mi sofá mientras encendía la tv y escogía una película en Netflix, el timbre sonó y realmente me daba miedo que fuera Eric. Me coloque de pie como un resorte e intente mirar por debajo de la puerta, coloque los seguros y la cadena que permitía entreabrir la puerta. —¿Quién es?—pregunté primeramente. —Soy Ron, Ron Maxwell. No me conoces, pero tengo una propuesta hacerte—respondió    —No compro nada de dudosa procedencia, tampoco estoy loca o necesito motivación. Ya han venido muchos, gracias en serio, pero no lo necesitó estoy bien—respondí cerrando la puerta, pero lo evitó colocando su pie, mientras se reía. —No, no, espera, Lucy—pidió y me detuve—, Soy un reportero, no quiero entrevistarte ni nada por el estilo, tranquila—avisó. —¿Entonces qué quieres? No doy primicias de “mi lista de deseos antes de morir”—respondí tajante. —Tengo ideas mucho más grandes que buscar algo tan pequeño—se defendió—, Te propongo algo, déjame entrar y te mostraré mi propuesta. —Eres un desconocido, ¿Acaso perdiste la cabeza? no te dejare entrar a mi casa—respondí cerrando la puerta. —Sólo cinco minutos—pidió nuevamente, cansada de discutir acepte, busque en la habitación de mi tía un bate de hierro que guardábamos según para defendernos en caso de que entrarán ladrones. —Tienes dos minutos, te advierto que estoy armada—respondí dejándolo pasar, se rio entrando.—, Toma asiento. Entró a paso lento y caminó detrás de mí, le dije donde sentarse y así lo hizo. Era un chico joven muy guapo a decir verdad, usaba gafas y se peinaba de lado. Lo cual me causo gracia, parecía esos nerds sexys de internet. —Me presento, soy…—intentó hablar, pero rodee mis ojos. —Ron Maxwell, ya lo dijiste—respondí. —Bien, quiero proponerte algo—respondió ansioso—, Soy reportero para una revista nacional, claro que me enviaron a conseguir una primicia contigo, ya que todos están a la espera de tu lista de deseos. —¿Y?—lo incité a que continuará. —Eso es algo totalmente básico, quiero algo más profundo—respondió—, Así que se me ocurre hacer un documental, mini serie o cortometraje como gustes llamarlo, sobre ti. Antes, durante y después de tu muerte—habló, me gustó que no fuera tabú el tema de mi muerte  o me lo dijera con lástima o lamentos como todos. —¿Qué ganaría con eso? ¿Dejar evidencia que existí?—respondí. —Podrías ser un ejemplo a seguir, claro por suicidas—divirtió—, Eh bueno hablando serio, creo que sería un gran aporte. Además que nos haríamos socios, las ganancias de lo que logre con el video será para los dos. Claro que cuando fallezcas quedaría a tu familia. ¿No te gustaría dejarles una especie de herencia?—preguntó convincente. —Me gusta que no te refieres a “mi muerte” como algo trágico o con lástima, lo haces como lo que es—respondí—, Bien acepto, hagámoslo.
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