Ijov mira su auto sucio por el bache que tuvo que pasar.
—Las carreteras son un maldito asco. —dice pateando la llanta de su Bugatti Chiron Super Sport 300. El de seguridad se acerca.
—¿Necesita algo, señor Lynx? —pregunta temeroso el hombre.
—Quiero ver mi auto impecable cuando baje para ir a reunirme con los rusos. —dice enojado y el hombre asiente tomando las llaves del auto de su jefe, llamaría a un compañía de limpieza de autos a domicilio para que hicieran bien su trabajo. Ijov sube al elevador para ir directo a su oficina, como habíamos predicho su día se habia convertido en un día de mierda, primero despertó con el sol en sus ojos, luego el dolor de cabeza por la resaca y ahora su auto más sucio que la misma tierra. Odia al mundo, en ese momento los odia a todos. Entra a su oficina y al menos eso sí está impecable como a él le gusta. Debe darle un bono a Efrain porque se ha esmerado por la pulcritud de su espacio personal. Verificó el baño y tenía un aroma único a flores. Sonrió satisfecho, ese aroma lo calma, le llena energía. Se quita su chaqueta para llamar a Maritza.
—Buenos días señor Linx, ¿Quiere que le lea su agenda? —Ijov niega.
—No, solo quiero un café espresso sin azúcar.—ordena.
—Con razón vive tan amargado. —susurra Maritza dando media vuelta para buscar el encargo de su jefe.
—¿Dijiste algo? —pregunta deteniendo los pasos de la mujer de 32 años que voltea a verle con una sonrisa de niña buena.
—Nada señor, solo dije que volvería enseguida. —miente saliendo casi corriendo de la oficina del hombre que le lanza cuchillos con la mirada.
—Ijov enciende su computador para comenzar sus labores del día, de solo pensar en todo lo que tiene para ese día se pone de mucho más malumorado. Nadie en esa empresa podía hacer la mitad de las cosas que él hace, a veces se pregunta porque no los bota a todos y se hace de personal nuevo y capacitado, bueno podía prescindir de todos menos de Efrian que de un tiempo para acá le deja su oficina como a él le gusta, además de dejarle ese aromas que le llena de nuevas energias.
Maritza entra casi corriendo, su caminar era algo torpe pero no quiere que su jefe se enfade con ella pues es el sustento de su familia, ella es madre soltera, tiene dos hijos de 12 y 9 años de edad a los que aún tiene que mantener porque su padre brilla por su ausencia.
—Aquí tie… —detiene su palabra al enredarse con sus pies y tirar el caliente líquido sobre su jefe salpicando la impecable oficina. Ijov hizo acto de toda su paciencia, esta tenía un límite pero por ese día había llegado a su tope, su reserva.
—Demás está decir que quedas despedida.—grita dando un puño en su escritorio. Maritza sintió como sus lágrimas querían manifestarse, pues ella necesitaba el empleo.
—Perdóneme señor, tomó una servilleta y comenzó a secarlo de rodillas donde se encontraba pues nadie la ayudó a levantarse y su falda era algo incómoda para lograrlo a duras penas.
—No, no te quiero ver por el resto de mi vida. —grita Ijov quitando las manos de la mujer de su pantalon.
—Por favor, jefe, yo hago lo que sea, yo puedo hacer otra cosa, pero no me quite el sustento de mis hijos. —súplica humillándose ante su jefe.
—Por el momento llama Efrain que venga a limpiar este desastre, voy a llamar a Greise para que te haga tu liquidación como secretaria de presidencia. —explica más calmado.
—Por favor, señor, ¿que desea que haga para que yo pueda mantener mi puesto? ¿Le beso los pies? Si eso es lo que deseo yo …
—Calla mujer, ya. Está bien, pero la próxima que hagas te vas derecho a tu casa. Ahora ve y llama a Efraín, necesito que mi oficina vuelva a oler a limpio. —Maritza asiente.
—De hecho, a quién tengo que llamar es a Ishla, ella es la que se encarga de su oficina desde hace dos semanas. —responde Maritza poniéndose de pie.
—¿Quién?—pregunta con su ceño fruncido.
—Ishla, la nueva ayudante de Efrain, enseguida la llamó, no debe estar muy lejos. —Maritza sale de la oficina a paso rápido, le convenía que Ishla llegue pronto antes que a su jefe le de con volver a enviarla a recursos humanos por su liquidación.
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Ishla recibe la orden de su jefe para ir a presidencia. Le extrañó que la llamaran pues ella ya lo había limpiado. Cuando el elevador abrió sus puertas y Maritza vio el carrito de limpieza que Ishla utilizaba corrió hasta la joven mujer para que agilice su paso.
—Corre, el señor está de un humor de perros, espero que puedas quitar la mancha de café de la alfombra, ya sabes como es. —Ishla asiente, toca la puerta de la oficina, sería la primera vez que se encontraría con el señor cascarrabias, como ella le dice por las referencias de todos los empleados.
Escuchó una voz profunda confirma su entrada y fue entonces que se adentro a la oficina donde inmediatamente chocó con ese aroma a corteza de árbol, no podía distinguir qué árbol era pero era uno divino. Arregló sus espejuelos y bajó su mirada ante la insistente mirada del imponente magnate Ijov Lynx.
Ijov la observó desde su lugar. Ella tenía un aura único, perfecto. Buscó su mirada pero no la encontró, pues como una buena sumisa había doblegado su alma ante su amo. Miró su atuendo comprendiendo que ella tan solo era la chica del aseo, una sin importancia.
—Buenos días, ¿Me … me mandó a llamar? —pregunta nerviosa, su voz era suave pero contundente, Ijov en ese momento encontró su mirada causándole intriga y al mismo tiempo un deseo inexplicable ya que es todo lo contrario al ejemplo de mujer con el que estaría poseer.
—Sí, ven a limpiar el maldito desastre que causó la inepta de Maritza. —exige volviendo a recordar que está molesto por todo lo que le ha pasado durante el día.
Ishla se acerca con sus útiles de limpieza, se pone de rodillas para comenzar a sepultar la mancha de café. Ijov se levanta de su lugar para caminar alrededor de la chica quien no se da cuenta que su jefe la mira con detenimiento, observando cada movimiento, gesto, sonido causado por el esfuerzo, hilachas de cabello castaño caen sobre su rostro, su uniforme de conserje la hace ver más sexy, su piel de porcelana. Ijov sintió como su polla comenzaba a endurecerse en sus pantalones. ¿Qué demonios le pasa con esa chiquilla?
Se dio una cachetada mental pues era obvio que era una chica no mayor de veintidós años, él ya está por sus amados treinta. Volvió a su escritorio, pero los gruñidos de Ishla no lo dejaban concentrarse, necesitaba esos jadeos en su cama mezclados con la añoranza de hundirse en ella. Debía estar loco para desear a una chiquilla. De momento esta se pone de pie con una gran sonrisa.
—Listo, señor Linx. —dice acomodándose los mechones de cabello que salieron de su recogido. La escena a Ijov le pareció tan sucia y al mismo tiempo muy sensual que deseo quitarle el mameluco. Se puso de pie cuando su aroma llegó a él. Ese aroma que lo tranquiliza.
—Ese olor. —comenta caminando hasta Ishla. Esta arquea su ceja.
—¿Cuál?— pregunta confundida. Ijov olfatea hasta llegar a la mujer.
—¿Es tu perfume?—Ishla niega.
—No, es un aromatizante hecho por mí a base de plantas. —explica orgullosa. Ijov la observa perplejo.
—Cuéntame más de ti. —pide sin pensar, está embelesado. Su voz, sencillez, su belleza, sí, porque a pesar de sus espejuelos tiene una belleza única.
—Yo… —Ishla baja la mirada, la de su jefe es muy profunda. Sus ojos negros como la noche son tenebrosos—. Yo no se que quiera saber. —termina de hablar temblando como un cervatillo. Ijov se da cuenta de su inapropiada pregunta saliendo del embrujo que le causa.
—Vete, sal de mi vista. —escupe volviendo en sí. ¿Qué demonios fue eso? El no se puede permitir que una simple empleaducha cause cosas inapropiadas de él.
Ishla sale sin pensárselo dos veces, ese hombre no grita, el ladra como un perro bravo que solo te avisa que te va a morder si no actúas de inmediato.