Seis meses antes
San Francisco, California
—¡Maldición! —suelta Ijov al abrir los ojos y quedar ciego por la luz del sol—. ¡¿Quién demonios abrió la maldita cortina?! —grita enfadado. Sonia, la señora del servicio abre la puerta de golpe, busca la manera de cerrar las cortinas que cubren los enormes ventanales de la habitación de su jefe.
—Dis… dis… disculpe señor. —dice una vez que los ventanales están cubiertos por una enorme tela negra.
—Sonia, que no vuelva a pasar. —escupe enojado.
—No volverá a pasar, señor Lynx. —La mujer sale recordando que no había podido cerrar las cortinas porque el señor estaba encerrado en su habitación con una de sus tantas amantes, si su novia Collette imaginará los cachos que luce con orgullo de seguro ya hubiera mandado al más alla.
Ijov abre sus ojos para mirar al techo—. No vuelvo a beber. —sonríe travieso al recordar la rubia que tuvo en su cama la noche anterior. Salió de su confortable cama para ir a su empresa. Es un hombre muy ocupado que solo se desocupa si se trata de un buen revolcón. Un buen sexo no se le niega a nadie.
El día no había empezado con el pie derecho pues entre la resaca y su mal humor por despertar más temprano que de costumbre augura un mal día. Se levantó para comenzar su ajetreado día, su agenda estaba cargada, esa tarde tenía que encontrarse con los rusos y en la noche se encontraría con un amigo que llegó a San Francisco de visita.
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Bip, bip, bip … —Ishla tira el brazo hacia la mesa de noche donde se encuentra el terrible y ochentoso reloj despertador.
—No quiero levantarme aún. —dice haciendo un puchero como niña pequeña.
Ella es la menor de tres hermanas, la mayor es Emmie de 30 años, la mediana es Zuleika de 25 y ella apenas la semana pasada acababa de cumplir los 21 años. Sus hermanas, ambas casadas y con hijos. Ella es la única que queda en casa de sus padres. Su madre, retirada de los comedores escolares, con una pensión muy baja para el costo de vida de California y su padre es el asistente de limpieza de la comandancia de la ciudad. Llevaban una vida humilde pero en sus tiempos de gloria habían podido comprar su propia casa, ya están algo mayor y cansados. La vida no ha sido justa con ellos pero aún así siguen sonriendo y mostrando a sus hijas que los sueños siempre se pueden alcanzar.
—¡Ishla despierta, que tienes que ir a trabajar! —Le grita su madre desde la puerta. Ishla aunque no es que le encante la idea, se levanta a regañadientes. Ama su cama, es un amor incomprendido, pero el deber le llama.
Ella estudia y trabaja en una empresa como asistente de limpieza, se le hizo fácil conseguir un empleo como asistente de conserje, pues de pequeña su padre se la llevaba a su trabajo y está allí lo ayudaba, ella no es como otras chicas, para su diario y la universidad usa ropa holgada, faldas y pantalones al menos dos tallas mayores a las de ella, para el trabajo usa mamelucos de caballeros, recoge su cabello y usa sus espejuelos pues sin ellos no ve ni un ápice.
Con movimientos pausados se puso el uniforme que le dieron en la nueva compañía en la que empezó hace menos de dos semanas y salió de su habitación encontrando a su madre con su desayuno y almuerzo empacado.
—Gracias mami. —le da un beso en la mejilla.
—Que lo aproveche, mi niña hermosa. —Ishla salió de su casa con energías repuestas, luego de trabajar le toca ir a estudiar.
Estudia ingeniería en electrónica, es muy buena en eso, le gusta todo lo que es la tecnología, videojuegos, computadores, aplicaciones, entre otros. Sube al autobús, siempre toma asiento al principio, aunque se tarda una hora en llegar a su trabajo ir en los últimos lugares no es buena opción.
—Mira no más, pero qué gusto encontrarme con la dueña de mis pensamientos. —Ishla blanquea sus ojos al escuchar la voz del hombre.
—Por amor al padre, tan bien que iba mi día. —dice sin disimular su molestia, Joseph fue en su momento un buen amigo, pero desde que le confeso su interes se convirtio en una la lapa, un chicle pegado en la carretera al medio día, un pegoste y ella no es de esas que le gusta que estén encima de ella todo el tiempo. Es más, si por ella fuera solo hablaba por w******p y harían cositas prohibidas de la misma manera.
—Joseph, hoy no por favor. —pide poniendo su almuerzo sobre el sillón que podría ocupar fácilmente el hombre de 25 años. Joseph aún así toma asiento pasando su brazo por los hombros de Ishla quien se queja quitándonos de inmediato.
—¿Vas a trabajar? —Ishla asiente mirando a la calle.
—Porque no te casas conmigo, yo trabajo por ti y por mi, por nosotros. Sabes que siempre he estado enamorado de ti. —comenta haciendo que Ishla abra grande los ojos, ni muerta se casaba con un hombre como él, no es que Joseph no sea apuesto, pero su amor excesivo la agobia, no duraría mucho.
—Jos, tú sabes que no eres mi tipo, somos muy diferentes. —explica pausada—. No quiero que te sientas mal pero no estoy buscando marido para que me mantenga, para eso trabajo y estudio, para no depender de ningún idiota que piense que me puede amarrar a la casa. —concluye sonriendo como una niña buena. Ishla es una nerds en todo los sentidos, su vida se compone de trabajar y sus videojuegos, si no está pegada a su computador buscando que inventar para ayudar a la sociedad con su ciencia.
—Por Dios mujer, es la sexta vez que te lo propongo y siempre me das una excusa diferente. —escupe malhumorado haciendo que Ishla arquee las cejas.
—Si ya sabes mi respuesta para que vuelves a hacer la misma pregunta. —el hombre chasqueó su lengua.
Ishla aprieta el botón que avisa al chófer que un pasajero va a bajar y en cuanto llega a la parada se baja, mira su reloj si avanza podrá llegar en veinte minutos al trabajo, prefiere caminar a seguir aguantando la palabrería barata de Joseph. Caminaba a toda prisa cuando un auto infernal pasó rápido levantando el agua contenida en la carretera, empapandola completamente. Eso solo le pasa a ella. Limpia su cara con sus manos.
—Es un mal nacido. —grita al ver que sigue como si nada. —El engendro del mal ni se detuvo para bien si estaba bien. —murmura echa una fiera.
Llega a la empresa hecha un asco, baja directamente a la cobacha donde da gracias a Dios porque Efrain su supervisor no ha llegado y puede cambiarse tranquila. Allí solo trabajan ellos dos, Enfrían toma los trabajos más pesados y ella se encarga de lo liviano.
Una vez lista toma sus útiles de limpieza para comenzar a limpiar las oficinas. Por suerte el presidente de la compañía es el último que llega, pero no por eso es la última oficina que hace, trata siempre de empezar por esa. Las malas lenguas dicen que es un hombre muy malhumorado. Ella aún no lo conoce pero con lo que le han contado le basta para no desear conocerlo.
—Hola Maritza, buen día, ¿El cascarrabias aún no llega? —Maritza niega.
—No, aun el jefe no llega. —Ishla asiente y entra a la oficina para comenzar a limpiarla, tenía entendido que a Ijov Lynx le gusta tener su oficina impecable antes de que llegue.
Ishla limpia cuidadosamente el escritorio viendo una foto nueva sobre este. Toma la foto viendo al hombre más apuesto que haya visto jamás con una castaña igualmente hermosa. Suspira sabiendo que ese hombre sería el sueño de cualquier mujer y que ella está muy distante a parecer a la hermosa castaña que lo acompaña. Devuelve la foto a su lugar y termina de limpiar para salir de allí antes que llegue el dueño de la compañía.