Capitulo 4 Rayo de esperanza.

1561 Words
Isabel. . . . No podía ser cierto, esto tenía que ser una maldita pesadilla de la cuál quería despertar, porque existiendo tantos hombres tenía que ser él mi prometido. La persona que más me odia en esta vida. Al terminar el anuncio de cuándo sería la boda casi me desmayo, ¿para qué quería casarse tan rápido? ¿Quería hacerme la vida más miserable lo antes posible?. Después del anuncio del compromiso, él me deja sola, lo cual agradecí, me escabullí de la prensa y me fui a casa, le avisé a papá que necesitaba descansar. Pero en realidad lo que quería era estar sola, llorar, maldecir y romper cosas, hasta pensé en huir. Dániel me odiaba, yo lo odiaba, este matrimonio no iba a terminar nada bien, creo que vamos a terminar matándonos, no íbamos a durar ni siquiera un año, muertos divorciados o separados. Adiós a todas mis espectativas de enamorarme de mí prometido, ese tipo era un patán egocéntrica idiota, y ni mencionar mujeriego, si tan solo él hubiera seguido siendo ese niño bueno comprensivo y amable, que un día conocí y me enamoré, porque antes de que Dániel se convierta en lo que hoy se convirtió, antes de que cambie lo amaba, me hacía tan feliz, me hacía sentir tan especial, cuando mamá murió se comportó tan comprensivo, estuvo conmigo, se quedó en casa haciéndome compañía, cuidándome. Pero este Dániel no era ese Dániel, este era su gemelo malvado, ni rastros había quedado de él. Así pasé la noche, rompiéndome la cabeza y pensando en cómo sería mí matrimonio, y llegué a la conclusión que un verdadero infierno. A la madrugada por fin me venció el sueño y pude dormir. A la mañana desperté con un fuerte dolor de cabeza de tanto llorar, seguro estaba hecha un desastre, al no ser día laboral podía descansar un rato más. Por lo general no lo hacía, pero me sentía muy triste y deprimida como para levantarme y afrontar mí realidad. Mí celular no dejaba de sonar, seguro mis conocidos no entendían este anuncio tan repentino sobre todo cuando Dániel estaba ya en una relación. ¡Oh por Dios me olvidé completamente de Yesica!. Seguro va a querer matarme. Con temblor miro mí celular y efectivamente aparecen muchos mensajes de amigos y conocidos y otros de enemigos, y varios obviamente de ella. —Te voy a matar zorra, más te vale que canceles esa boda. Dániel es mío, me escuchaste mí - o. Cómo si eso fuera posible, no dependía de mí, eso era justamente lo que quería hacer, cancelar la boda. Si sólo pudiera hablar con mí padre, y plantearle la situación, quizás si le explico y le ruego puedo anular está idea tan descabellada. Él no sabe como Dániel se ha comportado últimamente conmigo, se quedó con los buenos amigos que éramos, siempre me pregunta por él, y repite lo buen niño que es, si supiera. Un rayo de luz se asoma en mí vida, mí padre siempre ha sido comprensivo conmigo, quizás si le pido esto ceda. Son casi el mediodía, quizás ya esté en la casa, los fines de semana temprano va al club a jugar golf. Me cambio de ropa y bajo a la sala buscándolo pero no hay nadie, me dirijo a la cocina donde seguro se encuentra Juana e Ingrid, la última es la encargada de la cocina. —Buenas tarde —saluda Juana en cuanto me ve —, parece que a la niña se le pegaron las sábanas —bromea. Juana es quien se ha hecho responsable de mí desde que mamá murió, ayudó a papá a criarme, siempre fue como una madre conmigo, me cuido y dio muchos consejos. —Te estábamos esperando para que nos cuentes las noticias —comenta Ingrid, y Juana la asesina con la mirada, pero a ella no le importa y continúa —, tu compromiso está por todas las noticias, r************* , quién iba a creer que te ibas a comprometer. Con ellas hablo mucho, siempre y cuando no esté papá, dice que no es correcto tener mucho trato con los empleados, aunque sé que es mentira él tiene buena relación con todos las personas que trabajan tanto en esta casa como en la empresa. Juana es la única que sabe lo imbécil que se porta Dániel conmigo. —Vaya que sorpresa verdad —digo sin ganas. —Lo bueno es que es muy guapo, no será difícil enamorarte —suelta Ingrid sirviéndome el desayuno, estoy en la cocina, como hacía siempre que papá no estaba. —¡Ingrid! —la reprende Juana ante su comentario. —Lo que tiene de lindo lo tiene de idiota —suelto con malestar sin darle importancia a las reprimendas de Juana, ella siempre cuida y guardar la compostura, no sola la mía sino también de Ingrid. —Aaa entonces es un grandísimo idiota —remata Ingrid y largamos una carcajada. —Basta las dos —sentencia Juana señalando con un dedo. —¿Y papá? —pregunto cuando para de reír. —Se fue al club, dijo que venía a la tarde —y yo que quería hablar con él. . . La tarde me la paso estudiando, tenía muchos mensajes que responder pero no quería hacerlo, no sin antes hablar con papá, y acabar con este ridículo arreglo. Había un rayo de esperanza. En cuanto sentí que papá llegó, corrí escaleras abajo, él ya estaba en su despacho leyendo algunas cosas. —Hola cómo te fue —entré con una sonrisa al lugar y cierro la puerta cuando ingreso. —Bien, solo un montón de viejos hablando tonterías —me miró confundido —. Tú como estás, anoche parecía que te querías tirar por un puente. Y ahora, ¿esa sonrisa? —dice dudoso. —Papá, estuve pensando mucho y quiero romper mí compromiso, no quiero casarme con él, si hubiese sido cualquier otra persona no me importaría, lo hubiese aceptado pero no me quiero casarme con Dániel. —No puedo creer lo que me decis, siempre se llevaron bien, son amigos —mi padre tiene una cara de confusión terrible. —No papá, no es así, Dániel me odia, me hace la vida imposible. No puedo casarme con él. Hace mucho tiempo que dejamos de llevarnos bien —le explico mis porqués. —Pero eran amigos —declara confundido. —Tu bien lo dijiste, éramos, pero eso sucedió hace mucho tiempo, ahora nos despreciamos. —Pero tu compromiso lo hice a base a tus elecciones, me dijiste que él te gustaba. —Papa, ¡eso fue hace nueve años! —declaro frustrada. —Lo siento hija, este matrimonio se llevará a cabo —sentencia. —Papá por favor te lo ruego —mis ojos se estan llenando de lágrimas —, qué tengo que hacer para no casarme. —Hija —se acercó a mí y me agarra de los hombros —, estoy seguro que una vez que te cases descubrirás lo buen hombre que él es, vi como te miraba anoche, él te amo —si supiera que es buen actor, de los ojos de Dániel sólo salían miradas de odio. ¿Cómo podía dejarme en las manos de este depredador? Qué lo único que le interesaba era sus propios caprichos. —Papá, te aseguro que él no me ama, es más Dániel me odia —trato de hacerlo entrar en razón. —Lo siento —me suelta de los hombros y camina hasta su escritorio—, ya di mí palabra, y esa boda se llevará a cabo cueste lo que cueste. —Por favor papá —suplico llorando —, no quiero casarme. —Solo tienes dos opciones, la primera que Dániel rompa el compromiso, cosa que no creo, y la segunda cosa que puedes hacer es casarte, y con el tiempo divorciarte. Pero te aseguro que una vez que te cases no vas a querer irte de su lado —el saber que puedo divorciarme siento que me quito un gran peso de encima, solo será un tiempo, después estaré libre de nuevo para hacer lo que quiero —. No me alegra esa idea hija, porque quiero que seas feliz. Quiero que estés cuidada cuando yo me vaya de este mundo. —No digas eso por favor, vas a vivir muchos años y hasta jugarás con tus nietos —me acerco a él y lo abrazo, cuando me separo él me dio una sonrisa triste pero asintió. —Cuando tenía tu edad —dice apartándose de mí —, mis padres también habían arreglado mí matrimonio, y yo no me quería casar, rogué e implore cancelar esa boda, pero ellos aseguraron que era lo mejor para mí, y no se equivocaron tu madre resultó una excelente mujer, esposa y madre, y sobre todo la amé con locura, ellos hicieron una excelente elección, y estoy seguro que lo mismo sucederá con vos, quizás hoy no lo ames pero con el tiempo lo vas hacer —quiero asegurarle que eso nunca pasará, pero me dice esas palabras con tantas esperanzas que no quiero romperlas. Ahora solo me tocaba hablar con Dániel, después de todo dependía de él, y por los sentimientos que él tiene hacía mí, estoy segura que le hará feliz la noticia, de romper nuestro compromiso. .
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