Valiente

1049 Words
  Limpio el mostrador con un trozo de tela, tras servir una jarra de cerveza a George, el herrero del pueblo, quien es nuestro cliente habitual tras la muerte de su esposa. El local tiene pocos clientes, como de costumbre y hoy, para la hora de la cena, el público es menos concurrido de lo usual. –¿Qué tal te fue hoy, George? – le pregunto para hacer algo de ambiente. –No muy bien, Ally – me dice con voz queda tras darse un trago largo – la mayoría de los soldados van a reparar sus espadas Riverside, por lo que solo estoy trabajando pequeños trabajos a los que viven aquí. Asiento con la cabeza para expresar mi pesar, yo misma sé lo que es tener que vivir el día a día, con la comida medida y la inseguridad de no producir lo suficiente para poder subsistir. Me siento a descansar, impaciente porque no hay clientes y cuando la puerta se abre, me levanto de un respingo pensando que puede ser algún comensal hambriento en busca de cena, pero para mi sorpresa, se trata de James Thompson. Su simple presencia es capaz de llenar el espacio de un silencio atemorizado. Camina como si fuera dueño del lugar y se acerca al mostrador donde lo aguardo con cara seria. –Lord Thompson, buenas noches – le saludo conteniendo toda la animadversión que siento por él. –Señorita Green, como siempre se encuentra usted encantadora – su comentario no me hace ninguna gracia y mucho menos su sonrisa malévola, por lo que me quedo en silencio, esperando que sea él quien hable – Estoy por aquí para tomar una jarra de su deliciosa cerveza y para recordarle que le queda solamente un plazo de veinte días para hacer el pago de la deuda que tenemos, de lo contrario, tendrá que cumplir con el acuerdo que su padre firmó. Le sirvo la cerveza conteniendo todas las emociones que bullen dentro de mí, y cuando él se sienta en la mesa a degustarla, relamiéndose como un felino, lo contemplo con odio. Es un viejo decrépito de cuarenta y tantos años, calvo y con mirada gatuna. Tiene tés clara, pero demacrada por la vida dura que ha llevado. Es un hombre de autoridad, que se ha ganado el temor y respeto a pulso, porque aquellos que han querido engañarlo, no han vivido para contarlo. Siento que la ira y la impotencia crecen en partes iguales dentro de mí. Mi padre fue un hombre vicioso, que en su vida no logró más que montar este magno cuchitril, donde he tenido que trabajar desde que tengo uso de conciencia. Cuando cumplí diecinueve años, empezó a jugar mucho con los clientes que solían venir, se dejó llevar por las apuestas y para cuando quiso darse cuenta, estaba endeudado con James Thompson, el sujeto más peligroso de toda la zona, quien tiene fama de no olvidar una deuda. Para no perder la vida, mi padre acordó que le pagaría en cuotas durante varios años hasta poder saldar su deuda y que, de no poder hacerlo, me daría por esposa para saldar el pago. James lo aceptó pensando que él no lograría pagarlo, ansioso de hacerme su mujer. Y así, mi vida recibió una sentencia, porque las esperanzas de que mi padre pagara eran muy mínimas.   El valiente de mi padre, no obstante, a haberme vendido como a una vaca en un festival del campo, el día siguiente del negocio, se desapareció sin dejar el más mínimo rastro, dejándome sola, a cargo de un negocio quebrado, y otros acreedores cobrando en la puerta. Recuerdo ese día como si fuera ayer, y aún sigo dolida por la traición tan grande de mi progenitor. Sin embargo, cuando todos pensaban que me iba a hundir, que mi fin había llegado y que iba a terminar bajo las garras de ese mal nacido de Thompson, utilicé el dolor para convertirlo en odio y en vez de llorar en una esquina, saqué fuerzas desde el fondo de mi ser, para salir adelante. Empecé a darle calor a la posada como nunca antes y hasta ahora, no he fallado en ninguno de los pagos de acordados, hasta hoy… Decido ignorarlo y continuar sirviendo a los dos gatos que han entrado luego de él, rogando al cielo que lleguen más clientes para poder saldar la cuota que tiene mi cabeza.  Al regresar a la cocina tras dejar los platos que ordenaron los recién llegados, paso junto a Thompson quien tira de mi brazo con fuerza tomándome desprevenida. –Recuerda que te quedan dos días, preciosa, – ya sabes lo que tienes que hacer, si no consigues para pagarme – su mirada me recorre de arriba abajo, pero no me amedrento. –Suélteme, viejo bastardo – tiro fuerte de mi brazo para soltarme de su agarre – tendrá su dinero el día acordado y créame que, en caso de no conseguirlo, preferiría morirme, antes de entregarme a usted. Corro a la cocina para ocultarme de él, porque no soportaría que me viera llorando. No puedo darme el lujo de proyectarme como débil, o de lo contrario, acabaría conmigo como si fuera un buitre. La señora Crook deja el cuchillo con el cual cortaba los vegetales para el estofado y se acerca hasta mí. Estoy apoyada de la pared, secándome las lágrimas que caen por mi rostro de la rabia y a la vez de la impotencia. –Sh, sh, sh, no llores ya, mi niña – toma mi rostro en sus manos cálidas y yo me apoyo en su hombro para recibir su consuelo – ya verás que lo vamos a lograr, encontraremos la manera de pagarle a ese malvado, y saldar la deuda de una vez y por todas. Yo me dejo arrullar, porque ha sido la única figura materna que he tenido en toda mi vida. Ella ha estado conmigo desde siempre y es la única empleada en la posada que ha permanecido contra todo pronóstico, es prácticamente la única familia que me resta.   Me sorbo las lágrimas y me incorporo para ver su rostro regordete y lleno de arrugas. –No lo sé, señora Crook – y mi voz se quiebra en la última frase – no sé si lo lograremos esta vez.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD