Las luces del castillo alumbran la profunda oscuridad de la noche. Thomas parece estar familiarizado con el lugar, porque tiene una cara inexpresiva, propia de cuando está en público, según lo he estudiado, sin embargo, yo miro asombrada de la edificación puesto que nunca antes he estado aquí. –¿Qué te parece? – me pregunta él al verme estudiar con la mirada todo el lugar. –Grande. Demasiado grande – digo en voz baja, arrepentida de haberme dejado llevar de él y su idea de venir aquí, habiendo tantos lugares para celebrar la boda, no sé por qué tuvo que ser este el elegido. Hay una gran puerta de metal que da a la entrada. Está cerrada, por supuesto. Varios soldados y centinelas vigilan desde distintos puestos a lo largo de toda la fachada principal, la entrada del lugar. Thomas y yo no