Como el rey pidió, a las dos horas llegaron los lacayos con su servicio para darse una tina con la reina. Zurek y Aquilegia dormían una siesta pues este decidió descansar del viaje antes de comenzar con todo lo que tenía planeado para su reina. Una vez estaba todo listo en la tina, los despachó para despertar a su mujer.
Comenzó a dejar besos suaves por su cuello—. Aquilegia, despierta. —dice descubriendo su cuerpo para que le de un poco de frío. Sus pezones semi erguidos comenzaron a ponerse más puntiagudos y su piel se erizo por completo al sentir la brisa. A Zurek se le hizo la boca agua al verla. No entendía cómo podía desear tanto a esa mujer, cada minuto que pasaba junto a ella se lo hacía más adicto a ella.
—¿Por qué me despiertas? —pregunta con sus ojos aun cerrados. Sentía frío, sí, pero a ella le gustaba esa temperatura para dormir.
—Llegó el agua caliente para que nos demos un delicioso baño. — explica volviendo a besar su piel. Aquilegia asiente, pero este solo desea besar cada parte de ella. Sube sobre su cuerpo para comenzar dejando un casto beso en sus labios y seguir bajando hasta sus pechos que lo llaman como si fuera un infante hambriento. Zurek comenzó a succionar de sus pezones haciendo que Aquilegia comenzara a gemir. Se sintió pleno cuando una de sus manos bajó hasta sus pliegues sintiendo como esta comenzó a mojarse.
—Por Pal, eres tan deliciosa que es un privilegio tenerte siempre a mi disposición. No sabes cuantas veces he tenido que masturbarme en el parlamento o en las sesiones extraordinarias del reino por pensarte. —comenta Zurek sincero. Su reina lo tenía de manicomio. Tenía que hacer esas cosas bajo la mesa para poder terminar las reuniones importantes, pues sólo desea estar entre sus piernas.
Aquilegia no contestó nada sólo siguió gimiendo por las caricias provocadas por su esposo. Zurek la tomó en brazos para llevarla al cuarto de baño, allí quería escucharla gritar su nombre. Al estar ambos desnudos este entró junto a ella a la gran tina de madera, tomó asiento para acomodarla sobre él. Volvió a llevar sus pechos a su boca, se ha vuelto un obseso con ellos. Succiono con ansias de poder beber de ellos el alimento líquido que algún día brotarán de ellos. Aquilegia tira su cabeza hacia atrás dejándolos libres para complacer a su amante. Las manos de Zurek van a su cintura para sentirla más pegada a él.
Esa mujer lo va a volver loco. Quien dice que no puede tener una erección cada cinco minutos si entre el brebaje que le da Silvana y el erotico cuerpo de su reina lo tienen mal. Antes de conocer a Aquilegia si tenía erecciones, para ese entonces llamaba a alguna de sus doncellas para que le resolvieran, pero no al punto que le pasa con Aquilegia. Si no está cerca de ella sus pelotas duelen de tanta excitación.
—Ven, por Pal, mi reina, necesito tenerte ya. —dice este sentándola sobre el borde de la tina. Abre sus piernas y sonríe al ver sus jugos brotar en sus pliegues—. Eres una tentación de mujer. —dice en el momento que posa su boca sobre su botón de placer.
—¡Ah! ¡No pares, Zurek! —gime la mujer al sentir como este la estimula. Toma el cabello n***o de su esposo para guiarlo a sus partes mas sensibles. Zurek que estaba desesperado se aleja y sin más se posiciona para penetrarla fuerte.
—Eres de lo que no hay en el mundo, eres mía, sólo mía. —comienza a arremeter contra su coño apretado y jugoso. En el baño solo se escuchan los jadeos de placer de ambos. Aquilegia solo gemia mientras que Zurek le decía lo encantado que estaba al tenerla así de receptiva a pesar de no tener ningún brebaje en su cuerpo. Le complace saber que ella también lo desea, es un motivo más que suficiente para complacer sus deseos de volver a su tierra.
Terminaron con un gran grito de pasión. Cayeron nuevamente en el agua donde reposaban y comenzaron a tallar sus cuerpos para eliminar el sudor.
Una vez secos vuelven a la habitación donde Aquilegia opta por ponerse un albornoz de seda.
—Zurek se acerca a su reina para verla con detenimiento.
—No sé qué me da mas morbo, si tenerte completamente desnuda para mí o ver como tus pezones se ponen duros por el contacto de la tela. —comenta el hombre mirándola con hambre. Como si no hubiera pasado nada entre ellos hace algunos minutos.
—Zurek, ¿no crees que debemos descansar? —el hombre asiente, tenía planeado una semana para preñarla, una semana de puro sexo y placer.
—Quiero tener un heredero, dejame usar tu cuerpo todas las veces que desee para lograrlo. —Aquilegia lo mira aterrada, ella aún no está preparada para engendrar un hijo.
—No, aún no es tiempo de engendrar, quiero que me des mas tiempo, no ahora, no en un mes, dame un tiempo prudente para que pueda acostumbrarme a ti y a mi nueva realidad, por que aunque tú no lo veas no soy tu reina, si no tu esclava s****l. —aclara la morena firme y Zurek no sabe qué decir. No la va a obligar por ahora, le dará el tiempo que ella le está pidiendo.
—Está bien, esperaré por ti, voy a bajar para dar instrucciones a los guardias, así evitar pensar en poseerte otra vez, pero luego de la cena usted y yo tendremos una sesión poco inusual, pero si te gusta la podremos repetir siempre que lo desees. —Aquilegia se siente poco convencida, pero deberá complacerlo para que la lleve a ver a su gente. Zurek sale de su habitación directo hasta la cocina para informar a Silvana de su nueva decisión.
—Silvana, necesito que vuelvas a darle el anticonceptivo, la reina ha pedido tiempo para gestar y yo se lo voy a conceder. —explica el hombre y la mujer mayor asiente.
—Señor, voy a hacer lo que me pide, pero voy a bajar la dosis, está bebiendo muchos brebajes, puede que al final no puedan tener hijos y se convierta en una mujer insaciable. —comenta Silvana preocupada.
—Si es conmigo no tengo ningun problema, en cuanto lo del heredero es su deber, tiene que dármelo.—La mujer niega.
—Yo le recomiendo que se lo demos tres veces por semana. Ella ya ha consumido mucho, puede que cada 72 horas sea efectivo.
—¿Y si queda embarazada? No quiero obligarla. —Silvana niega.
—No lo hará, pero si pasara ella es su reina, la mujer encargada de regalarle su heredero. —concluye la mujer y Zurek le da la razón.
—Bien, hazlo como creas, solo no me falles, sabes lo que le pasó al último que lo hizo. —La mujer asiente repetidas veces.
—Claro señor, ya sabe que soy cumplida.
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Aquilegia ve cómo su esposo sale de la habitación y suspira tranquila, al menos la escuchó, ella necesita ese tiempo para demostrarle a Zurek que puede a confiar en ella, así podrá protegerlos, ha tenido mucho tiempo para pensar las cosas y hacerlas de manera eficiente, por el bien de Joskalia y de Uspavonka, lo poco que ha visto le da pesar, pues Zurek es un rey cruel con su propia gente. Ella hará muchas cosas a favor de su reino, luego verá que hace con el rey tirano.
A la hora de la cena Aquilegia bajó al comedor dónde encontró a Zurek hablando con una doncella.
—Amor, mi hermosa reina. —dice tomando su mano—. Ella es Zulema, nos acompañará esta noche en nuestra habitación. —explica guiñando un ojo a su esposa.
—Zurek yo no estoy … —Zurek detiene sus palabras.
—Recuerdas mi fantasía, piensa en tu pueblo. —susurra en su oído. Aquilegia no tuvo otra opción que asentir. Qué más da si tiene que compartir su cama con otra persona, solo le importa llegar a su pueblo—. Así me gusta.
Zulema comienza a servir los alimentos, ella se encargaría de alimentarlos y cumplir todas sus fantasías. Zurek toma la mano de su esposa.
—¿Deseas algo en especifico? —pregunta a su reina y esta niega ruborizada.
—No, yo no tengo ninguna fantasía con ninguna mujer. —Escupe algo molesta por la circunstancias, pero de nada le vale, él siempre se va a salir con la suya y ella tiene que acatar las órdenes de su marido, al menos para que su pueblo sobreviva a la miseria que es Zurek de Uspavonka.