Zulema se pone de rodilla para llevar el m*****o de su Zirek a su boca. Aquilegia comenzó a acariciar su cuerpo mientras escuchaba los gruñidos de Zurek. Zurek se voltea para mirar a su reina tocar su coño y busca otro de sus juguetes para hundirlo en ella. Se acerca para amasar sus senos desde atrás, apretando sus pezones. Le hace señas a Zulema para que se una en la cama. Zurek escucha gemir a su esposa. La empuja un poco para al frente, saca a Zulema y abre las nalgas de la reina. No sin antes ordenarle a Zulema que se pusiera debajo de su reina para que comiera y bebiera toda la pulpa de su reina.
—Disfruta mi reina, puedes hacerte adicta a esta sensación. —anuncia comenzando a entrar en su trasero con su gran v***a. Aquilegia blanqueo sus ojos arqueando su espalda.
—¡Ohh! —Zurek no soltó los pechos de su esposa. Los apretó como sentía que que su pene era apretado por su recto. Zulema lamía sus pliegues con esmero.
—Pal esto es divino. —vuelve a decir Zurek al sentirse completo en su interior.
Comenzó a moverse haciendo que el cuerpo de Aquilegia se sienta completamente satisfecho corriéndose una y otra vez sin parar en la boca de la chica que no paraba de chuparcy lamer su coño mientras Zurek entra y sale de ella como le viene en gana. Antes de que Zurek consiguiera su orgasmo llenando su trasero de su semen caliente Aquilegia había caído exhausta sobre el cuerpo de Zulema, quien gimió fuerte al correrse de tanto placer.
Una vez Zurek terminó, Aquilegia fue acostada en la cama aún sintiendo como brotaba por sus nalgas el semen de su marido.
—Puedes ir a la habitación que Silvana te preparó, si te necesito te mando a llamar. Mañana te informo que decidimos. —La joven mujer asintió y salió sin decir una sola palabra.
Zurek mira a Aquilegia semidormida.
—¿Qué decidiste? —pregunta Zurek, pero Aquilegia niega.
—Hablamos en el desayuno, ahora necesito dormir. —pide la chica y Zurek se siente contento, su esposa disfrutó de un trio.
Aquilegia despierta envuelta entre los brazos de su esposo, mira la luna que se deja ver por la ventana. Cerró sus ojos para recordar la noche que aún no había pasado. Tiene que reconocer que se ha vuelto adicta al sexo que su epsoso le da, esta segura que no hay amor entre ellos, pero si una fuerte atraccion que los hace disfrutar de un buen revolcón. Su corazón latió fuerte al pensar en todo lo que ha pasado.
—¿Qué me estás haciendo Zurek de Uspavonka? —susurra antes de volver a quedarse profundamente dormida.
Al día siguiente Zurek despertó a su esposa para que le diera la resolución, si le gustó invitaría a uno de sus hombres, el más fiel escogería con lupa, pues ninguno puede satisfacer a su mujer tanto como lo hace él. Acaricia su rostro.
—Mi reina, despierta, necesitamos hablar sobre …—calló al ver que su mujer se movía abriendo de a poco sus ojos.
—Déjame dormir. —dice entre despierta y dormida, para Zurek fue un acto hermoso de su mujer.
—Solo tienes que decirme si te gusto o no. —Aquilegia abre sus ojos por completo y enfrenta la mirada de su esposo. quien aún está desnudo.
—No se si me gusto o no, no sé si volvería a repartirlo, todo depende del momento, pero en algo estamos de acuerdo los dos, es que ella nos sirve de manera satisfactoria y al menos yo necesito una doncella que me ayude. —explica y Zurek se siente satisfecho.
—Estoy de acuerdo y que mejor que una que conozca cómo complacernos. Definitivamente nos quedaremos con ellas, no te molesta que la llevemos a Joskalia con nosotros. —A Aquilegia le brillan los ojos al escuchar el nombre de su pueblo.
—Por supuesto que no, me encanta la idea, en mi palacio también tenemos habitaciones que conectan, podemos estar algunos días allá. —Zurek al ver la gran sonrisa de su esposa se siente orgulloso.
— Si eso es lo que deseas, me encanta complacerte cuando te portas sumisa conmigo. —dice acercándose a ella para besarla.
—Eso es lo que quiero, puedo seguir siendo sumisa si me dejas reinar a tu lado, odio estar encerrada en una habitación. —se expresa sincera.
—Una cosa a la vez, primero tienes que complacerme en todo momento, ya luego vemos como acomodo todo para que la reina también esté en mis reuniones del parlamento y atienda al público con sus constantes quejas. —Aquilegia va a protestar en el momento que entra su nueva sirvientas.
—Señor, he traído su desayuno. — Zurek asiente.
—Perfecto, quiero hablar contigo. Mi esposa y yo hemos decidido tenerte bajo nuestra ala, claro siempre y cuando cumplas con lo estipulado anoche. —la joven mujer asintió repetidas veces, eso era perfecto, al fin había alcanzado la habitación del rey. Ahora era quedar embarazada para hacerse del reino y por supuesto del dueño de todas las tierras que ha conocido.
—No sabe lo agradecida que estoy con usted señor. —comenta deseando abrazar a Zurek.
—No tienen que agradecer con palabras, quiero que seas fiel a mi, ese es el mejor agradecimiento.
—De eso no tenga dudas, usted es y será para siempre mi eterno soberano. —comenta Zulema haciendo sonreír a Zurek.
—Bien, menos bla, bla, bla, a trabajar. ¿Qué nos envió Silvana? —Zulema levanta la cazuela que tapa el desayuno y el estómago de Aquilegia rugió.
—Ven, mi reina, vamos a alimentarte. —Hace gesto para que lleven las bandejas a la cama donde yacen aún desnudos. Contrario a su esclavas que se cambio de ropa.
Zulema iba a darle la comida a la boca a Aquilegia pero esta la detuvo—. No, esas cosas yo las puedo hacer, te vas a encargar de mis vestidos, mi baño y mi cabello. —explica la mujer con la actitud de reina.
—Como usted diga, mi reina. —Zurek ve la escena con satisfacción, su reina es una mujer firme y de armas tomar.
Desayunaron todo lo que les llevaron, cuándo fue la hora del baño, Zurek pidió a Zulema que ordenara que trajeran agua caliente. Los lacayos llegaron con el pedido del rey, pero esta vez Zurek entró solo con su mujer al cuarto de baño, no necesitaba de los servicios de su nueva esclava todo el tiempo, solo cuando ambos así lo prefieran.
Pasaron los días, cada uno más fogosos, Aquilegia estaba más inhibida, ya comenzaba a pedir lo que deseaba y eso le agrada a Zurek, pues cada día siente que muere si ella no está a su lado. Se había enamorado de su esposa como un crío de quince años. Esa mujer lo hechizo de una manera que ni él puede explicarlo. Partieron para Joskalia, esta vez iban cómodos en calesas acondicionadas para pasar veinte días de camino.
Esa noche se puso más fría que las anteriores. Uno de los hombres de Zurek le advierte sobre una nevada que viene de camino según un viejito que encontró más adelante.
—Bien, donde divisen un lugar apto para la reina se detienen, vamos a invernar en lo que pasa la nevada. —El hombre asiente. Unas dos horas más adelante se detuvieron en una taberna.
—Señor, hay habitaciones para todos y comida caliente. —Zurek da autorización para que pasen la noche helada allí.
Ayuda a bajar a su reina—. Amor, creo que hoy es una noche para calentarnos. —le guiña un ojo y Aquilegia asiente sin pudor. Eso ya lo había perdido. Suben a la habitación, Zurek informó a la dueña del lugar que su esclava dormían en su habitación, por lo que les requirió una cama adicional, pues ellos necesitan atención veinticuatro horas. La mujer sin sospechar nada dispuso una habitación de dos camas para el rey y su esposa.
—Silvana, hazte cargo de nuestros alimentos, ya sabes del anticonceptivo para ambas mujeres. Así tengas que pagar más a la dueña, sólo quiero que todo sea como en el palacio. —Silvana asiente y va a hacer lo que le pide su rey.
Suben a la habitación que aunque no era lujosa no podían quejarse, las camas eran lo suficientemente grandes para poder fornicar a gusto. Zurek una vez dentro encerró a su mujer entre sus brazos y la pared en su espalda.
—¿Qué quieres que te haga esta noche? — Aquilegia mordió su labio indecisa de que pedir.
—No se, pero lo que dispongas está bien para mi. —contesta y este niega.
—¿Quiero que me pidas lo que quieres? Por ejemplo, dime quiero dos vergas o quiero que estemos solo nosotros dos. No sé, quiero complacer tus deseos.
—¿Puedo tener dos vergas? —pregunta con picardía, Zurek asiente sintiéndose ganador, hacía mucho que había deseado incluir a un hombre para satisfacer a su reina. Nada como un sexo completp para mantenerla mansa—. Eso sería diferente, incluimos a Zulema. —sugiere y Zurek asiente.
—Espera aquí, vengo ahora. —Zurek deja a Aquilegia mirando la puerta por donde salió. A los minutos entra con uno de sus guardias. Aquilegia sonrió discreta—. Tus deseos son ordenes.
—Guíanos tú, lo que deseas. —Zurek la toma de la nuca para dejar un apasionado beso, una vez separados Aquilegia se pone en medio de la habitación.
—¿Puedes dejar que todos disfrutemos, osea, que nosotros también demos placer? —pregunta, pero a Zurek no le pareció tan descabellada la idea. Asiente haciendo que ésta se sintiera feliz.
—Podemos cambiar de parejas y al final terminar los cuatro juntos. —dice Zurek y Aquilegia asiente.
—¿Están seguros? —pregunta Afalu, el guardia que los mira asombrado. No le iba a molestar fornicar con la hermosa reina que tenía frente a él, pero no sabía que los reyes se permitían ese tipo de libertades.
—Si es lo que desea mi reina eso se hará, pero nada de correrse en su interior. Ese privilegio solo lo tengo yo. —Afalu y Zulema asienten.