Año 460 antes de Cristo.
— ¡Todos, todos, vengan! —las personas miran al centro de la plaza del mercado desde la mujer los llama—. Quiero ser yo la portadora de buenas noticias. —Todos comienzan a agruparse, para escuchar lo que su reina tiene que decir. Aquilegia viste un vestido hermoso teñido a su cuerpo. Es una mujer de rasgos finos. Un cuerpo escultural. No es una reina cualquiera, siempre está rondando los cultivos y vela por que su gente esté bien en todos sus aspectos. Reparte víveres y pieles para el bienestar de su aldea.
—Majestad, usted debería… —Aquilegia levanta su mano para que éste detenga su hablar. Gustrel sabe que a ella le gusta estar rodeada de las personas que componen su reino. Ella no teme que ninguno le haga daño, pues todos le tienen en gran estima.
—Calla Gustrel, vine a hablar con mi pueblo. —el hombre de unos cuarenta años niega resignado. Su reina es muy terca y al mismo tiempo tan hermosa e inteligente. Él la admira, vive enamorado de ella desde que la vio por primera vez como una mujer y no como la pequeña princesa. Lleva diez años amándola en silencio. Cuidándola de todo y todos. Se ha encargado que se conserve pura a pesar de que muchos hombres la acechan. En especial los sacerdotes que han inventado ritos para poseerla, pero este como su consejero no lo ha permitido.
Aquilegia posee ese color de piel que muchos desean, un tono más bronceado claro, su larga cabellera negra y un escultural cuerpo. Muchos jóvenes príncipes han llegado allí con la intención de llevarla al altar y juntos gobernar a Joskalia, pero ella vive centrada en su pueblo. Sus decisiones acertadas los ha llevado a prosperar y crecer.
—Cómo diga su majestad. —contesta a su reina, mirando a su alrededor. Él sabe que la reina es muy querida por su pueblo, pero aun así no se confía. Su deber es mantenerla a salvo. Es la única que queda de su linaje, en el caso que ella falleciera sin herederos al trono, su sucesor lo escogerían los sabios y sacerdotes de la aldea. Los mismos que han intentado poseerla. ¿Cómo confiar en que escogerán a un buen rey después de ella? Mejor no imaginar un reino sin Aquilegia.
—Mi gente hermosa de Joskalia, hoy como ya dije soy portadora de buenas noticias. He hablado con el rey Vagron y este ha aceptado el convenio para que nuestras carnes y cosechas puedan ser vendidas en su mercado. También debemos expandir nuestras cosechas ya que este pidió para su pueblo semillas de girasol y maíz. —Los aldeanos aplauden feliz—. A cambio ellos nos suplirán pescados y mariscos.
Esas eran grandes noticias, poder mercadear fuera de su aldea aumenta su economía y la hace próspera—. ¡Que viva nuestra reina! —gritó uno de los aldeanos haciéndose sentir para que los demás completaran—. ¡Larga vida a nuestra reina!
Todos comenzaron a alabar a su reina, Aquilegia hizo señas para que un grupo de hombres que se encargaban de tocar la gaita y panderos comenzarán la algarabía. Su gente es muy alegre y le gusta la música, el baile y su bebida típica, el josnilo.
—Hoy estamos de fiesta. —Aquilegia es la primera en comenzar a mover su cuerpo al ritmo de los panderos, sus piernas tomaron vida propia deleitando a toda su gente con sus sensuales movimientos. Los hombres la rodean haciendo reverencia a su reina. Las mujeres comenzaron a acompañarla para deleitarlos.
Bebieron de su bebida emblemática, esta constaba de guarapo de caña fusionado con especias y corteza del árbol de maví. Este se envasa en tarros de cristal para enterrarlo y fermentarlo bajo la tierra creando un fuerte licor de especias que se toma de un solo trago.
Los bailes de su aldea eran muy sensuales, el sonido de la gaita hace que su cuerpo se mueva como el de una serpiente. Los hombres se sientan para admirar a las mujeres bailar. Aquilegia rodeada de hermosas jóvenes mueven sus cuerpos al ritmo de la música, sus manos van acariciando su cuerpo de manera sensual. Para los hombres de la aldea ese es el mejor espectáculo que pueden ver jamás. Las mujeres se ponen en pareja para comenzar a rozar sus cuerpos de forma erótica haciendo que los gruñidos de los hombres se escuchen por encima de los instrumentos.
Las manos de una van a la otra rozando sus voluptuosos pechos. Aquilegia en el medio va comandando el baile comenzando a despojarse de las túnicas que van cubriendo su bronceada piel. Los Sacerdotes daban gritos de guerra cada vez que uno de los pedazos de tela que la reina se quita cae al suelo hasta quedar solo con un pañuelo cubriendo su virginal sexo.
Aquilegia bebió de todo lo que le daban y bailó con su gente hasta que la noche cayó y fue escoltada por sus hombres guardianes. Aquilegia entra al castillo junto a Grutel, su hombre de confianza.
—Creo que es hora de descansar, alteza. —Aquilegia niega. Está muy feliz por su gran hazaña, pero hay algo que la tiene intranquila. Algo en su pecho no la deja sentirse satisfecha.
—Gustrel, no tengo deseos de dormir, ve tú y descansa. —el hombre niega. No la va a dejar sola en una noche tan oscura y silenciosa, pues desde que Aquilegia se recogió todos marcharon a sus chozas.
—No puedo descansar sabiéndola preocupada. —argumenta el hombre haciendo que Aquilegia lo mire detenidamente.
— ¿Cómo sabes que algo me preocupa? —pregunta interesada, le preocupa que alguien más se diera cuenta. No quiere hacer de un simple presentimiento una alarma. Ella no es de hacer o decir cosas a la ligera, pero la sensación de pérdida lo siente cada minuto más cerca.
—Su majestad, cuando usted nació ya yo servía a vuestros padres. La conozco muy bien y su mirada me cuenta todo. —explica su mano derecha. Aquilegia asiente algo más tranquila. Gustrel ha sido empleado del castillo desde que era tan solo un niño. Los padres de este eran consejeros del rey, cargo que luego pasó a sus manos. El hombre tiene razón, ha sido fiel a su reino por muchos años.
—Es cierto, tú me conoces mejor que nadie. No te puedo mentir, algo me preocupa, pero no sé lo que es. Estoy muy feliz, pero no puedo quitarme esta sensación de desasosiego de mi pecho. —confiesa la joven reina. Gustrel niega, su reina es tan inocente. Eso la hace ver más atractiva. Solo recordar como ella bailaba semidesnuda por no decir desnuda ante su pueblo le hace hervir la sangre de su pene. El mismo que la desea tanto. No perdió la oportunidad de poder grabarlo en su mente para más tarde darle rienda a la pasión con alguna doncella del reino pensando en ella.
—Mi hermosa reina, nada sucederá, las noticias que le ha dado a su pueblo son muy buenas, en estos años en los que usted ha reinado todo ha sido armonía y convenios exitosos. —Aquilegia asiente mirando por la ventana de piedra que hay en el salón de estar.
—Lo sé Gustrel, pero no es lo que siento, es otra cosa diferente. Gustrel se acerca y sintiéndose valiente acaricia el rostro de su reina.
—Déjeme ayudarla a relajarse, mi señora. —Aquilegia lo mira nerviosa. Gustrel es un hombre quince años mayor que ella, pero eso no le quita lo endemoniadamente guapo que es. Su cercanía muchas veces le causa escalofríos y sensaciones extrañas.
—Gustrel yo… —jadea nerviosa por el acercamiento de este. El hombre delinea con su dedo pulgar los carnosos labios de su reina. Esta los abre un poco para poder respirar. Cosa que le da la libertad a Gustrel de poner su dedo haciendo que esta lo chupe. Aquilegia succiona su dedo haciendo que este la desee más.
—No diga nada su majestad, solo déjese llevar por lo que su cuerpo le pide. Cierre sus ojos y pídame lo que desee en este momento. —Gustrel baja con su dedo húmedo por el cuello de la joven mujer, la misma de la que está seguro que no ha conocido hombre alguno, sus caricias son las primeras que esta ha sentido en su piel—. Soy su esclavo, no tenga miedo de decirme que es lo que desea. La piel de Aquilegia se eriza, la voz del hombre se vuelve ronca haciendo que su v****a se humedezca. Esta jadea al sentir el aliento de su apuesto consejero sobre su nuca.
El vestuario de la reina está compuesto de algunas capas de túnicas de seda y un cinturón de hilo de nilón en su diminuta cintura. Aquilegia es una mujer de un cuerpo agraciado en todos los aspectos pues tiene grandes pechos y unas caderas anchas adornadas por unas redondas nalgas y unas piernas torneadas. Es una verdadera beldad desnuda. Y el hombre que la haga suya contara disfrutará de lo lindo de su caliente sexo.