Zurek entra al salón de consejeros del reino y toma asiento en su silla. Seis hombres fungen como sacerdotes y doce hombres como consejeros, todos en el mismo caucus.
—Señores, encontré a la mujer perfecta para que sea la reina. —dice en cuanto todos prestan atención.
—¿Cómo? ¿Quién es la princesa? ¿Con qué país unirá relaciones? —preguntaron algunos de los presentes.
—Nada de eso, la reina de Joskalia, es ahora mi prisionera y aún conserva su pureza. Tengo dos planes, o la vendo a algún rey por parte de sus tierras o la uso para mis fines. —sugiere sin arrepentimiento.
—Siempre puede vender su virginidad. —dice uno desde atrás—. muchas monedas de oro no caen mal al reino. —concluye y algunos ríen.
—Yo pienso que la debe desposar, hágala su reina para engendrar. Si usted lo está pensando es porque es una mujer que sirve para tenerla de consorte. —dice uno de los sacerdotes.
—Bien, vamos a llevarlo a votación. Quien está de acuerdo con que se venda en total eran 18 votos y solo levantaron la mano nueve hombres, quienes están de acuerdo que sea la reina. Nueve hombres levantaron la mano. Quedando empate.
—Señor, usted tiene la última palabra. Sabe que si la toma como esposa, tenemos que estar presente en la recámara real. Si la vende tiene que calcular muy bien el precio y si es mucho eso quiere decir que la mujer es una joya. —comenta uno de los que estuvo a favor de hacerla la reina.
—Estoy pensándolo.—dice Zurek analizando las palabras del hombre que tiene razón, no vendería la virginidad de la mujer por poco oro y si algún rey lo pagaba era porque esa mujer valía lo que pesa en ese mineral. Sonrió recordando su aroma. Ese que le causa dolor por el deseo de poseerla.
—Bien, Aquilegia de Joskalia será la nueva reina de Uspavanka. —todos aplauden ante la decisión acertada del rey.
Zurek salió del salón para ir hasta la habitación de Aquilegia, le daría las buenas nuevas. Encontró a Azael y Mirella fuera de la puerta, se besaban con pasión hasta que escucharon sus pasos que disimularon que estaban hablando pero ya Zurek los había visto. A él muy poco le importaba si se comían ahí mismo, después que no dejarán salir a la futura reina.
Azael abre la puerta de la habitación para que el rey entre. Zurek encuentra a Aquilegia mirando hacia el pueblo.
—¿Te gusta mi pueblo? —pregunta sacando a Aquilegia de sus pensamientos.
—Realmente no, podría dar más, pero no se puede esperar mucho de un rey de pacotilla que solo puede pensar en él. —Zurek sonríe acercándose. En realidad la mujer bien vestida y aseada era un diamante en bruto. De seguro pagarían muchos acres de tierra por ella, pero no, ella sería suya, si ve que no da el grado como su reina, entonces piensa si la intercambia, pero luego de haberse comido ese pedazo de budín bien hecho que lo tiene delirando hace más de un mes.
—Eso va a cambiar si aceptas mi propuesta. —Aquilegia arquea su ceja.
—¿Cuál es tu propuesta? —pregunta interesada.
—Convertirte en mi reina. —Aquilegia ríe fuerte.
—Prefiero morir antes de ser tu reina. —Escupe haciendo a Zurek enfurecer. La tomó del brazo y la jamaqueo.
—Entiende ya no eres nadie, tu solo eres una maldita esclava con suerte. —dice apretando sus dientes. Mira el escote de la mujer en el que se ve la marca que le hizo con sus labios. Sonrió y volvió a serenarse.
—Serás mi esposa por las buenas o por las malas. Si es por las buenas puedes favorecer a tu pueblo, piensa en tus aldeanos. Si es por las malas, ellos también sufrirán las consecuencias. —la tomó de la nuca para besarla a la fuerza.
—Tú decides. Voy a ir preparando todo en la habitación real, allí nos casaremos, saludaremos a nuestro reino y consumiremos frente a mis consejeros y sacerdotes nuestra unión. —Zuek sale de la habitación sin dejar que Aquilegia diga nada.
Fue directamente hasta Silvana para que subiera una bandeja para alimentar y calmar a la futura reina. Le pidió el afrodisiaco y por eso de disfrutar algunos meses sin herederos un poco de la planta anticonceptiva, y así la mujer lo hizo. Subió camuflado todo en jugos y sopas.
Todo estaba listo en la sala real, allí ya los esperaban los sacerdotes y consejeros para presenciar la consumación del matrimonio. Primero uno de estos va a oficiar el matrimonio en el balcón real, desde donde saludarán al pueblo de Uspavonka, pasarán a la alcoba real donde Zurek tiene que desvirgar frente a todos a la mujer, haciendo que esta prueba la proclame la reina de Uspavanka.
Aquilegia tuvo que tomar respiraciones profundas para calmar sus nervios, el tiempo pasa y nada que aparece Zurek ni ningún informante.
—Mi señora calmarse. —Mirella trata de que está se calme pero Aquilegia sigue caminando de lado a lado.
—No puedo, el imbécil de Zurek no viene ni envía razón. Tal vez se arrepintió y ahora desea venderme al mejor postor. —dice deteniendo sus pasó con una sonrisa—. Si es eso estaría…
—No pienses mucho querida, serás mi esposa ya luego veo si me conviene vender las noches con la reina. —escupe Zurek entrando a la habitación.
—Contigo nada es fácil. —Zurek sonríe, no es fácil, ni lo será pues no le importa nada ni nadie.
—Me alegra que lo sepas. Me vas a ahorrar muchos problemas. Ahora vamos, los sacerdotes nos esperan para validar nuestro matrimonio.
Aquilegia no dice nada más. Solo camina detrás del hombre al que en pocos minutos tendría que llamar esposo. Solo espera poder tener facultad de hacer leyes a favor de su pueblo o al menos intervenir para que a estos no les pase nada. Respiro profundo en el momento que las puertas se abren. Zurek la toma de la mano para llegar hasta el balcón.
—Buenas noches —Saluda Zurek al sacerdote que los casará.
—Buenas noches su majestad, estamos listos para comenzar la ceremonia. —explica el hombre.
—Adelante. —ordena Zurek.
—Hermanos y Hermanas, aquí estamos frente al pueblo de Uspavanka, en presencia de nuestro dios Pal pido por nuestro amados reyes, para que se amen hoy, mañana y siempre, pido a nuestro soberano Vir (el dios de la juventud) para que nuestros reyes siempre permanezcan vigorosos y así puedan tener herederos saludables y por último entregó a Ray la unión siendo este el dios del Sol y la prosperidad. Quien nos regala la luz de un nuevo despertar. En el nombre de nuestros dioses Pal, Vir y Ray, los declaró esposo y esposa. —Los reyes saludan al pueblo desde el balcón escuchando los aplausos de su gente.
Zurek guía a Aquilegia hasta el centro de la habitación. Todos están a la espera de ese momento, declarar a la mujer como reina conlleva muchos requisitos. Ya los primeros dos estaban cumplidos pero el más difícil es el de eliminar esa tela que la hace digna de ser reina de Uspavonka.
Aquilegia miró a su alrededor 18 hombres estaban sentados alrededor de la habitación, la cama estaba en el centro. Zurek toma a Aquilegia por la nuca para acercar sus labios a los de ella, ya es su esposa, ahora le pertenece por entero. Aquilegia al principio no quería cooperar pero este muerde su labio suave y aclara sin que nadie se de cuenta.
—Por las buenas, pueblo feliz, por las malas pueblo desaparecido. —Aquilegia abre su boca recibiendo la lengua de su ahora esposo—. Así me gusta. —comenta en un susurro.