Álex

1392 Words
Trato de recordar cuándo fue la última vez que estuve en un centro comercial sin escoltas a mi alrededor. Fue hace más de un año, cuando yo todavía no estaba con Fernando. Ahora que la sociedad colombiana piensa que ya no estoy con ninguno de los Orejuela —porque hace unas pocas semanas Carlos y yo anunciamos que hemos terminado nuestro supuesto noviazgo —, no tengo necesidad de salir con un escolta. Me vuelvo a sentir libre después de meses de sentirme como la mujer de un presidente, y es que en serio lo fui. Fui la novia de Carlos Orejuela, el presidente interino de la República de Colombia; y aunque lo nuestro duró muy poco, se podría decir que, en un lapso de seis meses, fui la primera dama de los colombianos. No podía ni siquiera ir al baño sin que alguna escolta mujer aguardara frente a la puerta. Creo que tendrán que pasar muchos años para que yo me acostumbre a este estilo de vida; tal vez para los Orejuela sea algo muy normal, ya que ellos nacieron en cuna de oro y crecieron rodeados de guardaespaldas, pero yo solo llevo un año haciendo parte de esta burguesa familia, así que todavía estoy en proceso de adaptación. Que la sociedad colombiana piense que ya no estoy con ninguno de los Orejuela, me permite darme un respiro, al menos por un tiempo. Cuando Fer y yo volvamos a hacer publica nuestra relación, los enemigos de la familia Orejuela volverán a posar sus ojos sobre mí. Me sobresalto cuando siento a alguien tras de mí que me tapa los ojos con sus manos. El susodicho no tiene ni qué hablar para que yo sepa quién es. —Álex —digo, y él me suelta entre risas. —Creí que nunca te volvería a ver, ricitos. Me volteo, y entonces puedo ver, después de lo que creí una eternidad, a ese chico atractivo y amable que fue mi compañero de trabajo durante varios meses. Mientras que trabajamos juntos en el Observatorio de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, pude llegar a tener con Álex lo más parecido a una amistad; charlábamos todo el rato, almorzábamos juntos todos los días, y hasta salíamos un poco tarde de la oficina en algunas ocasiones por quedarnos grabando estúpidos tiktoks que nos hacían reír mucho. Solo dos veces hicimos planes de amigos fuera de la oficina. El primero fue una inocente salida al cine, y el segundo fue un viaje de fin de semana con algunos amigos de Álex —y con Luciano haciendo de chaperón — a un pueblito que queda a algunas horas de Bogotá. No hemos hecho nada fuera de lugar. Álex sabe que soy una mujer muy fiel a mi marido, y tampoco es que yo sea la última bebida refrescante en el desierto como para que este bogotano solo se fije en mí. Él es un chico muy guapo, de más de metro ochenta de estatura, cuerpo atlético y cara bonita. Por supuesto que las mujeres le caen por montones y tiene con quién divertirse cuando se le apetezca. Él tiene una novia que conoció en la universidad, pero ella está estudiando un posgrado en Francia, y Álex satisface sus necesidades, sin importarle que eso implique serle infiel a esa pobre chica que de seguro piensa que tiene un novio perfecto y que su relación a distancia funciona de maravilla. Y entre la larga lista de chicas con las que a Álex no le importa serle infiel a su novia, estoy yo. Aunque Álex no ha sido tan descarado al coquetearme como sí lo hace con otras chicas, muy sutilmente ha demostrado sentirse atraído hacia mí, pero hasta el momento no ha intentado sobrepasarse conmigo, ya que sabe que estoy casada con Fernando, pero sé que eso no lo detendrá. Después de todo, él coqueteó un poco conmigo cuando todo el mundo pensaba que yo estaba saliendo con el coronel Carlos Orejuela. Y si Álex no le tuvo miedo a Carlos, entonces no le tiene miedo ni al diablo. —¿Y por qué creíste que no me volverías a ver? —le pregunto a mi amigo, mientras empezamos a caminar por el pasillo del centro comercial, como dos personas normales. —Porque estás casada —responde, encogiéndose de hombros —. Varias de mis primas se han casado, y pareciera como si su vida social se limitara a sus esposos, porque no se dejan ver ni por la familia. Me alegro al saber que no soy la única que parece no tener vida social al estar casada. —¿Almorzamos en McDonald's? —propongo, y Álex sonríe, emocionado como un niño pequeño. —¡Yo pediré la cajita feliz! Álex tiene mi edad. 24 añitos. Sigue siendo un niño en algunos sentidos, pero todo un hombre en otros. Mientras almorzamos, Álex parlotea como una cocinera, aparentando estar feliz, pero sé que no lo está. Con el cambio del gobierno a inicios de este año, él se quedó sin trabajo. Su padre, que era concejal de Bogotá, no fue reelegido, y como él era el que le conseguía buenos trabajos a Álex, pues ahora no tiene modo de ayudarlo. Esa es la realidad en este país, y creo que en muchos de Latinoamérica. En el campo de la abogacía, si no tienes contactos, no puedes aspirar a tener un trabajo con el Estado. No queda de otra que trabajar como abogado independiente, o como socio de una firma de abogados. —Por cierto...¿cómo vas con la búsqueda de empleo? —le pregunto a Álex, y hace una mueca. —¿Quieres que te diga la verdad? Ni siquiera me he tomado la molestia de aplicar a las vacantes que veo en las bolsas de empleo. Pagan una miseria. Álex, aunque tiene orígenes humildes como los míos, está acostumbrado a la buena vida desde que su padre fue electo como concejal por primera vez hace ocho años. Vive en un apartaestudio en una exclusiva zona de Bogotá, tiene un hermoso Mercedes Benz, y está terminando de estudiar su posgrado en la mejor universidad del país. Por supuesto que no puede aceptar un salario en el sector privado que no se asemeje siquiera al que estaba recibiendo en el sector público. —¿Y qué tal si...si trabajas en la nueva sucursal de Orejuela Lawyers? Abrirá muy pronto aquí en Bogotá —le propongo —. Los salarios para abogado junior son muy buenos. —Sabes que tengo mis diferencias con todo lo que tenga que ver con Fernando Orejuela —dice, sin ninguna pena, y yo me muerdo un carrillo. ¿Por qué Álex parece detestar a Fernando? Muy simple. Hace dos años, hubo un conflicto legal entre su padre y el gobernador de Cundinamarca, y fue Fernando el que representó al susodicho gobernador, y para defender al tipo, tuvo que...acudir a ciertas artimañas para ganar el caso, y ahí fue cuando el buen nombre del padre de Álex se empezó a manchar, y eso resultó en que no fuera reelegido como concejal en las últimas elecciones. —Ni siquiera lo verás. Él tendrá su oficina en la última planta, y en la que tú trabajarías estará varios pisos abajo —le insisto —. No dejes pasar esta oportunidad. Un trabajo en el sector privado es más estable que uno en el sector público. Aquí tendrás un contrato a término indefinido, prestaciones sociales y un salario que no pagan en ninguna otra firma. Álex entrecierra los ojos y pone cara pensativa. Se ve muy bonito así. Como una caricatura. Me provoca tomarle una foto. —Lo consultaré con la almohada —dice, y me pellizca la nariz con sus dedos llenos de la grasa de las papas fritas —. Si mi papá me deshereda, será tu culpa. —Eres hijo único. El consentido por tus padres. No creo que se enojen contigo por nada. —Espero que no —se limpia la boca con una servilleta, y se estira para darme un beso en la mejilla. Yo me siento sonrosar de inmediato —. Gracias por pensar en mi futuro laboral, bizcocho. Bizcocho. Que un colombiano le diga así a una mujer, ya es el primer signo de que quiere algo más que una amistad.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD