Tras una plácida noche en la que dormí como un bebé, me despierto al sentir unos húmedos besos en la nuca. Esa es la más clara señal de que Fernando quiere un mañanero. Y a mí me encantan los mañaneros. Cuando ya me siento completamente despierta, me volteo para besar a Fer. Nuestros alientos mañaneros apestan, pero eso es lo que menos nos importa. Hemos hecho el amor en situaciones más asquerosas, a decir verdad. Con el pasar de los segundos, el beso se va tornando más pasional, más ardiente y más sucio. Todo lenguas y dientes. También, a medida que profundizamos el beso, nuestras traviesas manos tocan al otro. Fer me estruja los senos, y yo paso mi mano por su paquete, el cual ya está muy despierto. —Ummm...me encanta tu pene —murmuro, y él sonríe con malicia, para después le