Candy abrió la puerta del apartamento y se encontró con el cuerpo maltrecho de Akron. Llevaba una botella del bar, el torso desnudo y la mirada fría y dura de siempre. Candy miró la sangre que estaba seca en los costados de su cuerpo y comprobó lo que dijeron en el bar cuando el castigo terminó. Lo habrían maltratado.
—Oh por… —dijo sin nombre al que no debía ser nombrado en presencia del Anticristo—. Entra. Vamos a curarte.
Él meneó la cabeza.
—No vengo a eso.
Akron no estaba borracho cuando llegó a su puerta. Tenía que beber el doble de lo que había consumido para emborracharse, sin embargo, estaba más desinhibido que de costumbre. Candy lo miró inclinarse a un lado del umbral de la puerta y mirarla de lejos. Ella cruzó los brazos y miró detrás de él. La comunidad en la que vivían,
