Violet no tenía idea de lo que sucedería con ella cuando Akron la dejó en la entrada de la universidad. Ella cerró los ojos y le pidió a su ser celestial que la ayudara a pasar desapercibida. Ella nunca quiso llamar la atención, ni ser la chica más popular del primer semestre. Ella solo quería fingir que ese incómodo momento con Akron en el bar había quedado en el pasado, y que su futuro estaba detrás de las dos enormes puertas abiertas. Era un cambio de aire y de personas, pero era más que nada un cambio de vida.
Violet sujetó su maleta y la elevó para no arrastrarla por el concreto discordante del camino hacia la puerta. Fue inevitable que la mirasen, no solo por su ropa, sino porque acababa de bajar del auto de uno de los hombres más peligrosos del estado. Violet fue marcada como una de las mujeres de los Demonios, cuando vieron que el auto de uno de los líderes estacionaba en el campus. Esa no era la primera vez que Akron estaba en ese lugar, pero fue la primera en la que todos miraron a la mujer que dejó como si estuviese haciendo una caridad con una de las iglesias cercanas.
Violet evitó mirar a los lados y usando uno de los mapas que entregaban por ser el día del recibimiento de los estudiantes nuevos, se guio cuando colocó su viejo zapato en el corredor principal. Casi todo era de madera, con vitrinas de cristal enormes, banderillas colgando del techo por ser el primer día y demasiado ruido y personas que la empujaban mientras se habría paso entre ellas. Violet venía de una preparatoria tranquila, donde todos eran hijos de los miembros de la iglesia, y donde el respeto era vital, para llegar a un lugar donde le arrojaron un balón de fútbol a la cabeza dos veces y patearon su maleta tres veces antes de llegar. No se parecía en nada a su lugar seguro, pero cuando cambió al ala de los dormitorios y subió las escaleras, tuvo paz cuando encontró el número de su habitación colgando de una puerta de madera.
Ese sería el final de las miradas confusas y repugnantes de todo los que no sintieron que ella fuese adecuada para Akron. Akron era un bestia, era un Demonio. Era el puto anticristo, y una mujer desaliñada y aniñada como ella no encajaba en su estereotipo; mismo estereotipo que repudiaba a las mujeres vírgenes.
Violet abrió la puerta y se encontró con una pequeña y abarrotada habitación de cuatro camas, tren tendidas y una con la mesa de noche sobre el colchón. Había solo una alfombra blanco de piel sintética junto a una cama tendida con sábanas rojas y almohadas negras, mientras las otras dos estaban revueltas con las colchas cayéndose por los costados o amontonadas a los lados. Violet también encontró a una chica que de inmediato giró cuando ella entró. La chica tenía la piel almendrada, con unos ojos color avellana y el cabello del color del caramelo. Era preciosa.
—Hola, soy…
—Violet Lux —saltó la chica con una sonrisa.
Violet miró a un lado y luego buscó su nombre en su ropa. No sería la primera vez que su madre lo chiera. Lo colocó en su mochila, en su bolsa de la comida y también en cada uno de sus libros, cuadernos, rotuladores y demás. Violet sería la persona más fácil de identificar si moría en un accidente lejos de casa.
—¿Mi madre tejió mi nombre en mi ropa sin saberlo? —le preguntó mientras extendía sus brazos buscando alguna marca.
La chica agrandó la sonrisa.
—No, y eso estaría horrible —le dijo antes de arrojar la ropa limpia sobre la cama y soplar su flequillo—. Eres la chica más popular del foro estudiantil, del que por cierto soy la presidenta.
La chica sacó el enorme teléfono del bolsillo trasero de su pantaloncillo que apenas la cubría, y le mostró su fotografía cuando bajaba del auto de Akron. Violet, en lugar de observar que alguien la estaba stalkeando, miró lo horrible que era su ropa antes de caer en cuenta que le comentó ser la persona más popular en ese momento en todo el inmenso campus escolar.
—No entiendo —comentó Violet.
La chica movió la cabeza.
—Hubo una votación y me dieron el mando completo del foro.
Violet meneó la cabeza. No le preguntaba por ella.
—No —dijo Violet enfocándola—. ¿Por qué soy popular?
Ella giró los ojos y formó un círculo con sus labios antes de volver a encender la pantalla del teléfono y mirar su foto.
—Eres popular por ser la nueva chica de Akron Jagger —le dijo moviendo las cejas—. Hay cien fotografías de ustedes juntos.
La garganta de Violet se cerró.
—¿Cien?
—Por decir poco —dijo deslizando el dedo por la pantalla.
Las fotografías eran como de calendario mal hecho. Algunas eran borrosas, otras fueron mal tomadas detrás de los árboles, e incluso un par eran videos de cuando él le dijo que se había dejado tocar el culo por él. Esa información valía oro, pero lo que realmente inquietaba a todos los involucrados, era el saber como alguien tan delgada, pequeña y con poca malicia como Violet, logró que alguien tan brutal, sádico y morboso como Akron la llevara a la universidad, cuando ese hombre ni un saludo daba.
—Eres aguerrida por andar con un Demonio. Dicen que son animales en la cama, y no te ofendas, pero no tienes fuerza ni de romper una rama —comentó la muchacha al deslizar los ojos por su ropa y luego a sus ojos—. No es normal, así que sé honesta conmigo. ¿Qué hiciste para tenerlo en tus manos?
—Es lo que me pregunto —dijo alguien detrás de Violet—. ¿Cómo una monja tiene a Akron Jagger trayéndola al campus?
Violet giró y contempló el cabello del color del oro de la otra muchacha, la misma que había conversado con otra cuando ella llegó. La mujer quería saber por qué su Akron estaba con una chica como ella, después de pasar por su propio kamasutra.
—¿Qué le diste? —preguntó la rubia—. ¿Qué hiciste?
Violet la miró con el ceño fruncido. Su tono era dominante.
—Nada —dijo Violet como su única verdad.
—Por favor, monjita. No tengo todo el día para escuchar tus malditas mentiras —dijo la rubia empujándola por el hombro para adentrarse a la habitación—. Akron es la clase de hombre que no estaría con una perra mojigata como tú.
Violet pestañeó varias veces y alzó un decibel la voz. Si no se imponía en ese momento, siempre sería la chica callada.
—No me llames así —se defendió Violet.
La rubia sonrió y se quitó el cabello de los hombros.
—¿No quieres que te diga perra o mojigata? —preguntó con el mentón alzado—. Porque ambas son perfectas para ti.
La rubia le colocó la uña azul marino en la mejilla a Violet.
—No quiero que me llames así, y no me toques —replicó.
La rubia hizo un puchero y colocó un brazo bajo el otro.
—Pobre niñita de convento —dijo en tono burlesco por su ropa y su educación—. ¿La Madre Teresa te dejó salir de su faldita?
Violet le mantuvo la mirada. Lo primero que le dijeron sus padres, era que no pelease. Lo mejor que podía hacer era llevarse bien con todos, pero aunque Violet fue criada bajo la regla de colocar la otra mejilla, no le gustó como la rubia buscaba imponerse sobre ella. Ninguna de las dos se conocía, y tampoco era necesario para saber de qué polvos de estrellas fueron creadas. Violet era más dócil, callada y tranquila, mientras la rubia buscaba la manera de sacarle las palabras, y comenzaba a perder la paciencia. Violet no hablaría, pero ella la haría hablar.
—Habla —dijo empujándola por el pecho y haciéndola retroceder un par de pasos—. ¿Qué le hiciste a Akron?
La morena que la recibió, al ver que los ánimos se caldeaban y que la rubia buscaba la manera de hacerla enojar, molestarla o solo fastidiarla por ser la nueva, replicó por Violet.
—No le hagas caso, Violet —le dijo mirando a los ojos verdes olivo de la rubia—. Esta dolida porque Akron la dejó por puta.
La rubia alzó un dedo hacia ella.
—¡Deja de llamarme puta! —chilló la rubia.
La otra chica sonrió más grande al lograr el cometido.
—Te cogiste a dos de sus hombres, ¿cómo quieres que te llame? —indagó—. Si aquí hay una virgen, te aseguro que no eres tú.
La rubia se carcajeó y la otra chica junto a ella, sus secuas, también. Le temía, por eso hacía lo que ella ordenaba. La rubia era la puta abeja reina, y su palabra era un maldito deber.
—Quedó claro que no soy una virgen. La virgen esta a tu lado, Alana —dijo antes de dar más pasos hacia Violet y tocar sus senos sin relleno—. Ni siquiera tiene tetas para hacerle una puta rusa.
Violet retrocedió y sus muslos impactaron la cama de Alana. La había tocado sin su consentimiento, y solo para burlarse.
—¿Sabes lo que es una rusa, Virgen María? —preguntó la rubia.
Violet tragó y miró los ojos maliciosos de la rubia. Pudo mentir sobre saber lo que era, pero si le preguntaban no sabía qué responder, y las mentiras eran mal vistas ante los ojos de Dios.
—No sé qué es —confesó Violet en un susurro.
La rubia de cuerpo escultural y grandes senos operados por uno de sus antiguos novios, sonrió con su dentadura perfecta y movió sus ondas rubias sobre sus hombros. Violet era como un cachorrito rescatado. Veía a todos como si fuesen malos, pero desconocía lo que era la verdadera maldad del puto planeta.
—¿Dónde vives, palomita? —preguntó—. ¿Bajo una piedra?
Alana volvió a interferir.
—Déjala en paz.
—Uh, le salió un doliente al cadáver —le dijo la rubia.
Su lengua se deslizó por sus dientes frontales y taconeó la separación que la dividía de Violet, para enfrentarla una vez más. Violet comenzaba a sentir miedo. La rubia era malvada, y era la clase de maldad que nadie contendría por ella. Esa guerra comenzó tan pronto como ella aceptó que el mejor amigo de su hermano la llevara. Esa guerra comenzó cuando en lugar de llevarla cualquier otro Demonio, la llevó el que la rubia quería.
—Me dirás ahora mismo lo que le hiciste a Akron para tenerlo llevándote, o esta será la primera noche en tu puto infierno personal —dijo la rubia al acorralarla entre su cuerpo y la cama.
Violet estaba a una palabra más de gritar y pedir auxilio. Eso fue un error. Ella intentó ser valiente cuando estaba con Akron, porque internamente sabía que él no le haría daño, pero esa rubia era capaz de tirar de su cabello y arrancárselo con tal de saber la verdad. Violet tenía que elegir entre tener su primera pelea, o dejarla ganar, y criada bajo el régimen de sus padres, la elección fue tomada por ella cuando le prohibieron los escándalos.
—Yo no hice nada, lo juro —dijo Violet con el labio inferior tembloroso y las manos en los pieceros de metal de la cama—. Solo me esta haciendo un favor con mi hermano. Es todo.
La rubia se acercó más a ella y sus senos golpearon su pecho.
—¿Quién es tu hermano? —indagó—. ¿Uno de sus Demonios?
—Es militar —respondió ella rápido—. Es un Marine.
La rubia elevó el labio inferior y miró los ojos de Violet. Continuaba confirmando que ella era un cachorrito, y que estaba aterrado, lo que le resultaba interesante.
—Ya veo —dijo la rubia—. Alguien tiene problemas con la ley.
Aunque no era todo lo que ella quería escuchar, la rubia dio un par de pasos atrás y miró completamente a Violet. Su suéter tejido con el pastelito delantero, su pantalón dos tallas más grandes y la ausencia completa de maquillaje, le dio una señal divina. Si Violet quería continuar respirando el mismo aire que ella, sería su asistente, una que sus novios no querían, y que la acercaría a Akron. La rubia llamada April era una diosa, y Violet un gusano.
—Dale la bienvenida, Alana —dijo la rubia con una sonrisa de hipocresía después de casi matarla del susto—. Hazla sentir en casa. Nos veremos esta noche cuando regrese a mi cama.
La rubia chasqueó su dedo y su secuaz la siguió a la puerta.
—¿Su cama? —preguntó Violet cuando cerraron la puerta.
Alana miró a Violet y señaló una cama con la cabeza.
—Ella duerme en la cama roja —dijo Alana.
Violet cerró los ojos y se echó el cabello hacia atrás.
—No puede ser —sollozó nerviosa—. Va a matarme.
Alana meneó la cabeza.
—No, no lo hará. No te hará daño. Esta prohibido. —Ella la miró comenzar a perder la cabeza por April, y no era justo que su primer día fuera un calvario por eso—. Siento tu recibimiento. No es personal. April siempre se comporta como una perra.
Violet se rasco la frente.
—Eso noté.
Alana era completamente diferente. Ella era más humana y más normal. No era una perra como April, y por eso, tras presentarse con ella, le dijo que la cama que estaba inhabitada era la suya. Violet, tras respirar profundo, arrastró su maleta hasta la cama. Tiró de las patas de la mesa y la colocó junto a la cama y deslizó un dedo por la cómoda inhabitada cercana a la cama. Su dedo quedó recubierto por el polvo y soltó un suspiro al mirarse en el espejo. Ella nunca sintió que necesitaba cambiar su aspecto físico. Siempre se sintió bien con él, hasta que conoció el infierno universitario y lo cruel que eran las personas con los diferentes.
Violet se sentó en la que sería su cama y chilló. Alana le dijo que la cama de April se había arruinado por la mala calidad y sus sesiones de sexo rudo, y la había cambiado por la de ella, lo que llevó a Violet a preguntarse por qué estaban juntas.
—¿Por qué hay cuatro camas en una misma habitación?
Alana comenzó a doblar su ropa para guardarla en la cómoda.
—Había dos alas de dormitorios, pero al maldito director se le ocurrió la grandiosa idea de derribar uno de ellos para hacer una cancha de básquetbol —informó sin poder superar que antes no tenía el problema de compartir con April—. Ahora hay el doble de personas en las habitaciones, y estamos en diferentes años todas. Yo estoy en el segundo semestre de ingeniería electrónica, y April y Cassandra estudian el tercer semestre de comunicación. Y tú, por lo que sé, serás arquitecta en cinco años.
Violet soltó un suspiro.
—Espero que antes —le dijo Violet.
Todas estaban revueltas en las habitaciones, lo que era poco práctico, igual que dormir en la cama de April sin una almohada. Cuando Violet comenzó a sacar sus cosas, Alana notó que no llevaba una, y que para un buen descanso, era vital.
—Veo que no trajiste una almohada —le dijo mirando su maleta.
Violet comenzó buscando sábanas para la cama.
—No se me cruzó por la cabeza. Tendré que comprar pronto.
Alana miró todas las almohadas que compraba. Era una obsesiva de las almohadas, y siempre que iba al supermercado, compraba la más nueva y hermosa que encontraba. Su cama tenía más de diez, y solo usaba dos por las noches.
—Puedes tomar una de las mías mientras compras la tuya. Tengo muchas, pero no tomes una de mis favoritas —le dijo animándola con la cabeza a que tomara una—. Anda toma una.
Violet le dijo que no se sentía cómoda con eso, y Alana le dijo que le estaba prestando una almohada, no un riñón. Eso casi hizo sonreír a Violet, y tras la insistencia, se acercó a la cama de Alana y miró las almohadas. Algunas eran de piel, otras de plumas, unas de brillantinas y varias con frases motivacionales. Violet deslizó la mirada por las almohadas y encontró la menos divertida.
—¡Esa no! —gritó Alana y Violet la soltó como si tuviese una serpiente. La risa que Alana soltó fue casi contagiosa mientras el corazón de Violet saltaba de su pecho como la carne de serpiente—. Bromeo. ¡Dios deberías ver tu expresión! Si tuvieras un cuchillo me lo mostrarías… No tienes un cuchillo ¿cierto?
La risa de Alana se borró cuando le preguntó lo del cuchillo y eso fue aun más gracioso que la broma que le jugó. Alana supuso que andando con un Demonio, mínimo tenía una navaja en la ropa interior o dentro del zapato. Violet le dijo que no portaba ninguna arma, y eso tranquilizó a Alana como para continuar burlándose.
—Esa cómoda también es tuya —dijo señalando la de madera junto a su cama—. Te servirá para los libros y la laptop.
—No tengo una laptop.
Alana frunció el ceño. ¿Quién no tenía una laptop en el siglo XXI?
—Si que vivías bajo una roca, niña —dijo cuando se dispuso a ayudarla a arreglar sus cosas y encontró una Biblia con una cruz al frente justo en la parte baja de su maleta—. Una regla, Violet. Aquí comes, o te comen. Eres como April, o como tú, pero te aseguro que a una de las dos no la meten en las duchas y la hacen ahogarse.
Violet la miró a los ojos y Alana elevó la Biblia. Fuese lo que fuese ese libro para ella, no la ayudaría en un territorio gobernado por los Demonios, ni en las tierras incontrolables de la universidad. Alana no tenía nada contra la fe, pero un simple libro no la ayudaría a liberarse de April, ni de sus maldades.
—Quizás el que Akron te trajera impone cierto respeto sobre ti, pero tendrás que dormir con un ojo abierto si quieres sobrevivir.
Violet sintió ese escalofrió bajando por su columna. Fue una advertencia bastante contundente, y más viniendo de Alana.
—Mañana en la noche hay una fiesta de bienvenida —informó regresándole la Biblia—. Dile a Akron que venga. Lo necesitarás.
Alana le dijo que iba por algo de comer a la cafetería, que la vería más tarde. Violet mantuvo la Biblia en sus manos y cuando la acercó a su pecho y cerró los ojos, supo que algo andaba mal.
—Por favor, Dios —dijo tanteando la cruz que su padre le colocó en el pecho, sin encontrarla—. ¿Y mi cadena? ¿Dónde esta?
La desesperación se apoderó de ella al mirar el suelo, entre su ropa, y no encontrar más que polvo y suciedad.
—No, no, no, no —gimoteó desesperada—. ¿Dónde estás? Por favor dime que no se quedó en su auto, ni en su bar.
Ella se cansó de buscar, y cuando comprobó que no la tenía, supo que tendría que volver al maldito bar de los Demonios.