Marquesado Felian (3)

2349 Words
Lo admitía, nunca aprendió a tocar el piano, amaba la música y sabía que el sueño de su padre era que ella tocara el piano de su madre, pero no fue posible, la música entraba por sus oídos, se movía a su torso, explotaba en sus brazos y el remanente iba directo a sus pies e ignoraba sus dedos. El sueño de su padre no podía cumplirse, en cambio, era una maestra cuando se trataba de pintar, por esa razón todas sus cartas tenían rosas pintadas y fue ella quien le dio los últimos toques a su retrato. Suspiró y agregó una flor amarilla muy pequeña a su ramo de flores, un día Patrick podría entrar por la puerta con flores en las manos y entonces... ¡Ah! De nuevo volvió a soñar – los malos hábitos tienen uñas largas y se clavan en la piel – suspiró. – Señora – gritó Helena. – Nana, ¿qué pasó? – Es el señor, se embriagó. Se levantó de prisa – ¿qué?, pero papá no ha bebido en años. – No su padre, su esposo. ¡Patrick! – Es imposible, él jamás ha bebido. Razón por la cual, se embriagó con una botella. Al llegar al recibidor Tatiana miró como dos hombres cargaban a Patrick, sus ojos estaban abiertos, pero era obvio que no estaba consciente, su ropa apestaba a vino, su frente estaba cubierta de sudor y había sangre en su mano. – Llévenlo arriba, tío ve por el botiquín, que lleven todo arriba – se sobresaltó y mientras los veía subir, salió corriendo a buscar al chofer del carruaje – ¿a dónde lo llevaste?, ¿por qué lo dejaste beber? – quiso golpearlo. – Señora, usted pidió que lo obedeciéramos en todo. – No cuando pone su vida en peligro. – Miré, él me pidió que lo llevara al viñedo y eso hice, habló con el señor Loan. – ¿Ese ebrio? – Déjeme terminar, se quedó ahí una o dos horas, luego salió y me pidió que lo llevara a donde solía estar la capilla, él bajó, subió la colina y comenzó a arrojar piedras a, bueno, a las piedras – se encogió de hombros – no me di cuenta de que tenía una botella en la mano hasta que lo vi caer al suelo y rodar, fui a levantarlo y lo traje, le doy mi palabra. Tatiana le creyó y volvió a entrar a la casa. Colocaron a Patrick sobre la cama con el brazo derecho extendido hacia la mesa, su frente se sentía caliente – necesito agua fría y un paño. – Como ordene señora. En la herida de la mano había un trozo de vidrio, Tatiana odió a su chofer por no saber qué hacer en caso de una emergencia, pidió un par de pinzas para sacar el vidrio y metió la mano de Patrick en el agua fría, comenzó a limpiar y vendó con mucho cuidado. Cuando su padre se lastimaba, ella lo vendaba, hacía un pésimo trabajo, pero lo hacía con cariño porque se trataba de su padre, pero en ese momento no quería hacerlo con amor, quería hacerlo bien. Después de vendar su mano colocó el paño de agua fría sobre su frente, le quitó los zapatos, revisó que no tuviera más golpes, le quitó el saco que apestaba a vino, se aseguró que estuviera cómodo y solo entonces se sentó sobre la cama. – Mentirosos, todos – balbuceó Patrick. Tatiana pensó en sí misma al escuchar esa palabra – lo lamento – sintió que estaría repitiendo esa frase por el resto de su vida. Cada par de minutos revisaba su temperatura con el dorso de su mano, cambiaba el paño y ajustaba los vendajes, al darse cuenta de lo tarde que era, lo cubrió con una cobija y se sentó en uno de los sillones. – Cuando mi madre murió papá estaba aterrado, no sabía cómo criarme y dejó que los sirvientes lo hicieran – sonrió – él estuvo presente, siempre, no me dejó sola y me compró todo lo que yo quería, solo debía pedirlo y sería mío, así que me acostumbré y seguí pidiendo cosas, papá es muy bueno para darse cuenta de que me daba más de lo que debía, por favor, no lo odies a él, es el mejor padre que tengo. ***** Patrick abrió y cerró los ojos por un rato más hasta quedarse dormido. Debió volver a casa después de visitar el viñedo o tirar la botella que le dieron como obsequio, pero en lugar de eso nombró la vieja capilla y caminó colina arriba para mirar los grandes bloques de piedra. Abrió la botella y probó el sabor del vino que consumía el agua bendita por la que tanto luchaban. Austeridad. Honestidad. Virtud. Le dedicó su vida a la basura que predicaba el templo, toda su vida, desde que era un niño, no hubo un plan de reserva, ese era su todo, creyó en ellos y en todas sus mentiras. No se lucraba con el poder de sanación, no se vendía el agua bendita y no se rompían las reglas. Con cada sentencia, una pequeña piedra golpeó las pilas y columnas que una vez fueron una capilla y siguió hasta que sus pies se enredaron y él cayó sobre la tierra. La imagen del cielo al oscurecer fue lo último que vio antes de despertar y encontrarse en la mansión del Marqués Felian, se levantó y notó que había un pañuelo en su frente, su mano estaba vendada y en un sillón a un metro de su cama, había una persona. – Tatiana – se acercó para hablarle – Tatiana. Despertó de pronto – ¿eh? – y se talló los ojos – despertaste. Algo no estaba bien – ¿cómo llegué aquí? – El chofer te trajo. Se llevó la mano a la cabeza y sintió un tirón. – Espera, traeré más vendas y un poco de agua, ¿quieres comer?, haré que te traigan el desayuno, ahora vuelvo. Patrick se quedó solo en la habitación y de nuevo miró su mano, pasó suficiente tiempo entre sanadores como para entender lo que Tatiana había hecho, aunque no era su responsabilidad, ella de todas formas lo hizo. Debía agradecerle y disculparse por darle problemas. Se quitó la venda y revisó la herida, era muy superficial, pero en un sitio problemático, no podría escribir por un tiempo. ***** El Marqués Felian volvería en algunos meses y Patrick no tenía cabeza para administrar la capilla, prefería que se quedara de esa forma, lo que significaba que oficialmente, perdió su lugar en el mundo. – Señor, la correspondencia – miró la bandeja y tomó la carta con la mano izquierda, era de Elizabeth. – Gracias, puedes irte. El mayordomo permaneció en la habitación y Patrick no supo qué decir. – Me preguntaba si el señor ya le dio las gracias a la señora por sus atenciones. No lo hizo – sí, no, yo, tengo planeado hacerlo. – ¿Cuándo? – Pronto – respondió y vio al mayordomo macharse. Lo cierto era, que debía dar las gracias, dudó antes de abrir la carta de Elizabeth y terminó dejándola sobre la mesa, salió de la habitación y caminó hacia la pieza de Tatiana. Tocó la puerta con la mano derecha por costumbre y se lastimó, debía tener cuidado, tocó con la mano izquierda y no escuchó respuesta, tocó una vez más y nada, empujó la puerta y descubrió que estaba abierta – hola – saludó – la puerta... Nadie. Debió preguntar en dónde se encontraba Tatiana y al hacerse esa pregunta se dio cuenta de que no sabía cuáles eran los gustos de su esposa, todo lo que sabía de la mujer con la que se casó se resumía a una palabra. Distraída. No pasaban ni cinco minutos de la lección antes de que los ojos de Tatiana brillarán y su mente escapará a algún sitio que claramente, no era la clase. No valía la pena salir porque no sabía en dónde estaba, así que caminó por la habitación, además de la cama y el tocador, había un sillón junto a la ventana, pañuelos de tela con pintura, un librero con algo de polvo y un escritorio inmenso. Pasó sus dedos por la superficie, a diferencia del librero, ese mueble se limpiaba constantemente, había un tintero y marcas sobre la madera, varios pisapapeles con diferentes formas y estuches con papeles de todo tipo, colores y tamaños, y una colección de plumas, se notaba que estaban gastadas y en lugar de conseguir nuevas, Tatiana las conservaba. Detalles que desconocía. Golpeó la madera y notó que en suelo había una caja mal sellada, dentro se guardaban muchas hojas rosadas y mirando con detenimiento, descubrió su nombre. ¡Patrick Silas ***** En el aleteo de una mariposa, nuestras miradas se encontraron y la pregunta que nació entre ambos quedó atrapada en el silencio de nuestras manos. ***** Solo unas horas más, me repito ansiosa, solo unas horas más y estaré a su lado y al pensar que mis manos tocarán tus brazos, le suplico al tiempo que acelere su paso. ***** Despierto a media noche con tu rostro en mis recuerdos, exhalo suspiros que son llevados por el viento y a la noche le pido, que te entregue mis sueños. ***** La mirada apasionada y el toque de tus dedos, en una mirada el secreto de tus anhelos, sí me preguntarás qué deseo, hoy quiero ser un libro y vivir en tus pensamientos. ***** Comparé tu cabello con los matices del cielo al morir el día y las pecas de tu rostro con las estrellas, pero siempre que te miro, pienso en la hierba que crece en el campo, rebelde y libre atrapando el viento en cada bocado y me pregunto cómo será pasar los dedos por tu cabello. ¿Me extrañas? Pensé en ti esta mañana y una vez más al caer la noche y siento que pensaré en ti al día siguiente. ***** Los rayos del sol se filtraban por las ventas y besaban tu rostro. Tan centrado, disciplinado y austero, portando la túnica con decoro, pensé ¡sería una hermosa pintura!, y cerré los ojos. Siento que cada vez que entre a un templo miraré a las paredes buscándote y sonreiré al ver tu figura, escucharé tu voz cuando recitas y caminaré al altar siguiendo tu mirada. ¿Harás lo mismo? Suelo preguntarme de qué forma me recordarás, una mirada resplandeciente entre la audiencia cuya voz se pierde o un recuerdo que entra por la ventana y atraviesa la estancia de la misma forma en que hace una mariposa. ¡Te extraño! ***** Los trozos de papel tenían poemas y las hojas cartas, además de ellas había un diario con dibujos y notas con una letra descuidada y con menos florituras que la que adornaba las hojas, y finalmente, hojas arrancadas con una única frase escrita docenas de veces. ¡Lo siento! Un objeto cayó al suelo. ***** Tatiana terminó de preparar galletas quemadas – quedaron perfectas, ¿verdad nana? – Hermosas señora, el señor está feliz de probarlas. – No son para él – se defendió, no estaba loca, podía parecer entusiasmada, pero hasta ella se daba cuenta. ¡Estaban quemadas! – Son para mí – abrazó el plato – seré la única que las coma, todos ustedes no son dignos de mis galletas. Helena ahogó una risa y la dejó ir. Tatiana suspiró, cuestión de práctica, algún día prepararía galletas deliciosas, tarareó una canción y subió a su habitación, al hacerlo se encontró con Patrick recargado sobre el escritorio con un pedazo de papel en su mano. La bandeja de galletas quemadas cayó al suelo. – No, no, eso es mío – gritó – son mías – quiso arrebatarle el trozo de papel y Patrick lo levantó dejándolo fuera de su alcance. – Son mías, tienen mi nombre. En cada trozo de papel, Tatiana escribió un nombre rodeado de corazones y flores. ¡Patrick Silas! Tatiana se cubrió el rostro y sus ojos lagrimaron – lo siento, de verdad lo siento – sus rodillas perdieron fuerza y cayó al suelo – lo lamento. – ¿Qué es lo que lamentas? – Lo que te hice – gimoteó. Patrick se agachó para mirarla, en la mano todavía tenía la hoja – cierro los ojos y veo tu rostro y al abrirlos sé que estoy sonriendo y en la premura de este destino incierto, toco el lazo que nos ha unido y lo beso – leyó. Tatiana apretó los parpados, las palabras que escribió en sus desvaríos no debían ser leídas, era peor que sentirse desnuda – debí quemarlas, sabía que debí hacerlo – quiso golpear su cabeza contra algo. Tenía tanto miedo de ser odiada, pero al final le faltó valor para deshacerse de las cartas, levantó la mirada esperando recibir un regaño y lo que pasó, fue que Patrick usó un pañuelo para limpiar sus lágrimas. ¿Eh? – ¿Por qué?, ¿por qué eres tan bueno? Si Patrick Silas fuera un cretino, o si tan siquiera fuera una persona normal y le gritara todo lo que ella merecía, Tatiana podría sentirse miserable, pero en lugar de eso él era tan amable que la hacía desear morir por haberlo lastimado. Patrick miró la hoja en su mano como si ese pequeño pedazo de papel lo explicara – pensé que lo necesitabas. – Es por eso que las personas se desesperan cuando están a tu lado porque eres demasiado correcto, hasta cuando te aburres te pones a resolver problemas matemáticos, tu forma de desestresarte pondría estresado a todo el mundo. – ¿Cómo sabes que hago eso? Tatiana se talló los ojos – en las esquinas de tus cuadernos, cuando crees que nadie te mira te pones a anotar números. Ni siquiera su hermana o su madre notaron eso y ella lo descubrió. Sin pensar de qué forma lo afectaría, Patrick la abrazó y un nuevo sentimiento lo abrumó. No quería que Tatiana fuera lastimada.
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