13. Jaula dorada, sangre real

2362 Words

El descenso por esas escaleras de caracol se convirtió en una eternidad para Ofelia, mientras Acaz la sujetaba del brazo con firmeza, pero sin lastimarla, con sus dedos como grilletes de hierro templado contra su piel. El roce de sus pasos contra los escalones de piedra se escuchaba en el silencio, mientras la mente del rey lobo no dejaba de pensar en distintas posibilidades de castigo, siendo cada una más sombría que la anterior. «Azotarla, golpearla, dejarla dos días amarrada en el cepo, quemarle la lengua...», meditaba Acaz, con sus pensamientos girando como hojas en una tormenta. «Como Fae, podría soportarlo, su cuerpo se regeneraría, sus heridas sanarían... pero», se detuvo mentalmente, sorprendido por su propia renuencia, «no deseo ver su sangre derramada, tampoco dejarla dos días i

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