Al oír la mala noticia, Endrian se levantó de un salto, su movimiento fue tan brusco que la silla crujió en protesta. Su rostro, normalmente sereno, se contorsionó con una mezcla de terror y rabia. —¡¿Y los gorriones?! —su voz se quebró con desesperación—. ¿Contra quién cayó el reino humano, quienes lo conquistaron...? —aunque ya temía la respuesta, necesitaba escucharla. —Fueron los lobos de Wolfgard —el nombre salió como una maldición de los labios de Cael. Endrian se golpeó el pecho dos veces con fuerza, ese era un antiguo gesto Fae que representaba el dolor y angustia. El sonido sordo de sus puños contra su carne parecía el eco de un corazón roto. —¡Malditas sean esas bestias! —rugió Endrian con una furia antigua que se remontaba a siglos de conflicto entre los Fae y los hombres lo